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El Congreso alerta de que la sociedad ha perdido el miedo a las drogas

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Los españoles no perciben el consumo de drogas como un gran problema social, sino como una actividad individual relacionada con el ocio con consecuencias para quienes las consumen. Esta sensación tiene su origen en el final de la gran crisis que produjo la heroína en los años 80, en la estabilización del uso de estupefacientes y en la banalización de los efectos para la salud de determinadas sustancias, como las derivadas del cannabis o el alcohol. Sin embargo, la facilidad de acceso de menores en edades muy tempranas, la aparición de nuevos compuestos aún no ilegales y las consecuencias de las adicciones relacionadas con las nuevas tecnologías suponen un importante reto para el futuro.

Estas son las principales conclusiones del 'Informe sobre las perspectivas de futuro en el abordaje de las actuales y nuevas adicciones' que aprobará el próximo martes la comisión mixta Congreso-Senado por práctica unanimidad de todos sus miembros y al que ha tenido acceso eldiario.es.

El documento, el más importante elaborado por todos los grupos a nivel parlamentario en la última década, recopila los trabajos realizados durante el último año por la comisión que preside el diputado de IU Gaspar Llamazares, basados en gran parte en las 22 comparecencias de científicos, profesionales y autoridades especializados en la materia.

El informe contrapone la repercusión social que tuvo en España la llamada “epidemia de la heroína” de los años 80, que motivó la puesta en marcha del Plan Nacional sobre Drogas, con la “percepción colectiva muy baja” del grave problema que supone la drogadicción hoy en día, con una “gran presencia en la cotidianeidad”. Los expertos señalan que el actual modo de consumo no supone un incremento de la inseguridad ciudadana y la conflictividad social que sí se produjo entonces. El documento, no obstante, alerta de un repunte de la heroína a nivel internacional “sobre el que sería necesario estar atento en España, en un contexto de crisis económica”.

El problema de la droga, lejos de desaparecer, se ha socializado, según se desprende del informe, lo que ha relajado también la atención sobre el consumo entre menores de edad. Sobre todo entre los más jóvenes, adolescentes de entre 13 y 15 años que se encuentran “en su periodo de máxima plasticidad cerebral, en el que se tiene una enorme vulnerabilidad para generar problemas que afectan al desarrollo de las capacidades intelectuales, al control emocional y a la integración social”.

Los expertos que han participado en los trabajos de la comisión (que pueden ser consultadas en la página web del Congreso) coinciden en la necesidad de retrasar el inicio del consumo y en la evidencia científica de que “la prevención inespecífica, basada en charlas o actividades puntuales en centros educativos, no es suficiente para oponerse a la presión de grupo” y lograr el fin deseado. “Los programas de carácter poblacional, dirigidos a la población general, no generan resultados perceptibles”, asegura el docuemento.

El informe propone, en contraposición, “el establecimiento de límites y normas (familiares, legales, etc.)”, que las “actividades acompañen a lo largo de todo el ciclo formativo” y “la prevención selectiva e indicada” por su eficacia entre los grupos en especial riesgo.

Policonsumo y drogas emergentes

La comisión ha constatado una estabilización del uso de drogas tradicionales, ya sean legales o ilegales, que encabeza alcohol y cannabis. El informe sí destaca la importante reducción del consumo de tabaco gracias a la dura legislación que se puso en marcha en 2005. La paradoja es que la sociedad hoy considera más perjudicial fumarse un cigarrillo que un porro: el 90,4% de los encuestados consideró peligroso o muy peligroso el consumo de una cajetilla diaria de tabaco frente al 88,7% que consideró como tal el consumo habitual de cannabis, según recoge el informe.

Los expertos sí alertan de dos fenómenos: el policonsumo y las nuevas sustancias o “drogas emergentes”, ambos entroncados con los nuevo hábitos de consumo recreativo.

El riesgo en el segundo de los casos es doble. Por un lado, la manipulación de las sustancias ya que “muchas veces se ignora la composición y sus posibles efectos”. Los expertos denuncian que “se ha encontrado la manera de sintetizar compuestos –a partir de moléculas ya conocidas- que tienen, en quienes los toman, efectos similares a los de las drogas tradicionales” pero que la normativa actual aún no contemplan, por lo que quedan en un limbo legal.

Esto lleva al segundo riesgo: la incapacidad de predecir su magnitud en el futuro. “El reto es saber cuáles van a ser los nuevos desarrollos de esas sustancias” para lo que es necesario un “sistema de alerta temprana”.

El informe asegura que la incidencia de estas nuevas drogas aún es menor en España y está localizado en los policonsumidores, a los que les gusta experimentar y que suelen ser consumidores de cinco o más sustancias.

De la sustancia al individuo

El informe concluye la necesidad de centrar los esfuerzos en los menores y jóvenes y los efectos que pueden tener para su futuro el consumo de drogas, especialmente alcohol y cannabis. En el caso del alcohol, la ponencia aconseja adoptar un marco normativo similar al que ha permitido reducir drásticamente el tabaco.

En cuanto al cannabis los expertos alertan de la banalización de su consumo y de los intereses económicos de quienes “quieren imponer mercados regulados”, en relación a la creciente implantación de clubes de fumadores y a los movimientos internacionales al respecto, sobre todo la legalización del consumo de marihuana y derivados en países como Uruguay o algunos estados de EE UU.

La comisión ha servido además para fomentar un cambio del paradigma que ha dominado en los últimos tiempos ya que un grupo de los expertos que han participado en la ponencia han comenzado a poner el acento no en la sustancia sino en el sujeto, “lo que explica que sólo una minoría de los sujetos expuestos [a las drogas] desarrollan conductas adictivas”, es decir, que “no se trata de que las adiciones se produzcan por las sustancias, sino que hay sujetos que tienen una especial vulnerabilidad” a ellas.

Así, “los factores sociales y familiares sólo como factores predisponentes, o que pueden mantener o facilitar las recaídas, pero la causa se encuentra en la especial vulnerabilidad, al existir un trastorno previo al inicio de la drogodependencia”.


Consulta íntegro el informe.



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