Sitges pone de buen humor y ayuda a ver la botella de la crisis medio llena. Después del terremoto electoral del pasado 25M, con tanto empresario y político junto, cabía esperar una profunda reflexión sobre las razones que han hecho hervir en las urnas opciones populistas de ultra derecha, y alternativas nuevas por la izquierda hartas de austeridad. Algún mea culpa, tal vez. Un reconocimiento de que arañar unas décimas de crecimiento, pagar menos por la deuda pública, tocar fondo en materia de paro después de la debacle y contabilizar mejoras en las exportaciones labradas con bajadas de salarios no logran ejercer de bálsamo sobre la sociedad que sufre mayores desigualdades en la UE desde el inicio de la crisis. Pero nada. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha llamado a empresarios y ciudadanos en general a no ser “cenizos”, por mucho que la crisis, ha admitido, no podrá darse por superada mientras la lacra del paro siga ahí. Lo que pasa es que “es difícil de explicar” que la cosa va bien a quien no le va bien. Así se ha zafado el jefe de Gobierno de la presión que le ha puesto encima el presidente del Círculo de Economía, Antón Costas, sobre “el desacople” entre la mejoría macroeconómica y el malestar social.
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