Sin solución de continuidad, a la agitación política provocada por los resultados de las pasadas Elecciones Europeas del pasado 25M le ha sucedido esta semana el anuncio de la abdicación de Juan Carlos de Borbón, un hecho que ya hemos calificado desde que se conoció como de amplia trascendencia histórica y política.
Ambas circunstancias –la representatividad otorgada por la ciudadanía en los comicios europeos y la renuncia del jefe del Estado- se producen de forma independiente pero, desde nuestro punto de vista, con una ligazón indiscutible. El deterioro del sistema bipartidista no lo niegan ya ni los más fieles defensores políticos y mediáticos de PP y PSOE, empeñados ahora en buscar un tratamiento de urgencia a lo que es una enfermedad crónica que puede convertirse en irreversible.
Populares y socialistas cosecharon entre ambos menos del 50% de los votos emitidos por el electorado y quedaron al borde del 20% del total de las personas con derecho a voto. Ya lo advertimos en los últimos días de la campaña electoral dirigiéndonos al presidente del Gobierno y líder del PP, Mariano Rajoy: si la ciudadanía no refrendaba suficientemente sus políticas de ajuste duro y de recortes en unos comicios que él mismo había convertido en un plebiscito hacia la labor de su Ejecutivo, debería tomar nota, disolver las Cámaras y convocar elecciones.
Pero los acontecimientos han ido más allá. Mientras Rajoy vuelve a hacer de Don Tancredo, inmóvil en lo interno mientras sus dirigentes agitan su pírrica victoria en votos y eurodiputados, en el PSOE precipitan su inaplazable crisis interna y el rey da el paso que, al menos hasta hace unos meses, él mismo negaba en público con un impagable coro de apoyo de 'cortesanos' políticos y mediáticos, los mismos que ahora alaban y respaldan la decisión contraria a la que antes también jaleaban.
Desde Izquierda Unida también hemos movido ficha en un complicado tablero de ajedrez en el que, además, del 'rey', se mueven 'alfiles', 'torres' que hasta ahora se creían inexpugnables, 'caballos' más o menos desbocados o discretamente quietos a la espera de acontecimientos y 'peones' de toda condición.
Desde nuestra formación planteamos la imprescindible convocatoria de un referéndum para que el pueblo decida entre Monarquía y República o, lo que es lo mismo, entre Monarquía y Democracia. La Ejecutiva Federal aprobó el pasado lunes una resolución que deja claro nuestra opinión de que no somos súbditos sometidos bajo un 'derecho de sangre' que no tiene cabida alguna en este siglo XXI.
Tenemos el convencimiento de que ese referéndum debe sentar las bases para desarrollar un proceso constituyente que venimos reclamando desde hace años, que no es nuevo para nosotros, como tampoco lo es para esa gran cantidad de asociaciones, grupos, movimientos y formaciones con las que venimos manteniendo reposados y fructíferos contactos en ese mismo largo periodo.
Queremos, con prudencia y tranquilidad democráticas, dar los pasos necesarios para construir un nuevo proyecto de país.
Por todo ello, y reproduciendo textualmente la conclusión final aprobada por nuestra Ejecutiva, hacemos un llamamiento a las "fuerzas políticas, sociales, culturales y a todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que quieren ejercer su legítimo derecho a decidir cómo queremos gobernarnos, a reclamar juntos un referéndum para que el pueblo decida, e iniciar el camino a un país más justo y más solidario. A este proyecto le llamamos III República".
Creemos que es la hora de la actuación decidida, de la movilización -las manifestaciones en todo el Estado del pasado martes mostraron claramente el deseo alegre y pacífico de la gente-, de la propuesta, de reclamar y ejercer la Democracia con mayúsculas.
Atrás deben quedar el profundo deterioro de la Corona, su anacronismo histórico, las prácticas presuntamente corruptas de algunos de los miembros de la familia real y la opacidad y falta de trasparencia con la que ha actuado esta institución. En todo ello han contado con la complicidad de ese bipartidismo ahora profundamente cuestionado; el mismo que ha decidido y aprobado acelerar los acontecimientos convirtiendo a las Cámaras en un 'escenario exprés' para tratar de que todo quede de nuevo 'atado y bien atado' en un par de semanas con la tramitación de una improvisada ley orgánica de abdicación.
El desprecio al parlamentarismo democrático está servido una vez más; se le sacrifica en aras de una supuesta estabilidad y una seguridad que sólo es la suya, no la de la mayoría de la gente.
Unos y otros tienen prisa. Han precipitado todo porque no confían en los resultados que puedan producirse en las próximas elecciones municipales y autonómicas, ni tampoco en la generales previstas para el año próximo. Temen que una mayoría no ya sólo de izquierda sino republicana dé al traste con sus planes.
Para impedirlo es por lo que ya nos estamos moviendo. No estamos solos en el empeño. Creemos firmemente que la soberanía reside en el pueblo y no en el rey. Por eso, desde IU adoptaremos una actitud consecuente en nuestra actuación parlamentaria y, como tantas otras veces, estaremos en primera fila en la movilización democrática para ejercer esa soberanía.