Cuando el alemán Wilfried Stuckmann y su esposa recorrían el norte de España en un viaje de turismo, llegaron a León el 17 de marzo. Habían reservado dos noches en el impresionante Parador Nacional. El primer día recorrieron la ciudad, observaron las procesiones de Semana Santa y tomaron una copa en la Plaza Mayor, todo iba bien. En la tarde del segundo día se quedaron, en sus propias palabras, "conmocionados".
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