Stephen Mallinder es uno de los grandes pioneros de la electrónica en el terreno de la música popular. Formó parte de Cabaret Voltaire desde su formación en 1973 hasta su disolución en 1994, y durante todos esos años y hasta hoy ha colaborado con infinidad de artistas, en formaciones como la que ahora visita Madrid, Wrangler (martes 9 de diciembre, Siroco). Ensayista, conferenciante, profesor, Mallinder ha hecho de la música no sólo su pasión sino el objeto de su estudio y una forma de analizar las relaciones sociales en los últimos cuarenta años, tal y como demuestra en la siguiente entrevista.
Echemos la vista atrás al momento en que unos juveniles Richard H. Kirk, Chris Watson y tú formáis Cabaret Voltaire. ¿Cuál era vuestra motivación para montar un grupo de música experimental a mediados de los 70? ¿Ha cambiado algo en ese sentido a lo largo de los años?
No creo que la motivación para hacer música sea algo que cambie a lo largo del tiempo o puedas elegir. Al menos la necesidad de expresarte con palabras, sonidos o imágenes. Ser creativo o expresivo es parte de la condición humana, hay una necesidad de responder a situaciones –personales y globales- y de darle sentido al mundo. Pero cada respuesta es diferente, así que cada pieza de música o escritura nace en un contexto igualmente distinto. Personalmente te diría que hago música porque lo disfruto, me hace feliz, tanto si grito como cuando un ruido terrible, y eso no cambiará nunca.
¿Describirías los logros de Cabaret Voltaire como el resultado de meros “accidentes” o había un plan más o menos definido para sonar avant-garde en un contexto punk? Al mismo tiempo, el grupo ha tenido etapas diferentes y bastante definidas: los primeros años de corte más punk y/o industrial, la posterior deriva hacia lo electrónico o aquella orientada a un sonido tecnho-funk. ¿Hasta qué punto hubo premeditación en esos cambios de dirección?
Los accidentes de los que hablas sin duda tuvieron mucho que ver. Deliberadamente buscábamos el error. Las inconsistencias, y los errores ayudaban a encontrarnos con momentos inesperados. Pero las ideas que se encontraban detrás de todo eso no eran meros accidentes. Buscábamos esas conexiones entre lo popular y lo experimental, entre la seducción y el enfrentamiento. El desafío consistía precisamente en conseguir un equilibrio, porque lo ideal es atraer al público al mismo tiempo que te enfrentas a él.
Personalmente me frustra cuando escucho a alguien decir que les interesa una etapa concreta de un artista pero que odian otra. Está bien que cada cual tenga sus preferencias, pero también hay que comprender el derecho de un músico a experimentar e investigar. Los artistas deberían dar respuesta al momento y el lugar que están viviendo, y cada etapa creativa es una consecuencia de eso. Como artista debes siempre empujarte hacia delante o de lo contrario estás condenado a repetirte.
Precisamente, al hilo de lo que dices de la búsqueda del enfrentamiento, me interesa mucho tu opinión a propósito de si la música popular ha perdido hoy su capacidad de provocación. Algo que obviamente estaba muy presente durante los años 70 y 80.
Es difícil definir hoy lo “popular”, porque la idea de lo “central” frente a los “márgenes” ha perdido relevancia. Me refiero a esos márgenes donde sucedían las cosas más interesantes y en los que operaban propuestas como la nuestra, que han sido rápidamente absorbidos por el “mainstream”. Y al mismo tiempo hoy todo funciona dentro de pequeños nichos, así que somos testigos de infinitas modas que podrían definirse como “guays”, “hipster” o simplemente “populares”. La música, pues, ha vuelto a convertirse no en algo que practicamos, sino algo que compramos.
En realidad la cultura hoy no es popular o experimental, sino simplemente un millón de cosas que suceden simultáneamente y que podemos elegir abrazar o ignorar. En una cultura de consumo, lo “popular” es simplemente un éxito del marketing que tiene poco que ver con el producto que se ofrece. Y poniéndonos un poco serios, todo lo que no sea la comida, la vivienda y la sanidad es pura mierda. La mayor parte de compañías en el mundo no venden nada más allá de la marca. Red Bull o Virgin, por ejemplo, su única razón para existir es expandir su marca, y a partir de ahí consiguen venderte lo que quieran. En ese contexto la provocación y la confrontación son simples estrategias de marketing.
Cabaret Voltaire buscasteis expandir el lenguaje musical con experimentos audiovisuales como el filme Johnny Yesno. Desde mi punto de vista la música popular ha retrocedido desde los años ochenta hasta aquí en su ambición a la hora de relacionarse con otras disciplinas artísticas, algo que posiblemente tenga que ver con todo lo que me acabas de comentar…
No estoy seguro. El proceso de digitalización ha democratizado el proceso creativo, así que es mucho más sencillo, crear, colaborar y compartir películas, música o ideas. El problema es que creo que esto ha provocado un excedente: crear algo es sencillo, pero hacerse escuchar entre todo el ruido es realmente difícil. Como dice Brian Eno“todo suena familiar a día de hoy”, y eso lo podemos aplicar a tantas cosas… No es cuestión de que no se cree buen arte, sino de que hay demasiado. No me malinterpretes, no me molesta esto, es simplemente que es demasiado complicado hacerse ver y oír. Ese es el desafío.
A día de hoy no basta con tener una buena idea, música o película, sino que dependes de otros factores como la distribución, los apoyos que tengas, lo oportuno del momento en que lo muestres, el trabajo duro, tener una historia detrás, un nombre… ¡y la mayoría de las veces de la suerte!
Relacionado con todo esto ¿cómo ha cambiado la tecnología la cara de la música en los últimos veinte años? No me refiero tanto a Internet y los métodos de distribución como en lo relacionado con los instrumentos y el software para producir música.
Crear música se ha convertido en una cuestión de elecciones. Hace 30 años todo se reducía a utilizar aquello que tenías a mano e incluso a fabricar y adaptar la tecnología a tus necesidades. Hace 20 años la cuestión era tener acceso a la ultimísima y más avanzada tecnología que pudieras encontrar, el poder de lo nuevo. Hoy lo importante es elegir cómo quieres sonar o incluso si te decantas por una imagen lo-fi o hi-fi, si apuestas por lo digital o lo analógico, hardware o una versión en pantalla de eso, fino o sucio.
Pero a la gente aún le gusta parecer “sucio”, tocar instrumentos y no simplemente utilizar el ratón. Yo no soy programador, así que para mí es más sencillo elegir instrumentos y tecnología que puedo manejar con mis manos: sintes, unidades de efectos, etc. Aunque me he pasado al ordenador portátil para pinchar música de otra gente y estoy encantado. Cargar con una maleta de discos es fatal para la espalda…
Desde el primer momento había un evidente componente futurista en la música de Cabaret Voltaire. ¿Se parecían en algo aquellas imágenes del futuro a nuestro presente actual? ¿Qué expectativas, especialmente en el terreno de la industria musical, terminaron por hacerse realidad y en cuáles estabais completamente equivocados?
Gran pregunta. Creo que el presente se parece bastante a lo que había imaginado con la colisión entre vieja y nueva tecnología. Siempre pensé que el futuro iba a ser mucho más desordenado y sucio que las visiones utópicas de Kraftwerk. Me encanta la obra de Philip K. Dick y creo que Ridley Scott realmente dio en el clavo al representar en imágenes su universo en Blade Runner.
Pero también tengo que reconocer que hay una parte de nuestro presente que me ha pillado totalmente por sorpresa, y es esa fascinación que el pasado despierta en las nuevas generaciones, lo que Simon Reynolds ha bautizado como “retromanía”. Es una fascinación que raya en el fetichismo de la cultura y la tecnología del pasado. Creo que este fenómeno tiene mucho que ver con la pérdida de los productos tangibles que ha traído la digitalización, así que la gente ve los aparatos antiguos y productos (discos, libros, etc.) como algo auténtico y real. Es como si poseerlos les diera acceso al espíritu de aquellas personas que los fabricaron o poseyeron en el pasado.
Cabaret Voltaire lanzábamos un mensaje que vendría a ser algo así como “no necesitas saber música, no necesitas un gran equipo, utiliza aquello que está a tu alrededor. Puedes grabarte a ti mismo, no vayas a grandes estudios…”, y la gente que está haciendo y compartiendo canciones online precisamente está actuando de esa manera.
También te digo que en 1980 no supe ver el fin de la música como producto… ¡pero es que nadie lo vio!
¿Y cómo está afectando el exceso de información a la música que se está practicando hoy? Hay un cambio evidente si lo comparamos a tus inicios: Cabaret Voltaire grabasteis vuestras primeras maquetas y en ese momento ni tan siquiera habíais escuchado a bandas como Can o la Velvet Underground, a los que descubristeis por primera vez cuando los periodistas o vuestros fans les vincularon con vuestro sonido.
Sí, es curioso cómo se va desarrollando todo esto. Pero no es algo que se limita a las bandas: vas por la calle y te encuentras a críos con camisetas de Joy Division y Ramones. Parece que hay una versión aceptada de la cultura popular, una narración en la que todo el mundo se haya puesto de acuerdo y de la que todo el mundo quiere la camiseta y el disco.
Esto tiene su lado positivo, en cuanto que permite profundizar en el tema a aquellos que están realmente interesados. Todo el mundo conoce a la Velvet Underound pero no tantos a Captain Beefheart, y lo mismo si enfrentas a Joy Division y Manicured Noise. La gente lista profundiza un poco más. La lástima es que no haya más personas interesadas en hacerlo, aunque es comprensible con la cantidad de estímulos que nos rodean. Nadie lo sabe todo, así que tal vez todos deberíamos aspirar a ser expertos en áreas muy pequeñas.
A Cabaret Voltaire se os ha señalado desde siempre como padrinos de la música electrónica y toda la etapa en Virgin, a partir de The Crackdown, el grupo tomó una orientación mucho más bailable. Pero, ¿realmente os sentisteis en algún momento parte de la cultura de club?
Sí, en realidad la mayor parte del tiempo. La música de club es maltratada a menudo. Es una de esas sentencias asimiladas por la mayoría de la gente en esa narrativa de la cultura popular de la que hablaba antes, porque se ve como un producto de usar y tirar cuando sólo es así la parte más populista de ella. Hay cosas buenas y malas en todo. La música es parte cabeza y parte cuerpo, la fisicidad de la música es muy importante y en parte la escuchamos con nuestros músculos. De hecho escribí mi tesis doctoral sobre el ritmo, la importancia de la música de baile y el bombo.
Yo crecí con el soul y el ska, soy del norte de Inglaterra y de clase trabajadora, así que esa es mi cultura. No hay nada como la música bien alta. Necesitamos alcanzar el éxtasis a través del sonido, es parte de la condición humana, introducirnos en él, perder el control... Si no bailas es sólo porque estás cohibido o te encuentras demasiado tenso. La música es dejarse ir.
También se ha señalado a Cabaret Voltaire como pioneros a la hora de mezclar géneros diversos como el dub, la electrónica, el funk, el avant garde, el pop,… Teniendo eso en cuenta, me interesa conocer tu idea acerca de cómo la “aldea global” ha afectado a la música. Quiero decir, ¿crees que a día de hoy el acceso libre a una fonoteca mundial está permitiendo un sonido global con diferentes aristas o, justamente al contrario, la dictadura del mercado marca lo que se escucha en todas partes y las diferentes tradiciones musicales están más aisladas y arrinconadas que nunca?
Entiendo que te refieres a la concepción de “aldea global” de Marshall McLuhan… Es una pregunta muy importante y he escrito bastante sobre este tema pero es complicado resumirlo brevemente. Vivimos en un mundo “post-géneros” en el que la música se ha convertido en un híbrido para el que ya no sirven las antiguas clasificaciones. La combinación de sonidos significa que ya sólo escuchamos extractos de los diferentes tipos de música del pasado.
No estoy del todo seguro de la idea de “mercado” en lo referente a la música. Consumimos y compartimos, pero en realidad ya no compramos. Es cierto que el poder del dinero todavía sirve al consumo a través de plataformas como Spotify o Youtube, sigue habiendo peces grandes y peces chicos y, como en la sociedad de nuestro tiempo, en la música existe una brecha creciente entre los ricos muy ricos y los pobres muy pobres. Recuerda que los medios todavía manejan la opinión pública, así que todavía existe un consenso que promociona lo aceptable, lo seguro, lo no amenazante.
Me gustaría preguntarte por los aspectos políticos en el discurso de Cabaret Voltaire y cómo fueron integrados en la estética de la banda, precisamente muy incisiva con el papel de los medios en la sociedad de vuestro tiempo. ¿Había debate dentro de la banda sobre cómo tratar estos temas?
En realidad nosotros no funcionábamos en un nivel micro, esto es, no apoyábamos a un partido o una ideología en concreto, pero sí que cuestionábamos el poder, el control, la salud, la manipulación de los medios, la explotación o la exclusión.
Los tres estábamos de acuerdo en que la música y los visuales debía exponer esas cuestiones sin dogmatismos. Intentábamos mostrar al público las cosas en un contexto diferente para hacer que se las cuestionaran. No se trataba de expresar nuestros pensamientos políticos, sino de integrar esos pensamientos en nuestro arte. Mostrar a la gente esas cuestiones, jugar con ellos, les empujaba a desarrollar su propia opinión al respecto. Nosotros no podíamos ignorar esos aspectos porque, como te decía antes, el arte debe incorporar elementos del contexto en el que se ha creado.
¿Cuál crees que es la función que tiene la música en la sociedad de hoy?
Socialmente a música tiene todo un espectro de funciones: entretener, educar, ofrecer consuelo, una vía de escape,… La música trata de la memoria, de la nostalgia. También sobre la identidad, la comunidad, sobre el tiempo y el espacio, el dinero y el poder que ejercen otras personas. Estas son constantes que se mantienen al margen de que hay muchas gente que diga que todo lo que se hace hoy es una mierda. Esa es una postura arrogante que desprecia la importancia de la música.
También es cierto que tendríamos que ser específicos aquí, porque el significado es distinto para el productor y el oyente. Todos esos elementos están ahí pero el contexto ha cambiado conforme hacemos y compartimos canciones de forma diferente en el actual mundo digital. Eso ha transformado a las personas y sus comunidades.
Una pregunta mucho más específica sobre Cabaret Voltaire. En los últimos años Mute ha reeditado la práctica totalidad de vuestra discografía. Me consta que Richard H. Kirk es quien a día de hoy maneja ese legado, pero ¿tienes algo que decir tú al respecto?
Es una cuestión delicada, porque Richard se ha “apropiado” del nombre del grupo y también ha acordado la publicación de esas reediciones sin consultarlo conmigo. Pero preferiría no entrar ahí, yo soy feliz haciendo lo que hago. El pasado siempre está ahí y yo estoy encantado de que Mute, con quienes tengo una excelente relación, hayan hecho un buen trabajo con las reediciones.
¿Cabe esperar la publicación de material inédito de la banda en el futuro?
Me sorprendería si hubiese algo más pendiente de publicarse. Sí que han aparecido en la red algunas rarezas sacadas de cassettes. Yo encantado de que vean la luz, porque es parte de nuestro legado y de nuestras vidas, de la de Chris y de la mía tanto como de la de Richard. La posesión y el control es resultado del miedo.
¿Eres músico a tiempo completo? ¿Qué papel cumple la música en tu rutina diaria?
Sí, la música es mi principal ocupación aunque hoy sólo unos poco afortunados pueden hacer de la música su forma de vida. Es la consecuencia directa de que ya no sea posible vivir de las ventas de discos. Así que paralelamente escribo, doy clases de cuando en cuando, y grabo y toco en directo siempre que puedo. Para trabajar en la música hoy tienes que manejarte de esta manera.
Creo que has llegado a dar clases en la Universidad, lo que no deja de resultar paradójico en alguien que fue el mejor ejemplo de la filosofía “hazlo tú mismo”. ¿Cuál es en concreto tu campo de enseñanza?
No enseño música, aunque sí que he dado charlas sobre sonido, ruido, música, cine, medios, etc. Lo que viene siendo mi ocasional campo de enseñanza está más relacionado con el arte, los medios, lo audiovisual y los diferentes aspectos relacionados con la cultura popular. También escribo sobre música y sobre hacer música, aunque para ser sincero estoy mucho más interesado en la gente y las conexiones entre las personas. La música de hecho es una pequeña parte de eso...
Has desarrollado toda una carrera colaborando con otros músicos, de hecho con la excepción de Pow Wow (1982) el resto de lanzamientos en los que has estado involucrado han sido siempre colaborativos, mayormente con amigos y músicos con una sensibilidad musical muy parecida a la tuya como Al Jourgensen, Shaun Ryder, Fila Brazilla o Dave Ball de Soft Cell, y Wrangler, tu grupo actual, es un buen ejemplo de ello. ¿Hay alguna razón para ello? ¿No te has planteado nunca situarte fuera del área de confort trabajando con músicos alejados de tu contexto musical?
La música es un proceso colaborativo aunque a la hora de hacerla pongas mucho de tu parte en ella. Nadie crea en el vacío. Y yo personalmente adoro la interacción y así es como trabajo. Creo que tengo muchísimos amigos, así que la consecuencia es que a lo largo de mi carrera he llevado a cabo muchísimas colaboraciones, con métodos muy diferentes. Por ejemplo, he tocado para un ganador del Turner Prize, Wrangler tuvo una pieza en la Tate Modern, colaboré en una obra que un amigo escribió para la radio y he grabado una versión del “I Walk the Line” de Johnny Cash. Quiero decir que mi zona de confort es muy, muy amplia…
De hecho ¿cómo nació Wrangler?
Phil (Winter, también miembro de Tuung) es un viejo amigo, hemos hecho música y pinchado juntos desde hace años. Por diferentes amigos comunes conoció a Benge y empezó a hacer cosas con él, así que a mi vuelta a Inglaterra tras unos años viviendo en Australia unimos fuerzas los tres.
¿Y cuáles son vuestros inminentes planes de futuro?
Tenemos dos discos en camino. Uno es un disco de remixes analógicos de LA Spark, nuestro único disco hasta la fecha, a cargo de gente como Chris Carter, Daniel Miller, I Monster, Scanner, Solvent y otros. Además hay un disco de estudio que está terminado en sus dos terceras partes. Además extamos remezclando y colaborando con otros artistas y tenemos un proyecto bautizado MUC IIc Festival centrado en la música en directo compartiendo escenario con otras bandas. Hay previstas giras por Rusia, Japón y e ideas para películas. En realidad planifico sobre la marcha, me tomo cada día tal como viene…