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El hombre que sepultó a Víctor Jara

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Héctor Herrera presenció en los días posteriores al golpe de estado de Pinochet en Chile una interminable sucesión de cadáveres pasar por la Morgue de Santiago de Chile. Entre todos ellos, reconoció el del cantautor Víctor Jara y arriesgó su vida para darle sepultura y salvarlo de la fosa común. Más tarde fue detenido, y tuvo que exiliarse a Francia. La historia ha permanecido en secreto hasta que la directora francesa Elvira Díaz realizó el documental “Víctor Jara Nº 2547”.

“Un ser humano se mata con tan solo una bala. Víctor tenía 44. Se ensañaron con él”. Héctor Herrera señala al suelo de la Morgue de Santiago. Recorre el espacio, de apenas unos 50 metros cuadrados apuntando con su brazo dónde se encontraban las hileras de cuerpos inertes. “Aquí estaba. Había mucha sangre, muchos pedazos de cerebro” se balancea hacia detrás y hacia delante, como si estuviera viendo cadáveres alineados en lugar de un suelo de baldosín. “Estaban todos con los ojos abiertos, y Víctor que tenía el puño cerrado”.

 Víctor Jara, cantautor, comunista, actor y dramaturgo, fue uno de los símbolos musicales de la transición española. Canciones como “Te Recuerdo Amanda” o “A Desalambrar” se tarareaban en cada esquina. Su brutal asesinato trascendió nuestras fronteras, y la conmoción por lo semejante a una historia nuestra que de tan cercana todavía era presente no se hizo esperar. Sus discos se vendían en lote con Inti Ilimani, Los Calchakis y algunos más. España se solidarizaba con los países que aún estaban bajo dictaduras militares, y el poncho “guacho” estaba de moda.

El relato de su identificación permaneció en secreto durante años para proteger a Herrera hasta el 2009, durante la investigación  del crimen del cantautor. Ahora, la realizadora francesa Elvira Díaz, hija de exiliados chilenos, lo expone a la luz pública a través de un documental que recorre las horas que pasaron entre la muerte del cantautor y su entierro. Horas en las que le acompañó un hasta entonces desconocido, pero que se convirtió en una pieza fundamental  para sus allegados. “Ese acto tuyo lo que significó es que Víctor no desapareció. Toda mi familia te estamos muy agradecidos”, le dice Joan Jara a Héctor Herrera, con lágrimas en los ojos, en una de las secuencias del documental.

El 11 de septiembre de 1973 Jara se atrincheró en la universidad donde impartía clases mientras los militares tomaban las calles de Santiago de Chile. De ahí fue llevado al Estadio Nacional, donde fue torturado y asesinado. Su cadáver fue conducido, entre muchos cientos, a la morgue de la capital chilena. Allí estaba Héctor Herrera, funcionario del Registro Civil que fue llevado al depósito para prestar ayuda ante el desbordamiento del servicio.

"Llegaron muchos muertos, desnudos y rapados, con los ojos abiertos, como diciendo, ¿por qué? Y yo no podía hacer nada. Era algo terrible porque tenía los nombres de esas personas, su dirección y no podía ayudar porque arriesgaba la vida si decía algo. Entonces cuando reconocí los restos de Jara, sentí la gran responsabilidad por las demás personas que había allí. Me decidí a través de él arreglar mi problema con ellos", afirma Herrera.

Escondió la ficha del cadáver, y fue con ella a hablar con otra funcionaria, amiga suya, que le confirmó que efectivamente se trataba del mito de la “nueva canción chilena” Víctor Jara. Se dirigió al domicilio familiar para comunicar a Joan Jara que había encontrado el cadáver de su marido. Bajo la promesa de no gritar, la condujo a la morgue donde pudo ver sus restos. “Sabía que desde el punto de vista administrativo lo que había hecho era muy grave”, asegura Herrera. Sin embargo, continuó poniendo en riesgo su vida y pidió un permiso especial para sepultar al cantautor, y que no fuera a una de las fosas comunes que albergaban los montones de cuerpos llegados desde el Estadio Nacional.

 “No pensamos en flores, no había flores”, cuenta Héctor. “Su mujer se quedó en el fondo, estábamos nosotros dos y el sepulturero enterrando a Víctor. El señor se robó una corona de flores y se la puso”. Así relata el que fue el primer entierro de Víctor Jara, en un humilde nicho del Cementerio de Santiago, en secreto. En su segundo entierro, después de la salida de Pinochet del gobierno, cientos de chilenos se acercaron a decir “hasta siempre” a uno de los más grandes músicos del país. Muchos de los que estaban allí son hijos, hermanos, padres de desaparecidos durante la dictadura pinochetista. Casi ninguno de ellos conoce dónde están enterrados sus familiares. Ellos no tuvieron quién los reconociera.









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