¿Por qué la España democrática, en definitiva, ha sido incapaz de investigar y juzgar los crímenes del franquismo? Este es uno de los principales interrogantes que suscita la Querella Argentina. «Porque no hicimos una ruptura democrática como en Portugal con la Revolución de los Claveles», sostiene Willy Meyer. «En Portugal se depuró la policía política (la PIDE) y se desmanteló el aparato judicial de la dictadura fascista. Aquí no tuvimos la fuerza suficiente y se hizo una Transición sin depurar los aparatos del Estado y en ese paquete iba toda esta gente, que pasaron de ser unos torturadores a unas personas rehabilitadas e incluso condecoradas, como fue el caso de Billy el Niño».
«La Transición la hicimos lo mejor que pudimos, pero hoy, mirando hacia atrás, no fue la mejor Transición posible», reconoce Julia Hidalgo, dirigente también de uno de los partidos protagonistas de los pactos políticos y económicos de 1977-1978 y coautor de la Constitución vigente en un contexto sin duda desfavorable: el «ruido de sables» en las Fuerzas Armadas, el miedo de un sector importante de la población, oprimido aún por la memoria traumática de la Guerra Civil, y un resultado electoral en las primeras elecciones generales desconcertante e injusto.
Por su parte, Paco Lobatón evoca la Transición como un tiempo histórico «muy frágil», «lleno de amenazas». No ha olvidado, por ejemplo, el asesinato de la estudiante Yolanda González en 1980 a manos de la extrema derecha. «Y luego, a título individual, teníamos necesidad de expandirnos en la libertad recién conquistada más que recordar cada uno de los episodios que habían precedido a esa libertad.»
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La memoria como fuerza de la historia
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