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David Simon: "El sistema capitalista es en esencia el mayor creador de pobreza"

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David Simon (EEUU, 1961) pasó como un exhalación por Avilés para participar en el Festival Celsius de Literatura Fantástica el pasado fin de semana. Lo suyo, sin embargo, tiene poco que ver con la ciencia-ficción. La pluma de Simon, bregada en el reporterismo callejero (trabajó durante años en el Baltimore Sun), no sortea los aspectos más crudos de la realidad. Como muestra ahí están sus novelas Homicidio y La esquina, los guiones de la serie de culto The Wire, o la producción de Treme, donde narra la reconstrucción de Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina. Posiblemente, junto a otros autores como Dennis Lehane o George Pelecanos, Simon sea hoy uno de los periodistas y escritores más implicados (y críticos) con la situación política de su país (y de Occidente). De la crisis, de las medidas de austeridad y de recortes hablamos en esta entrevista en la que también abordó la situación del periodismo y las nuevas tecnologías. Pero antes pasamos por un tema que salió a la luz en Asturias: su pasión por la Guerra Civil.

Ha comentado que quiere hacer una serie sobre la Guerra Civil española. Explíquese.

No, no. Cuando me preguntaron pensé que se referían a qué serie se podría producir en España. Pensé que querían saber qué acontecimientos políticos  me interesaban y desde luego, la guerra civil española fue un acontecimiento increíblemente relevante en el siglo XX, tal y como sucedió con la II Guerra Mundial. Por tanto, creí que la pregunta era sobre si una historia así me interesaría y, desde luego, si yo fuera un guionista español estaría completamente fascinado por este acontecimiento político. Sería increíble una serie política sobre este tema. Pero yo no dije que quisiera hacerla. De hecho, yo no soy la persona más indicada para hacer eso. No conozco tanto ni vuestra historia, ni cultura, ni vuestro idioma. Ahora bien, seguramente hay escritores en España que podrían hacer eso. Por otro lado, sí es cierto que tengo un interés personal en la Guerra Civil española.

Por su primo, ha comentado.

Sí, sí. Eso es una historia divertida. Es el primo de mi madre y yo no le conocí. Vivía en Nueva York, se alistó a las Brigadas Internacionales y se subió a un barco para ayudar al ejército español. Hace muy poco que me he enterado de esta historia y de su final. Él tenía 24 años y su padre había muerto. Pero lo curioso fue que su madre, mi tía, no quería que él fuera a luchar en España, por lo que le denunció por robo y cuando llegó al puerto de Rotterdam, los policías le arrestaron y fue deportado a los Estados Unidos. Mi madre me había contado la historia pero yo nunca la creía hasta que me puse a investigar hace unos años. Y me enteré de que él seguía viviendo en la misma zona de Nueva York de hace décadas y con el mismo nombre. Él fue deportado en 1937, por lo que nunca llegó a luchar, pero él nunca olvidó aquello y guardó todas las pruebas de la deportación. Y esto es algo que me interesa muchísimo, porque fue una deportación dentro de un momento de gran tensión política como fue la Guerra Civil española. Por eso, cuando me preguntaron sobre un argumento político para una serie me acordé de esta historia. Pero como te decía, creo que hay otros escritores españoles más preparados que yo para escribir sobre este conflicto.

También dijo que desde la Transición algo va mal en España.

Creo que tampoco dije nada de eso. Lo que dije es que algo está yendo mal en España, pero creo que no hablé de ningún problema específico.

¿Y podría abundar un poco más en esta cuestión?

Yo no puedo hablar de los problemas de España de una forma concreta, sino de lo que está ocurriendo en el mundo occidental. Y en este sentido sí que compartimos los mismos problemas en relación con el capital, lo que les está ocurriendo a los trabajadores y lo que está pasando con los mercados desregulados. Porque lo que está pasando en Europa es muy parecido a lo que sucede en mi propio país. Y tiene mucho que ver con la pobreza que está sufriendo la gente cada vez más. No se está resolviendo el problema de los mercados desregulados, no se están viendo soluciones con las medidas que se están imponiendo para el capital y los mercados, sino que los problemas se están agrandando desde hace cinco años. 

¿Y qué se debería hacer entonces? ¿Con qué sociedad sueña usted?

Básicamente, el sistema capitalista es en esencia el mayor creador de pobreza. La tensión entre capitalismo y los mercados es lo que se ha vivido durante todo el siglo XX. No es algo de ahora. El problema es que si seguimos confundiendo esto y cometiendo errores en este sentido lo que se acaba creando es una sociedad completamente desestructurada y disfuncional. Si se piensa que lo que se necesita son mercados completamente desregulados y que estos pueden funcionar por sí solos, esto nos lleva a la situación que se ha mostrado de forma muy clara en los últimos cinco años. El capitalismo lo que tiene que hacer es atender las necesidades sociales. Debe saber qué necesidades tiene la gente y, para eso, la gente debe poder expresarse sobre lo que necesita y de lo que está disponible para todos, no una superproducción exagerada de bienes. Esto significa que no debe haber flujo desorbitado de dinero. Ese ha sido el verdadero error que se ha cometido en Occidente, porque se creía que el capitalismo por sí sólo iba a producir riqueza, y como hemos visto, no ha sido así. Y ahora la corrupción política que estamos viendo en mi país o en Europa no ha hecho más que abundar en ello y poner sobre la mesa ese error.

En The Wire se mostraba esa codicia, pero precisamente en la serie Treme se habla de la solidaridad de la gente después del huracán Katrina. ¿Un cambio de tuerca para contar que el ser humano no es tan malo?
No creo que The Wire o cualquier otro trabajo que haya hecho hayan mostrado una invidualidad, sino el comportamiento de una comunidad. Yo creo que en The Wire el centro del asunto es la ciudad de Baltimore. Por tanto la idea que estábamos mostrando de la desesperanza o de la no creencia en un futuro tenía que ver con la ciudad, con esa sociedad multicultural. Sin embargo, para mí lo esencial es lo que un colectivo es capaz de hacer en el sentido de cultura común, de los valores que comparte. En la serie mostrábamos cómo Estados Unidos ha conseguido mantenerse y seguir hacia delante gracias a esos sentimientos de comunidad. Mostrábamos cómo sectores como el Gobierno, la policía, la educación o los medios de comunicación estaban en una situación disfuncional, pero cómo a través de la cultura la sociedad podía seguir. Y eso es también lo que se muestra en Treme a través, por ejemplo, de la música americana. La cultura es lo que consigue que la sociedad se mantenga y siga latiendo.

¿Cómo está la situación post Katrina?

En Nueva Orleans, seis años después de la tragedia, el 75% de la población ha regresado a sus hogares. También ha regresado el turismo. Y yo creo que la población ha resistido por esa idea de la creencia en la cultura y por intentar que la ciudad volviera a ser la que fue. Eso no quiere decir que no sigan existiendo problemas y que haya muchas cosas que quedan aún destruidas tras el paso del huracán y a las que deben enfrentarse las autoridades municipales.
  
Y en el periodismo, ¿cuál es la resistencia? En una entrevista usted dijo que estaba a favor de que los diarios digitales cobraran por los contenidos. ¿Lo mantiene? ¿Cómo debería de ser?

Sí, porque es la única esperanza que tienen los periodistas profesionales para mantener las ediciones digitales. No sé lo que está ocurriendo en España, pero en mi país cuando hace dos años The New York Times decidió cobrar por sus contenidos en Internet fue la primera vez en mucho tiempo que pensé que aún podía existir una oportunidad para la investigación y el periodismo. Y, ciertamente, lo que estamos viendo es que The New York Times está consiguiendo beneficios gracias al sistema de suscripciones de los lectores. Es decir, están consiguiendo hacer dinero de nuevo. Y eso está provocando que el resto de periódicos también estén imponiendo estas medidas. Es la única manera para evitar que el periodismo sea destruido por la corriente de los contenidos gratuitos. Durante mucho tiempo se pensó que los periódicos se mantendrían gracias al dinero que se ingresaba por publicidad, y así fue con los periódicos impresos, cuya propia producción, por otra parte, tenía un coste. Ahora, con la caída de la publicidad impresa, se ha visto también que la publicidad online tampoco es suficiente. Por eso, cuando el lector compra una suscripción online, para el periódico no tiene un coste, que sí tenía toda la producción del periódico impreso, y sí beneficios. 

A pesar de que haya periódicos como The New York Times que ya estén consiguiendo beneficios a través de las suscripciones, la realidad es que la mayoría de los periodistas ya no están en la redacción y muchos son freelances mal pagados. Eso no le viene nada bien al periodismo para la calidad de las historias.

Cierto. Y esto lleva ocurriendo desde los últimos años. Pero por primera vez desde hace quince años estamos viendo que las nuevas tecnologías están consiguiendo que se puede hacer algo para crear mejores historias y mejorar la calidad periodística. De hecho, están apareciendo organizaciones online de noticias que se están esforzando por crear un producto mejor y así tener más suscripciones por parte de los lectores. Y, por eso estas nuevas organizaciones online de noticias se están convirtiendo en las líderes de la información. ¿Son ellas las que están destruyendo las carreras de los periodistas? No. Lo que ha ocurrido durante mucho tiempo es que ha habido una mala gestión de sus recursos por parte de las empresas periodísticas. Lo que ha ocurrido hasta ahora es que durante un tiempo muchos medios creyeron seguir financiándose únicamente mediante la publicidad. Que sería la que los mantendría. Y eso fue un error, una visión increíblemente miope de lo que estaba ocurriendo, un movimiento incompetente. El actual valor esencial del periodismo, de los periodistas, de los fotógrafos, de los editores de los periódicos es conseguir informaciones de calidad y que el lector pague por ellas. Porque si se consigue que la gente pague por ello, el producto va a salir mucho mejor y eso hará que más gente pague por ello. Esa es la corriente para volver a generar ingresos. Y espero que esto es lo que consiga mejorar también la situación de los periodistas. Esa es mi esperanza.

¿Cree que con las nuevas tecnologías está naciendo otro periodismo?

Yo no creo en el periodismo ciudadano. No creo tampoco en el periodismo amateur que se dedica a tratar determinados asuntos que deben ser abordados por expertos. Lo que sí está cambiando es que ahora hay muchos más periodistas freelances que están luchando por encontrar historias, pero, aunque tengan más acceso a información a través de las tecnologías, es cierto que es mucho más duro que antes, porque es mucho más difícil vender esas historias. En cualquier caso, aún con las tecnologías, sigo creyendo en la esencia del periodismo. Miremos, por ejemplo, la historia de Edward Snowden en The Guardian. Yo no lo veo como un fallo del sistema el hecho de que la información sobre la transmisión de datos fuera revelada. Lo que creo es que Snowden tenía una buenísima información acerca de lo que la NSA estaba haciendo. La polémica con The Guardian [el periódico criticó en sus editoriales la revelación de Snowden] llegó porque la historia empezó a ser manejada, no por los periodistas, sino por líderes de opinión, por los que escribieron los editoriales. De hecho, creo que el periódico fue utilizado. Ahí se vio claramente que algo quería ser tapado. Y en el periodismo hay que hacer una gran diferencia entre lo que se desea que se informe y lo que se desea tapar.

¿Qué va a hacer ahora? ¿Una nueva temporada de Treme?

De Treme haremos cinco temporadas y terminaremos. La próxima se emitirá en Estados Unidos en diciembre. Y estoy preparando dos nuevas series. Una es una historia sobre la CIA desde 1945 y la otra trata sobre el Nueva York de los años setenta, cuando Times Square se convirtió en un lugar peligroso, lleno de drogas y prostitución. Cuando todos nos volvimos locos.





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