Escribía, al empezar, que este es un libro por el que avanzo con cierto temor, porque sé muy bien que, en parte, consistirá en el relato de las carencias, los eclipses, las bajas. La existencia aventurera que llevé va remansándose para dar paso a lo de hoy, una batalla cotidiana conmigo misma para no dejarme caer, para no ceder a la fácil postración que la edad exige desde lo más reaccionario de nuestro interior. Anda, tú a lo tuyo, ¿qué más te da cuanto sucede? No va contigo, tú ya has luchado, que se apañen los jóvenes. Enciérrate, rechaza, no sufras. La quietud es un veneno lento que invade la mente con la misma tozudez con que la decrepitud se va haciendo con zonas de tu cuerpo. No te das ni cuenta. Claro que no te la das. Si ocurriera de golpe, ¿seríamos capaces de resistir ese asalto inevitable, contundente, vampírico? Los más lúcidos nos suicidaríamos en manada.
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