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Recetas FMI y UE: menos salario, más paro, menos democracia, más penuria

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Olli Rehn, el responsable de Asuntos Económicos de la UE, se ha apuntado a la petición del FMI: los sueldos de los españoles deben bajar un 10% para crear empleo. Dos patas de la Troika decretan pues abundar en nuestro empobrecimiento y con la tercera, el BCE, no existe la menor discrepancia ideológica -porque de eso hablamos-. Ningún dato avala que la devaluación de los ciudadanos disminuya el paro y frene la recesión sino todo lo contrario. Pero desde el Olimpo en el que viven nuestros ejecutores, los ciudadanos somos anotaciones contables en un papel que sirven a sus fines. Rehn ha osado incluso apelar a la coacción. "Quienes lo rechacen frontalmente cargarán sobre sus hombros con la enorme responsabilidad de los costes sociales y humanos", escribe en su blog, "expresando el sentir de la Comisión", según una portavoz. Paradojas de la vida, la Historia fijará la inmensa culpa de los actuales gestores de la UE en el hundimiento de Europa y sus ciudadanos. Y, ahora mismo, en los injustos daños sociales y humanos que ya han causado.

Un negocio estupendo proponen. Se trata de rebajar los salarios un 10% adicional a las graves mermas sufridas con la Reforma Laboral de Bañez/Rajoy. Como saben que eso no funciona, solicitan también incentivar la contratación con rebajas de impuestos a las empresas. Pero, claro, entra menos dinero en las arcas públicas, así que cogemos a los monigotes del tablero y les subimos también los impuestos indirectos. Como esto es intragable –por mucho que los españoles hayan demostrado que engullen cuanto les echen- emplazamos a los sindicatos para que les convenzan. Ésta es la síntesis del “pacto” pergeñado por el FMI, que la UE encuentra un gran hallazgo. ¿Motivar a los ciudadanos para que asientan en silencio? Bastante tienen con un empleo miserable si es que les toca en suerte.  No hay otro incentivo.

Desde primero de economía o desde la pura constatación sensata de la realidad, se sabe que con menos dinero –vía mermas salariales y subidas de costos- los ciudadanos cada vez consumen menos. Se siguen hundiendo los negocios, por tanto, y aumentando el paro. Máxime cuando los bancos a pesar de nuestros generosos regalos no dan créditos. Pero el plan vuelve a ser que trabajemos para la exportación. Buscan crecer en ese apartado, es lo que nos brindan como ejemplo de “recuperación”. Nos convertimos en la fábrica del mundo, en competencia con China, Bangladesh u otros países de trabajo esclavo. Hay mucho margen para rebajar el sueldo en consecuencia. Y a callar. Realmente es un acuerdo muy ventajoso. Para ellos.

 Rehn  -que llama “lumbreras” a quienes se oponen a las rebajas de sueldo y demás recortes a la sociedad- cita como ejemplo de la eficacia de estas políticas a Irlanda y Letonia. Estamos ciegos si no queremos verlo, aunque conozcamos lo que quieren ocultar. Irlanda, casualmente, lidera con España el aumento del paro de larga duración en los últimos cuatro años. Pero es que la gente, el dolor de las personas, son daños colaterales. En cuanto a Letonia ha venido siendo ejemplo paradigmático de crucifixión a cargo del FMI y lo será de la UE a la que ahora, en los huesos sus ciudadanos, aspira a entrar. El que, en terminología de la jungla neoliberal, fue llamado “El tigre báltico”, vio caer al 18 % su economía cuando llegó la crisis. Se cerraron hospitales, los enfermos debían alquilar su cama en los que permanecían abiertos, bajaron a la mitad el sueldo de los maestros y un 20% el salario mínimo y las pensiones. El despido es libre. ¿Han salido de la recesión? Los ciudadanos no. Como explicaba Paul Krugman las recuperaciones parciales de algunas de sus cifras de depresión - como el paro cuya tasa fue la única que en algunos momentos sobrepasó la española-, se han conseguido por ejemplo con la emigración masiva. Nosotros andamos en ello. También aquí hay mucho margen para echar a su suerte a ciudadanos de toda condición. Las cifras de la EPA mejoran así que es un gusto.

Lo más grave si cabe es que el aumento de las desigualdades sociales –y España se sitúa en cabeza de Europa en rapidez y cuantía- lastra incluso el desarrollo de los países como tales. Está demostrado. Las sociedades menos igualitarias registran un mayor grado de fracaso social que aquellas donde esas diferencias se han limado. La desigualdad aumenta las tensiones sociales, crece la violencia, las enfermedades, los problemas mentales, reduce la esperanza de vida. Prácticamente todos pierden. Pero si el dinero llena los bolsillos adecuados no les importa.

 Rehn ha vivido de lo público toda su vida laboral. Como tantos otros. Como la mayoría de sus colegas en la Comisión. Como el español Joaquín Almunia en gran parte de su trayectoria. Desde las atalayas de sus jugosos sueldos ya no sienten el aliento de las personas a las que dicen representar y pagan sus facturas. Deberían cobrar el sueldo medio de la UE una buena temporada, la media entre Rumania o Bulgaria y Suecia y repetir después sus doctrinas.

La austeridad –apadrinada por Merkel-  ha matado Europa. Ya apenas cuenta en el concierto mundial. Obama ha sido el primer presidente del aún poderoso EEUU que ya apenas la pisa. La austeridad… y la profunda relajación de la democracia. La conservadora canciller alemana imprimió también –desde el famoso Merkosy- la sustitución de los órganos comunitarios por decisiones personales o apañadas a dos o por una camarilla. Quien más manda en la UE es el Consejo Europeo compuesto por los presidentes o jefes de gobierno de los países miembros, cada cual buscando sus intereses nacionales. Y es decisiva la asimetría del poder real: unos deciden e imponen y otros no pintan nada.

Pero hay todavía una enorme responsabilidad más de la UE con respecto a España: lo poco que les interesa la profunda trama de corrupción que está minando los pilares del Estado. Eso no va con ellos. Son asuntos internos. Con los que se intercambian relaciones comerciales que no en otra cosa han convertido a los países. De hecho, Merkel sigue apoyando a Rajoy vea lo que vea, y sepa lo que sepa. Mediando el beneficio para sus bancos, se hace la vista gorda a las vigas que se clavan en el ojo propio. En un utópico mundo justo, también tendrían que pagarlo.

 Quedaron profundamente grabadas en mi memoria las palabras de una dignísima anciana que conocí en un reportaje sobre el Archivo de Salamanca. Teresa Virgili, hija del que fuera vicepresidente del Parlamento catalán en la República dijo: “Mi padre era muy optimista, él pensaba cuando empezó la guerra mundial que ganarían las democracias y Franco saltaría enseguida, que las democracias europeas nos ayudarían. La gran decepción fue cuando no pasó esto”.

 Hoy como siempre, estamos solos. Ante la codicia del entramado mundial y el español en particular. Ante la devastadora corrupción que nos corroe. Ante la peligrosa degradación de la democracia. Ante nosotros mismos y esos ciudadanos decisivos que una y otra vez miran para otro lado o creen la fantástica mentira de que ya vuelve el maná.




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