A José Sanz y Manuel Moreno no les gustan los libros de listas. Las 1.000 películas que hay que ver antes de morir. 100 hitos imprescindibles del cine español. Un millón de clásicos del western. Como "una moda y un cáncer" califica Manuel Moreno a esta corriente editorial. Y, sin embargo, es uno de los autores, junto a José Sanz, de Desde los márgenes: 150 películas que deberías ver y que nadie más te va a decir que deberías ver, un libro publicado por la microeditorial Libros Walden (que hasta ahora habían reeditado selecciones del mítico fanzine Stamp y el no menos legendario Música moderna de El Zurdo).
Los autores asumen la problemática con relativa dignidad ("en todo caso, si una lista sirve a alguien para descubrir lo que sea, pues se amortigua el daño que hace esta fea costumbre") pero lo que es cierto, en cualquier caso, es que Desde los márgenes no es un libro que liste películas y recomendaciones al uso.
Sanz (editor de la web Vanishing Point) y Moreno (fundador de Libros Walden, colaborador en fanzines históricos como Bang! o Dead City Radio) seleccionan 150 rarezas usando un criterio que rara vez resulta discutible: el del gusto particular de los autores. Su única guía para desenterrar del olvido unas películas por encima de otras es que merezcan reivindicación o descubrimiento, hayan quedado en segundo plano por culpa de otras más populares de sus responsables (pasa con Je t'aime, je t'aime, de Resnais, por ejemplo, ninguneada por culpa de la intocabilidad de El año pasado en Marienbad, a la que los autores despachan con hilarante condescendencia) y, en general, cuya calidad y valor histórico estén por encima de la popularidad que encontraron en su momento o en el nuestro.
Por eso, la naturaleza de las 150 películas seleccionadas (algunos directores presentes: Hal Ashby, Richard Lester, John Frankenheimer, Guy Maddin, Alan Clarke o Giorgos Lanthimos) es profundamente dispar, y el lector curioso, ansioso por cubrir huecos oscuros, se puede topar con que hay títulos que van de lo inencontrable a lo fácilmente localizable en unos grandes almacenes. De lo accesible únicamente por descarga alegal a estar a disposición de cualquiera con tarjeta de crédito y acceso a la web de Criterion.
Moreno nos cuenta que "no hemos rebuscado mucho, tampoco la intención era que fuesen lo más desconocidas posible. Hay bastante equilibrio entre pelis que puedes llegar a encontrar en la Fnac, en la biblioteca o poniendo la tele a horas raras, con otras que no vas a ver a menos que tengas el torrent encendido un mes para bajártela de la única persona de la Tierra que la tiene y comparte. No es un alegato propiratería, simplemente hay películas que no puedes conseguir legalmente, ni incluso aunque estés deseando pagar dinerales".
El único criterio que ha guiado a los autores en ese sentido no es, pues, el de la accesibilidad, que es el que orienta a otras guías del ramo, sino algo mucho más intuitivo y personal. Dice Sanz que "para determinar si una película era lo suficientemente rara hacíamos la clásica consulta a Imdb y Filmaffinity para ver si era conocida en base al número de votaciones, pero al final primaba el también clásico sesgo intuitivo de 'ostras, pues voy a hablar de esta peli'. Una cosa muy de impulsos y primordial, vaya".
La cinefagia se extiende al cine español
Uno de los valores indiscutibles de esta pequeña guía de rarezas es su renuncia a todo tipo de ortodoxia cinéfila o academicismos varios. Aunque muchas de las películas citadas (El héroe anda suelto, El hombre de mimbre, Dillinger ha muerto, Alicia, Elisa vida mía) son carne de filmoteca, muchas otras se zambullen en géneros populares o son pura carnaza exploit (Mi novia es un zombie, Hidden, Pollo jurásico, Terror firmer).
La selección de películas es una sorpresa continua, y de hecho, afirma Moreno con cierta sorna, "ayer una tuitera muy ofendida nos dio bambú porque decir que películas de Bresson, Fassbinder o Resnais están 'en los márgenes' era de tenerlos cuadraos. Así que hemos conseguido la difícil hazaña de conseguir que el mismo libro sea criticado por ser muy snob y por ser muy mainstream".
La militante cinefagia de los autores se extiende también al cine español, que recibe una merecida atención y reivindicación, y que se justifica “como respuesta a todos los tópicos que se vierten sobre el cine español, los sempiternos 'otra mierda española', 'fijo que va de la Guerra Civil' y demás. Si se indaga un poco en la historia del cine de este país, hay cosas que son ya no reivindicables, sino obras maestras absolutas del cine mundial. La inclusión de Animia de cariño, Ensalada Baudelaire, Elisa vida mía, Me va a encantar el siglo XXI, Mamá es boba, La pistola de mi hermano, El último caballo y otras sirve como muestreo de esto que decimos y como palmadita a los lectores para que se interesen por determinado cine de aquí.”
La heterodoxia en la elección de las películas corre pareja al estilo crítico de la pareja. Faltones, iconoclastas, prestos siempre a demoler mitos injustos y a reivindicar héroes caídos de la historia del cine, Sanz y Moreno tienen una prosa directa y punzante, heredera de un mito fanzinero al que citan en más de una ocasión: Mondo Brutto.
Sanz reconoce que “se puede ser claro y preciso sin necesidad de aburrir o ser pedante en el uso del lenguaje. Y en eso Mondo Brutto sentó cátedra, lo suyo es una erudición que para nada se atraganta, gracias el uso del lenguaje que hace”. Moreno tiene claro, por su parte, que “siempre hemos escrito sobre lo que nos gusta, y ese amor de fan te permite transmitir eso mismo al lector, ya sea a través de la exageración, el humor o la crítica a terceros. El objetivo es que al lector le den ganas de ver las 150 películas de las que hablamos”.
El resultado es un volumen franco y utilísimo, apasionado y sin prejuicios, que tanto reivindica una rareza de Carlos Saura como un impepinable de David Cronenberg, que salta de Aranda a Welles sin despeinarse. Como hay que ver el cine, parece decir el volumen: sin ideas preconcebidas ni miedo a las sorpresas.