Alfredo Pérez Rubalcaba parece que, de nuevo, está buscando una política de grandes pactos con el Partido Popular que ya ha empezado a generar un gran malestar interno en una parte del PSOE. No entienden este cambio de estrategia en asuntos tan sensibles, y en los que, sobre el papel, hay tantas diferencias con el PP, como la política de inmigración, las medidas contra la corrupción o la lucha contra la violencia de género.
Ferraz tomó la decisión el lunes de suavizar sus posiciones en torno a los graves incidentes ocurridos en Ceuta y retirar la recusación contra el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en aras de abrir la negociación para buscar un pacto de Estado sobre inmigración.
Cuando la decisión fue comunicada al Grupo Parlamentario Socialista hubo un conato de rebelión e, incluso, algún diputado pidió una votación para ratificar o no dicha decisión, que no comparten una buena parte de los parlamentarios socialistas. Reglamentariamente, no se puede votar una decisión tomada por la dirección del partido, pero el malestar quedó reflejado en las intervenciones que hubo en la reunión.
Tampoco se entiende en un sector del PSOE que se estén acercando posturas para llegar a acuerdos con el Partido Popular para diseñar un catálogo de medidas contra la corrupción. Cuando estalló el caso Bárcenas la decisión política del PSOE era no pactar nada en esta materia con un partido que tenía en su seno un escándalo de tales dimensiones.
Ahora, se vuelve a dejar la puerta abierta a intentar consensuar medidas, en lo que parece otra búsqueda de un gran pacto político contra la corrupción en el que quieren estar los dos grandes partidos.
Y, por si fuera poco, la candidata del PSOE a las elecciones europeas, Elena Valenciano, no se cansa de pedir una mesa contra la violencia de género que lidere el Gobierno. Al principo, la nueva secretaria de Igualdad, Susana Camarero, dio a entender que el Ejecutivo la iba a aceptar, pero la ministra de Sanidad, Ana Mato, la ha descartado diciendo que hay otros foros donde se puede tratar el problema.
Tampoco se entiende que ante el aumento del número de mujeres asesinadas este año y los fuertes recortes en las políticas de prevención y lucha contra la violencia de género, la respuesta del PSOE sólo sea querer sentarse con el Gobierno y que siga insistiendo en ello.
Los diputados más críticos con estas políticas no sólo recuerdan la actitud del PP en estos asuntos en la legislatura pasada -donde se culpó permanentemente a José Luis Rodríguez Zapatero de la llegada de inmigrantes por el "efecto llamada" de sus políticas, se denunció la inutilidad de la Ley de Violencia de Género o se produjeron ataques permanentes por casos de presunta corrupción muchos menos graves, como el que afectó a José Blanco y del que fue absuelto- sino que creen que el PSOE se equivoca gravemente si quiere ir de la mano del PP en esta segunda parte de la legislatura.
Todo ello, además, resulta más llamativo cuando se abre un proceso electoral de casi año y medio, y donde una de las preocupaciones permanentes del PSOE es querer diferenciarse del PP y romper ese mensaje que tanto ha calado en una parte de la sociedad de que PSOE y PP son lo mismo.
Pero, como opinan algunos diputados, a Rubalcaba le puede el traje de "hombre de Estado" y, en su etapa más tranquila en el partido a nivel interno desde que llegó, parece que quiere volver a intentar buscar grandes acuerdos con el Partido Popular. A buen seguro, tendrá oposición interna.