Contar lo que ocurre en las aulas desde dentro de las aulas. Es el retrato que dibuja el escritor y profesor Fernando J. López en la novela La edad de la ira (Editorial Booket), finalista al premio Nadal 2010 y ahora reeditada en versión de bolsillo. Aunque se concibió como una obra para adultos, el libro se ha convertido en lectura obligatoria en muchos institutos. "Eso es lo más emocionante, que sean los propios adolescentes los que la recomienden a sus profes", reconoce el autor, que, además de novela, ha escrito también varias obras de teatro.
El acoso homófobo y xenófobo son, junto a los recortes educativos ("y eso que la escribí en 2010, imagina ahora"), algunos de los temas que presenta esta historia, situada en el terreno difuso que divide la realidad de la ficción y recubierta de un envoltorio de thriller. Sin moralismos, Fernando J. López presenta el día a día en un instituto cualquiera que podría ser el tuyo, o el suyo, o el del vecino. Y por eso quizá La edad de la ira sumerge tanto al lector en las vivencias adolescentes que le obliga a rendir cuentas con su propio pasado.
¿Cuánto de Fernando J. López hay en la novela?
En La edad de la ira volqué mis experiencias como profe y también como ese alumno que fui. En este proceso me di cuenta de que esas vivencias eran muy parecidas. Pero no quería que la novela hablara de mí, sino que aparecieran en ella muchas voces y perspectivas de personas de distintas generaciones. Por eso hice un montón de entrevistas y, a partir de ellas, fui construyendo los personajes.
¿Son las aulas de hoy muy distintas a las que dejó como alumno?
Creoque lo básico se mantiene, aunque cada vez se apuesta menos por la educación. Hemos perdido la conciencia de que esa es la base del futuro de cualquier sociedad, e incluso se ha criminalizado, como ha ocurrido con la cultura. A los profes que nos involucramos, que somos muchos, se nos pide que hagamos milagros con cada vez menos recursos.
Eso sí, los estudiantes de ahora son más críticos, porque tienen más acceso a la información del que teníamos nosotros. Yo siempre digo que, si hay algo en lo que creo, no es en el sistema sino en mis alumnos.
La edad de la ira es, además de otras muchas cosas, un dardo literario contra los recortes en la escuela pública. ¿Educar se ha convertido en un imposible?
Con esta novela me propuse hacer una crítica de lo que no funciona, pero siempre defendiendo la educación pública, que es donde trabajo y donde estudié. La escribí en 2010, cuando los recortes en educación eran sólo una amenaza cuyos peores presagios ya se han confirmado. Educar es posible y necesario, pero siempre desde una óptica realista, que era la que quería plasmar precisamente en esta novela. Estamos hartos de imágenes inverosímiles de las escuelas americanas. Necesitamos novelas que hablen del hoy, que retraten la realidad del ahora.
Y es precisamente ahora cuando encontramos problemas como la masificación de las aulas. Es una barbaridad que supone desuhumanizar a los alumnos. Si cada día das clase a 200 alumnos es muy difícil tener empatía. Tanto los profesores como los estudiantes somos personas con viviencias personales. No podemos olvidarnos de que la educación está compuesta por un factor humano, que detrás de los pupitres hay historias, familias, problemas...
Estamos bastante huérfanos de educación emocional y en valores, y tenemos que aprender a escuchar activamente. Todos, padres y madres también, que cada vez están más separados de los docentes por ese muro de la adversidad que se ha instalado entre nosotros. Hace mucha falta hacer autocrítica y aprender a cooperar y vernos como aliados. Cuanto mayor es el antagonismo, más probable es que surja un conflicto que puede afectar al alumno.
¿Hay mucha violencia encerrada entre las paredes de un centro de Secundaria?
En la sociedad hay mucha violencia y no podemos pretender que el aula exista como un oasis aislado. ¿Cómo puede escapar el adolescente de la violencia si no le damos herramientas para hacerlo? No podemos culpar a los jóvenes por ser parte de nuestra realidad. Vivimos en el tiempo de la ira, una época en la que casi nos estamos acostumbrando a que nos roben nuestros derechos y libertades. Con esta novela pretendía hacer reflexionar sobre todo esto desde el espejo de la adolescencia.
La novela también plasma realidades menos visibles, como la homosexualidad en la adolescencia. ¿Se habla poco de esto en las aulas?
En esta obra quería dibujar un retrato con el que se identificaran los adolescentes que están descubriendo su sexualidad. Quería dar una lectura que sirviera de refugio a los esos jóvenes que no encuentran reflejada su realidad ofreciendo un mosaico lo más abierto posible. En esta época, los chicos y las chicas están perdidos y sólo encuentran estereotipos. Por eso es tan importante educar en la diferencia y en la multiculturalidad.
Entre las páginas de La edad de la ira es fácil sumergirte en las vivencias de instituto.
Con la novela pretendo que cada lector saque sus propias conclusiones y haga su viaje a partir de sus recuerdos escolares. Creo en el compromiso de la literatura con la realidad. Es una forma de implicación y por eso siempre intento crear novelas que interpelen al lector, que le remuevan. Obras que te obliguen a replantearte tu mundo sin maniqueísmos. Odio la literatura que da soluciones cuando su misión debería ser plantear interrogantes.
¿Y por qué disfrazaste esta docu-ficción de thriller?
La vida de todas las personas esconde un thriller. Todos tenemos una trama de suspense dentro. Además, la novela negra es una joya para hablar de la realidad porque permite bucear en lo más sórdido y llegar así al alma humana. Esta no es una obra de buenos y malos, sino de seres humanos imperfectos.