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"Quiero trabajar, ya no puedo más"

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Casi seis millones de españoles están desempleados. Es una cifra que se ha disparado en los últimos años, desde el estallido de la crisis económica, y que esconde otras tantas historias de personas que no tienen "donde echar mano". Números que representan a familias sin recursos, emprendedores que han perdido "todo", profesionales cualificados que no encuentran salida laboral. Como Antonia, doctora en Química, Francisco, Paqui o José Luis, emprendedor del sector de la construcción que no ve, dice, "futuro ninguno". Por eso reivindican, en plena celebración del 1 de mayo, su derecho a trabajar.

"Para el trabajo ya acabé: si no quieren ya ni a los nuevos, imagínate a mí", expone José Luis Dorado que cuenta con 54 años de edad y lleva "siete sin trabajar", desde que cerró la "cooperativa de temas de construcción" que emprendió junto a sus hijos y por la que aún arrastran deudas. Ahora cobra "los 426 euros para parados mayores de 52 años, hasta que se acabe", dice con resignación. "Quiero trabajar, ya no puedo más, no tengo dónde echar mano. Teníamos una máquina retro grande, otra chica, un camión con grúa y varias cubas… Lo tuve que entregar todo, lo perdí". ¿Y lo que debe? "No tengo ni para comer, de dónde voy a pagar", concluye. "A veces vendo caracoles, en fin, hago lo que puedo. En casa, somos dos hijos, mi mujer y yo. Nos la vemos y deseamos para pagar la luz, el agua, la casa… ¿El futuro? A esto no le veo arreglo ninguno. Y la juventud está perdida, porque no están cotizando y cuando lleguen a nuestra edad, verás. Esto sólo está bien para ellos. ¿Que quienes son ellos? Políticos, banqueros… los que mandan, los que tienen el frigorífico lleno".

"No había dinero ni lo habrá y tengo que dar de comer a mis hijos"

Antonia Terriza es doctora en Química y se dedica "a la investigación". Tiene 28 años y lo que más le gusta de su profesión es "Que es muy gratificante empezar a buscar la solución a un problema de la vida real desde la nada y ver cómo poco a poco va tomando forma hasta llegar a construir dispositivos aplicables a un campo concreto". Aunque cambiaría, "en general, la dotación tecnológica de los centros de I+D de España, de mucha menor calidad y menos avanzada que en otros países de la Unión Europea". El mundo laboral español no le ofrece, en la actualidad, salidas a su vocación "porque el sistema de contratación de personal investigador se basa en gran medida en subvenciones que provienen del Fondo Social Europeo y se han reducido notablemente en los últimos años; y además hay más ayudas para realización de tesis doctorales que para la posterior contratación de los doctores". Antes, cuenta, "el hecho de irte fuera ampliaba enormemente las expectativas laborales", pero "en la situación actual de crisis ni siquiera las estancias en el extranjero suponen una mejora importante en las posibilidades de trabajar en España".

"Soy peluquera, tuve mi propio negocio y he trabajado en limpieza, de dependienta, ayudante de cocina… lo que encuentro". Francisca Cordero tiene 48 años y dice que ya es "parte de los excluidos". "Me gusta trabajar –recalca– pero me percato, con la situación actual, de que trabajando sólo podemos comer, de que somos pobres y que estamos llegando a una situación en que ya casi da igual que seamos parados o trabajadores". El futuro lo ve "oscuro". "Estoy poniendo en venta todo, incluso mi coche, que sólo me dan lo que me queda por pagar. He intentado incluso hacer reciclaje, pero no había dinero ni lo habrá y tengo que dar de comer a mis hijos", relata. Como contraste, dice Francisca, "todos los días veo cómo se chulean los ladrones que nos han hecho llegar a la situación que sufrimos y pagamos".

Francisco Narváez ha cumplido 52 años y arrancó su vida laboral "en una empresa de prospección petrolífera por la geografía española, a la vez que intentaba estudiar biblioteconomía y documentación". Después trabajó "en el campo, unos cuatro años con mi cartilla agrícola", hasta que, "con las obras de la Expo 92, aprendí a diseñar y montar muebles de pladur". Y acabó abriendo su propio negocio: "Ese ha sido mi trabajo sin interrupción hasta 2008, año en que hice mis últimos trabajos serios o de cierta envergadura; eso ya lo doy por perdido del todo". A partir de ahí, cuenta, "parado, chapuceando, pequeños contratos como mucho de un mes, hasta que en 2013 vuelvo a trabajar en el campo y hago la temporada de la naranja y del melocotón, que pueden sumar unos cuatro meses al año". Francisco no ve "oportunidades laborales" para trabajar "en lo que te has preparado, como emprendedor o por estudios, porque también me formé para dar clases en academias impartiendo francés". Sí percibe una situación que torna "en un sálvese quién pueda" en la que se muestra "dispuesto a luchar por nuestros hijos e intentar que la juventud despierte y pelee, porque no nos van a regalar nada".



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