La percepción que la ciudadanía española tiene respecto del funcionamiento del entramado político se debe, seguramente, a que durante los primeros años de nuestra joven democracia no se ha producido una socialización política satisfactoria. Así, el crecimiento económico –que ha sido muy elevado- no ha ido ligado a un aumento de la cultura democrática de nuestro país. Cabe afirmar que a un mayor bienestar ha correspondido un mayor desinterés por la política. Este desinterés se ha ido tornando en desconfianza, fenómeno que se ha acrecentado sensiblemente por los efectos negativos que la crisis económica y financiera tiene en general para la democracia y en particular para la española.
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