"Imaginar que en la sala de interrogatorios estaba sentada mi familia era la única forma de aguantar los golpes de 'Billy el Niño'. Pero la imagen de los míos se difuminaba y perdía la conciencia del tiempo que llevaba allí. Fueron 14 días que a mí me parecieron 14 meses". A Chato Galante, víctima de torturas durante el franquismo, le tiembla la voz cuando narra el infierno que vivió en su segunda detención, en pleno estado de excepción. Y se rompe cuando su memoria vuelve a aquel febrero de 1971. Sólo tenía 22 años.
Su testimonio, como el de otras muchas víctimas de la dictadura, no se ha escuchado nunca en ningún juzgado de España. Tampoco se oirá este jueves, en la vista de extradición de Juan Antonio González Pachecho, alias 'Billy el Niño', porque nadie los ha llamado a declarar. El fiscal, Pedro Martínez Torrijos, rechazó la solicitud de extradición del expolicía y su compañero de la Guardia Civil Jesús Muñecas Aguilar al considerar que los delitos de torturas de los que les acusa la causa abierta en Argentina no son más que delitos de lesiones sujetos al derecho común que ya habrían prescrito.
"De lo que se olvida la justicia española es del contexto en el que se produjeron estas palizas, un régimen que utilizaba la tortura como método habitual de proceder contra los que no compartían sus ideas y que eleva estos delitos a crímenes de lesa humanidad", subraya Jaime Pastor, profesor de Ciencias Políticas en la UNED y encargado de leer el auto de Martínez Torrijos en el juicio popular celebrado este miércoles en la Escuela de Relaciones Laborales de la Universidad Complutense de Madrid.
La primera vista de Juan Antonio González Pacheco –reclamado por la jueza María Servini de Cubría por 13 delitos– y Jesús Muñecas en la Audiencia Nacional apenas se prolongó unos minutos. Fue ante el juez Pablo Ruz, que dictó para ellos libertad provisional con dos medidas cautelares: la comparecencia semanal en el juzgado más cercano a su domicilio y la retirada del pasaporte.
Después de poco más de un mes, se conoció al decisión del Ministerio Público de no enviar a 'Billy el Niño' ante la justicia argentina, entre otros motivos porque existe "preferencia de la jurisdicción del estado donde se cometieron los hechos para evitar duplicidad de procesos". Es decir, España, donde no se van a juzgar al darse por prescritos unos delitos cuya misma naturaleza jurídica los hace impresciptibles bajo el paraguas de la jurisdicción universal.
España se retrata ante el mundo
Mientras el mundo pone los ojos en nuestro país, "España condecora y premia a los torturadores del franquismo". La periodista Olga Rodríguez, encargada de clausurar el acto con la lectura de un manifesto, anticipa que el jueves "se va a asistir a una nueva farsa". "La justicia española escribirá otro capítulo en un historia de encubrimiento" en el que ni las víctimas ni sus testimonios estarán presentes, a pesar de que han pedido personarse en los procesos de extradición.
Son las voces del dolor, de la incomprensión, de la indefensión. La de Felisa Echagoyen se escucha firme, aunque su cuerpo no para de temblar cuando recuerda las palizas. "Deseé morirme con tanto empeño que me quedé rígida, sin apenas respiración. Tenía tanto pánico que ni siquiera sentía los pies en el suelo. Sólo me mantenían en pie los golpes que, a un lado y al otro, iban equilibrando las porras sobre mi cuerpo". Tenía 26 años cuando la Policía Política llamó a su casa. Se escondió detrás de la nevera, pero no pudo evitar que la sacaran de los pelos, con un pañuelo en la boca que le impedía respirar.
El testimonio Enrique Benítez de Lugo, médico y profesor universitario, retrata la cara más sádica de 'Billy el Niño'. "Se regozijaba en mi sufrimiento. Me golpeó cada minuto durante 13 horas que duró el interrogatorio". Ni una tregua. "Terminaron arrancándome la piel a tiras, pero nadie quería hacerse cargo de mí". Tampoco la doctora de la prisión de Carabanchel, que no le permitió sentarse en la silla de la consulta porque era un "terrorista".
"Somos la prueba viva del delito"
"No os hagáis ilusiones, a nosotros no nos pasará nada. Seguiremos siendo la policía del futuro". Estas palabras, pronunciadas por González Pacheco en uno de los interrogatorios, resuenan con fuerza en la memoria de Enrique. "Conocemos el crimen y al criminal y somos la prueba viva del delito. No vamos a aceptar la mordaza y la venda que quieren imponernos", expresa Isabel García Alegre, otra de las víctimas presentes en el acto.
Pero a veces eso no es suficiente. "España sigue siendo un cobijo de criminales que encubre delitos cometidos desde el poder que solo podrían juzgarse cuando ya no lo ostentan. ¿Acaso lo han perdido? Los cómplices que los defienden siguen estando en las más altas instancias del Estado", denuncia la ecologista y antropóloga Yayo Herrero en una intervención contundente que cierra Olga Rodríguez: "Estamos mandando un mensaje muy peligroso, y es que los regímenes totalitarios pueden seguir campando a sus anchas".
Lo imposible a veces tarda un poco más y, para sorpresa de muchos, llegó en Argentina. Porque, si hay una pelea incansable esa ha sido la de las Abuelas de la Plaza del Mayo, cuyo espíritu ha traído a Norita Cortiñas a Madrid. "La lucha nos une a todos los países desde el corazón. Lo vamos a lograr". Y termina con su grito, el que tantas veces ha salido de una garganta que no se encoge: "Los detenidos y desaparecidos, ¡presentes!. Ahora y siempre. Y hasta la victoria".