Jordi Évole (Cornellà de Llobregat, 1974) nos recibe en la sala de máquinas de Salvados, en las afueras de Barcelona. Tras 10 temporadas desde su estreno en 2008, con el programa especial Salvados por la campaña, Évole se ha convertido en uno de los periodistas más populares del país. Algunos todavía se lo miran con una media sonrisa por sus inicios como el follonero de Buenafuente; aunque la mayoría de sus seguidores hace tiempo que percibieron que, tras su mirada pícara, se escondían las preguntas más audaces, y a la vez, más normales de la televisión. Hablamos con él sobre el año político que se abre en España y sobre la necesidad de preservar un periodismo libre pese a las crecientes presiones que acechan el oficio.
Esta noche se ha emitido el Salvados en el que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, habla, entre otras cosas, sobre la Ley Mordaza. ¿Qué opinión te merece?
No me gusta ninguna ley que pretenda recortar las libertades de los ciudadanos. En un momento de conflictividad social evidente como el que estamos viviendo no es la mejor idea cohibir a la gente que quiere salir a la calle a protestar. Me parece un desastre, vamos.
Otro ministro, José Ignacio Wert, dice que haces preguntas trampa...
Hace un mes que intento hablar con él y no hay manera. Estamos preparando un programa de educación, el tercero que haremos en Salvados, y no contesta a los mensajes. Un día me respondió su hijo, que fue muy amable, y me dijo que algún día me explicaría porque no habla conmigo.
Un ex amigo del ministro Wert, el extesorero del PP Luis Bárcenas, todavía no ha aparecido en Salvados. ¿Qué le preguntarías?
Sinceramente, nos gustaría mucho que saliera en el programa, pero no creo que lo acabemos consiguiendo. Principalmente porque no pagamos a nadie para salir en Salvados. Si depende de él, y viendo los precedentes, es posible que acepte entrevistas de los programas que paguen mejor. Ahora, si lo tenemos, que lo seguiremos intentando, le preguntaría porque si sabe tantas cosas sobre el PP no las explica. Este "estiraré de la manta", pero no terminar nunca de estirar del todo, no me genera mucha confianza.
De quién sí hemos visto lo que había debajo de la manta es del ex presidente Pujol. ¿El periodismo falló con él?
Todos en Catalunya nos engañamos un poco. Últimamente, e incluyo mi entrevista, no le hacíamos preguntas incómodas. Era como ir a ver una especie de abuelo colectivo, al que habíamos visto inaugurar escuelas, carreteras, residencias de ancianos... Casi nos hacía gracia ir a verlo y no solíamos molestarle mucho. De hecho, cuando veíamos informaciones en contra de su legado, de su patrimonio o de su familia se tendía a creer que era un ataque al proceso soberanista. Y mira, al final no era así. Es importante no sacralizar a ningún político. Ningún mandatario debe tener la sensación de impunidad que, desgraciadamente, han tenido muchos dirigentes de este país.
Salvados puede hablar de todo o también choca con presiones?
Nosotros hacemos un programa que a menudo no gusta a nuestros directivos, ni a los anunciantes de La Sexta. Pero debemos aprovechar la fuerza que tenemos, debido a la gente que nos mira, para explorar dónde están esos límites. Tratamos de hacerlo a cada programa. Hasta ahora hemos podido publicar todo lo que queríamos aunque no fuera del gusto de nuestros jefes. El éxito te da libertad y fuerza.
¿Tienes la sensación de que, a veces, Salvados aprovecha el trabajo de otros profesionales y medios con menos recursos?
Por supuesto. Pero siempre intentamos mencionar o explicar de dónde viene nuestra fuente. Incluso en casos excepcionales, como en el programa dedicado al metro de Valencia, comenzamos la emisión con el testimonio del periodista que había hecho el documental0 Responsables, que aún no se ha estrenado. Esperamos que Salvados les haya servido para tener más recursos. Pienso que la información no es patrimonio de nadie. De hecho, si la compartiéramos más seríamos capaces de hacer mejor el escrutinio del poder. No soy un periodista al que le guste competir por las exclusivas.
¿Tienes previsto dedicar un programa sobre la crisis del periodismo o la precariedad laboral que entraña?
A mí, personalmente, sí me gustaría hacer este programa. Pero puede caer en el error de ser un poco endogámico. No creo que sea del interés general, muchos ciudadanos que nos miran no son periodistas y les interesa más otros temas. En todo caso podría ser una sección dentro de un programa dedicado a esta nueva clase social que ha emergido: el precariado.
Aunque después de la construcción es el segundo sector más castigado... ¿Qué diagnóstico haces del oficio?
Definiría la situación del periodismo como una especie de esquizofrenia. Por un lado es un momento de oro para hacer periodismo, con un interés enorme por parte de la ciudadanía. Pero en cambio tenemos unas empresas periodísticas en una situación muy delicada, con pérdidas, créditos, deudas... Y eso hace que muchas veces en las empresas manden más los acreedores que los editores.
Sobre Jordi Évole cuelgan etiquetas como que eres un periodista camuflado de humorista. ¿Te sientes refleajado?
Me gustan las mezclas. El mismo Salvados ha acabado siendo una suma de muchas influencias. Algunas del mundo del humor, sobre todo a raíz de mi etapa con Andreu Buenafuente; y otras del mundo del periodismo o el documental. Al final, esta mezcla hace que salga algo más o menos nuevo. Todas las trajes que me han puesto, de si soy más o menos periodista o humorista, me vienen grandes. Por eso he tenido que ir haciéndome el traje a mi medida.
De niño tu posición preferida en el campo era el de extremo izquierdo. ¿Políticamente como te defines?
No sé... Depende del tema. No creo que nadie se ponga las manos en la cabeza si digo que siempre he votado a la izquierda. Pero también soy una persona muy de buscar el consenso.
Hay quien cree que por tener una opción ideológica marcada te invalida para hacer un buen periodismo.
No creo en la objetividad. Todos venimos de nuestras casas, con una mochila cargada de prejuicios e influencias, de una ideología. En lo que sí creo es en la honestidad. En permitir que la realidad nos sorprenda e incorporar y dejar intactas aquellas reflexiones con las que no estemos de acuerdo.
Cuando un periodista se enfrenta a un personaje con el que puede tener cierta coincidencia ideológica, puede caer en el amiguismo. ¿Te pasa?
No te lo sabría decir. También pienso que, en ocasiones, podemos caer en el error de ser más críticos de lo que realmente sería necesario con alguien de quien se pueda sospechar afinidad. Quizás me ha pasado. Esto te lo deberían responder los espectadores.
De los nombres propios de la nueva política quién te llega más: ¿Pablo Iglesias, Ada Colau o el diputado de la CUP David Fernández?
Tengo una relación buena con los tres. He tenido la suerte de conocerlos antes de que fueran políticos. Han aparecido en paralelo a Salvados y antes de que se dedicaran a la política ya nos enviabamos mensajes. Esto permite tener una relación diferente con los políticos de toda la vida, pero al mismo tiempo hay que evitar caer en el compadreo.
Las formaciones emergentes, que aspiran a irrumpir en el escenario político, ¿Crees que pecan en ocasiones de repetir las lógicas más clásicas? En Podemos o Guanyem, desde el primer momento, ha habido liderazgos que han condicionado la democracia interna de los partidos...
A mí que una formación tenga un líder no me parece mal. A veces está bien que el elector tenga claro al menos una cabeza visible. Pienso que los liderazgos son buenos para dinamizar los partidos. Hubiera sido muy difícil la existencia de un Podemos sin Pablo Iglesias. O de un Guanyem, ahora Barcelona en Comú, sin Ada Colau. Una buen cabeza visible -y con tirón, para decirlo en términos coloquiales- es necesario para sacar adelante un proyecto en nacimiento.
¿Qué te dice la nariz sobre las posibilidades de cambio este 2015, con elecciones en Barcelona, Catalunya y en el Estado?
Será un año muy entretenido. No me gustaría estar en la piel de un director de un centro de encuestas. Ahora mismo detectar lo que se está cociendo en la sociedad debe ser la profesión más difícil de este país.
¿Como vives el proceso soberanista?
El proceso tiene una cosa muy buena para el entretenimiento: es como un culebrón. Van apareciendo personajes nuevos que entran y salen, nuevas tramas... La primera trama viene de lejos, de una manifestación espectacular en Barcelona en 2012. En medio aparecen elementos que hacen que te enganches aún más. Hay catalanes enganchadísimos a este culebrón. Ahora quizás pasa por unos capítulos más aburridos, pero seguro que pronto volverán a aparecer nuevas intrigas y nuevos capítulos que no sabes muy bien cómo terminarán. TV3 podría hacer un culebrón al respecto.
Crees que lo está haciendo?
Quizás sí. Pero no en horario de culebrón.
¿Se informa de forma más parcial desde Madrid o desde Catalunya sobre el proceso soberanista?
Desde los dos lugares hay esta tendencia. Pero depende de cada medio. Pero sí creo que algún medio catalán empata con algún medio de Madrid.
¿Como cuál?
No te diré nombres. Es un tema que se utiliza desde un lado y otro de una forma descarada.
Tú que has recorrido tanto España, ¿Crees que desde Catalunya se informa de una España más intransigente de lo que realmente es?
A veces sí, otras no. Desde aquí a menudo se cae en destacar lo más cutre de España. Hasta que un día entrevistas a David Trueba y dices, "ostras, este hombre es cojonudo, yo quiero ser del país de David Trueba". Y esto también sucede a la inversa. A mí un día un taxista de Madrid me dijo: "los catalanes sois de puta madre. Os recojo en el aeropuerto, hablo mucho con vosotros y pienso que sois cojonudos, no veo las cosas que leo en la prensa o que dicen los políticos". Muchas veces el conflicto Catalunya-España está más mediatizado y politizado que la relación real que existe entre la gente. Por suerte, la gente es más inteligente que nuestros políticos e incluso que los periodistas, entre los que me incluyo. La sociedad tiende a relativizar un poco más esta hoguera constante en la que están inmersas Catalunya y España.
Los resultados electorales, sin embargo, no siempre lo reflejan. En España el PP tiene una mayoría absoluta importante.
Sí, pero porque el PSOE de Zapatero, en medio de una crisis enorme, se fue hundiendo. No creo que el PP tenga la mayoría absoluta gracias a Catalunya. El auge de Podemos, por ejemplo, que tiene un discurso muy diferente al del PP sobre Catalunya, no parece que genere un rechazo enorme entre la ciudadanía española. No creo que la catalanofobia dé tan buenos resultados como algunos piensan. Los ciudadanos son mucho más inteligentes y saben cuando los políticos están alimentando fobias. Y si lo hacen de la forma descarada que lo ha hecho el PP pienso que se les acaba viendo mucho el plumero. Te pongo un ejemplo: En 2008, el gobierno de Zapatero estaba negociando abiertamente con ETA, que era el demonio. El proceso catalán no tenía tanta presencia y, en cambio, el vasco estaba en boca de todos. Se le dijo de todo por aquellas negociaciones, se hicieron campañas mediáticas contra él y sin embargo ganó las elecciones. Hubo una mayoría de españoles que le apoyaron y no vieron mal el diálogo. Muchas veces existe la creencia de que la confrontación hace ganar votos y quizás sea al revés.
¿Mas y Rajoy no hablan porque no se entienden o porque no les interesa entenderse?
Les va muy bien no hablar de cara a sus respectivas galerías. Pero al final les puede acabar saliendo muy mal la jugada. Tanto a uno como al otro.
¿Estás a favor del derecho a decidir?
Soy muy partidario del derecho a decidir, pero a decidirlo todo. No sólo la cuestión territorial. A mí me hubiera gustado opinar si quería que un gobierno hiciera recortes en sanidad o educación. Ninguno de estos recortes venían en el programa electoral de los partidos que los aplicaron y los tuvimos que asumir sin poder opinar al respecto. Hay que votarlo todo: El conflicto territorial, por supuesto, y también el resto de cuestiones. Sólo así saldremos de dudas. Me da la sensación que en España gobernará quien tenga la valentía de poner las urnas en Catalunya. Es decir, estoy seguro de que en tendrá gobierno para años aquel partido de ámbito estatal que se atreva a poner las urnas para que los catalanes puedan decidir su futuro. Si lo hace, se ganará, además, la legitimidad de los catalanes y se podrá abrir un proceso con propuestas contrapuestas. Pero se necesita valentía. Y en este momento en España hacen falta políticos con valentía.
El PSOE defendía el derecho a la autodeterminación en los años 70. Pero con el tiempo se le ha olvidado… Puede haber catalanes que piensen que si Podemos llega al poder no acabe impulsando el referéndum que dice que propondrá.
Si, se puede dudar. Pero si nos ponemos así entraremos en contradicciones constantemente. Tampoco Mas era independentista y ahora lo es como el que más...
Mas y también miles de catalanes que se han ilusionado con la idea de un país nuevo. ¿Tú como lo vives?
En el programa de Salvados dedicado al 9-N, Lluís Llach hizo una reflexión que me parece relevante. Él decía que en Catalunya la ilusión se ha traducido en independentismo y en el resto del Estado en Podemos. Ahora lo que tenemos que ver es hasta qué punto en Catalunya hay más gente que se entusiasma con la independencia o con formaciones como Podemos. Esto lo veremos, sobre todo, el próximo 27 de septiembre en las elecciones catalanas, las municipales no creo que nos sirvan para resolver esta duda. Lo que está claro es que hay una ciudadanía muy harta de lo que ha visto en los últimos años.
En aquella entrevista con Llach le hacías escoger entre una Catalunya independiente gobernada por CiU y una España gobernada por Podemos. Tú qué prefierirías: ¿vivir en la España del PP o en una Catalunya independiente bajo una coalición de izquierdas?
Yo es que no soy muy de separaciones. Creo que el sistema democrático que tenemos permite que cuando gobierna una formación con mayoría absoluta, como la que tiene ahora el PP, se pueda hacer una oposición razonable y cambiar ese gobierno. Y esto también pasa en Catalunya. Por mi forma de entender la vida y la sociedad preferiría que las fuerzas progresistas pudieran gobernar en España y en Catalunya. Y sobre todo, que el Gobierno fuera estrictamente tolerante para que el pueblo catalán no se sienta discriminado.
En Catalunya no tiene las mismas influencias un niño que nace en Vic que uno de Hospitalet. ¿En tu caso, hasta qué punto te condiciona la mirada el hecho de haber nacido en Cornellà?
Somos la suma de muchas influencias. En Cornellà podríamos encontrar hijos de padres inmigrantes que son independentistas. No sé si encontraríamos muchos, pero sí los hay. Quiero decir que a cada uno le afecta de una manera diferente. Para mí ha sido una riqueza haber nacido en Cornellà, un lugar con enorme mezcla. Mi madre es granadina y mi padre extremeño y todavía viven en Cornellà, y yo vivo muy cerca. Siempre me ha gustado más la mezcla que la pureza. Me gustaba ir a la bodega de abajo de casa, donde todos eran del Madrid, y defender al Barça. La cultura de barrio influye mucho. Y, en concreto, la cultura de barrio de Cornellà ayuda a ser más pillo. Lo más parecido que conozco a una patria es Cornellà.
Volviendo a Llach, quién te gusta más él o Serrat?
Los quiero mucho a los dos. Pienso que deberían ser declarados Patrimonio de la Humanidad.
¿Y quién es más útil para tejer puentes de diálogo?
Como me dijo Llach: "¡Que mala que eres!". Pienso que ambos son útiles para comprender y hacernos entender. Con Llach, desde aquel día, ha quedado una relación muy bonita. Es la única persona que me envía mensajes de voz. En lugar de escribirme, me habla y me cuenta cosas. Y yo hago lo mismo con él.