Los ecosistemas son complejos, están no sólo llenos de especies sino muy enmarañados por una compleja red de interacciones entre ellas, una red que sin embargo es la esencia misma de su funcionamiento. No es fácil comprender en detalle cómo funciona un ecosistema, aunque se está avanzando mucho en modelar y matematizar su estructura y su función. Los científicos de la ecología han trabajado mucho en destilar y resumir esta estructura y función porque son conscientes de que manejar esta gran complejidad es inviable en muchos de sus proyectos de investigación. Pero además se proponen responder a la imperiosa necesidad de transmitir mensajes claros a la sociedad y a sus dirigentes que puedan ser empleados para la toma de decisiones clave de cara a la sostenibilidad de nuestro planeta. De hecho, la complejidad escala rápidamente a medida que pasamos de un ecosistema pequeño y simple que pueda encontrarse en una determinada región a un ecosistema más global en el que lo local interacciona fuertemente con lo que ocurre a mucha distancia. Ello ha llevado a la delimitación de una serie de límites planetariosque son equivalentes a los conceptos de capacidad de carga de una especie biológica por ejemplo. Estos límites planetarios son auténticas líneas rojas que según la mejor ciencia disponible no deben traspasarse para evitar la entrada en una situación de degradación rápida e irreversible. Son por tanto unas referencias sencillas de comprender y sobre las que resulta factible tomar decisiones sin ser expertos en ecología.
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