Tres palabras (en inglés) surtieron hace ya casi dos años un efecto impactante en los mercados. Fue el famoso "whatever it takes" (todo lo necesario) que dijo el gobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi, que haría para sostener el euro. Del dicho al hecho ha habido un largo trecho, tanto como que hoy puede ser el día en el que esta expresión se materialice en medidas de política monetaria que logren insuflar brío en la átona economía del euro.
En un gesto inusual, Draghi trasladó en mayo a la reunión de junio la posible decisión de tomar medidas extraordinarias para dinamizar la economía. Un banco central nunca anticipa cuándo va a actuar, porque el efecto sorpresa es el que produce un mayor impacto en los mercados, así que adelantar el movimiento es la primera medida heterodoxa de este esperado (y temido) paquete de medidas que puede tomar el organismo.
En este mes que ha transcurrido se han conocido los datos confirmados del PIB del primer trimestre que arrojan un crecimiento medio en la zona del euro del 0,2%. La inflación de mayo se ha quedado de media en un 0,5%. Si los miembros del BCE querían una excusa para actuar, la han encontrado.
En la intangible política monetaria, una suerte de matrix económico que todo lo mueve aunque nadie sepa muy bien lo que es, el BCE tiene cuatro posibilidades para desplegar su abanico de capacidades. Sin embargo, desde el organismo ya han advertido de que las medidas que tomen pueden sorprender al mercado, algo que parece imposible a estas alturas. Estas son las fórmulas más previsibles de actuación que se pueden ejercer hoy:
Reducir el tipo de interés del 0,25%. El mercado especula con que el BCE baje la tasa de lo que popularmente se conoce como el precio del dinero del 0,25% actual al 0,15% o 0,10%. Lo cierto es que las condiciones de financiación que ofrece la entidad ya están tan baratas que su escaso margen de actuar es tan exiguo como su impacto en la economía.
El catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Valencia Joaquín Maudos cree que "una rebaja del tipo de interés no es eficaz de forma directa, pero sí de forma indirecta afectando a las expectativas de los agentes económicos". La medida por sí sola es escasamente eficaz, aunque ayuda a rebajar el nivel del Euríbor y de otros indicadores de referencia para préstamos en la economía. En EEUU, el tipo de interés está en el 0% desde casi el inicio de la crisis.
Cobrar por tener el dinero en el cajón de Draghi. Una medida que ya entraría algo más en el terreno de la ortodoxia es la de cobrar por lo que se conoce como la facilidad del depósito. Esto es, penalizar a los bancos por tener su dinero en el BCE. Con esta medida se trataría de incentivar a que los bancos prefieran conceder préstamos que tener su dinero parado en Fráncfort, algo que hasta ahora les sale más rentable. Una medida así se ha tomado ya por los bancos centrales de Suecia y Dinamarca con unos resultados no muy claros.
El catedrático de Economía de la Bangor University e investigador de Funcas Santiago Carbó cree que además este problema de la liquidez "inmovilizada" ya se ha ido corrigiendo solo (por el fin de los programas de créditos del propio BCE), por lo que su incidencia puede ser menor de la esperada.
Una nueva inyección de liquidez a más largo plazo (LTRO). Los programas de liquidez (conocidos por sus siglas en inglés Long Term Refinancing Operation) fueron las primeras medidas extraordinarias puestas en marcha en la era del italiano para dinamizar la economía. El primer paquete se produjo ya en diciembre de 2011 y luego se repitió en 2012.
Estas inyecciones de dinero no son otra cosa que préstamos, a plazos entre uno y tres años, a un tipo de interés muy bajo. El primer paquete, a tres años, se hizo con un interés del 1% y los bancos lo han ido amortizando en unas ventanas de reembolso que ha facilitado el organismo. En febrero de 2012 se hizo un segundo paquete. Entre uno y otro programa se regó a la banca con un billón de euros.
En opinión del economista, y autor del libro Cómo acabar de una vez por todas con los mercados, Juan Ignacio Crespo, el BCE podría conceder un nuevo paquete pero esta vez a un plazo más largo, hasta 5 años, que permitirá a los bancos financiarse casi gratis en un marco más estable de tiempo y prestar así a su vez dinero a la economía. Esta medida fue criticada en su momento ya que muchos bancos han hecho lo que se conoce como carry trade, esto es, financiarse muy barato con el BCE para comprar bonos que tenían una rentabilidad mucho más alta. El dinero nunca llegó a la economía con este sistema.
Compra de deuda respaldada con créditos a pymes. La cuarta parta de un programa realmente integral sería la de comprar a los bancos sus créditos a las pymes para sacar el riesgo de sus balances y animarles así a prestar. La fórmula es la siguiente: los bancos prestan dinero a pymes y luego titulizan esa deuda, es decir, la convierten en papel que les compraría el BCE (los descuenta de sus préstamos). Al vender esos títulos rebajan el impacto en sus balances de los créditos.
Esta opción es muy necesaria ya que una de las principales razones por las que no están prestando dinero los bancos europeos es porque tienen que mejorar el capital en sus balances de cara a los test de estrés. Así, por cada diez euros de crédito, al menos uno tiene que estar depositado como capital.
Carbó cree que un programa de compra de deuda, algo similar a lo que hace la Reserva Federal, sería la medida más efectiva pero teme que el momento para que algo así tenga realmente impacto en la economía puede haber pasado. Maudos también cree que comprar este tipo de deuda sería una de las medidas más efectivas pero lamenta que "en Europa el mercado de la deuda privada es muy estrecho, por lo que hay poco margen de maniobra en la intervención".
Bola extra: las medidas realmente heterodoxas que podrían sorprender al mercado. Aunque las cuatro anteriores son las medidas que tienen más papeletas de ser tomadas, con mayor o menor intensidad por el BCE, los expertos apuntan otras que podrían realmente sorprender al mercado. Maudos cita la posibilidad de "comprar activos en dólares para depreciar el euro". Esta medida no iría dirigida tanto a mejorar el crédito como a mejorar la competitividad de las exportaciones a las que el euro comienza a hacer mella por sus elevados niveles.
Para Crespo, una idea efectiva sería la de proponer "objetivos mínimos" de crédito a las entidades financieras. Una suerte de cuota mínima de crédito que deberían dar y que podría ser recompensada con alguna prima a los bancos. Carbó dice que cualquier medida que exceda a las anteriores, especialmente en programas de compra de deuda, podría causar un impacto en un mercado que ya tiene muy descontado los efectos de las medidas tradicionales.