Cualquier persona que en apenas unos meses se viera reemplazado por alguien del talante del ministro de Educación, José Ignacio Wert, se daría a la introspección. En el caso del exministro y catedrático de Metafísica Ángel Gabilondo (San Sebastián, 1949), la meditación no precisa de Werts.
"Hay quien cree que pensar es un obstáculo que obnubila, pero sin pensamiento no hay comprensión", razona en un hotel a pocos metros del Congreso de los Diputados, donde se celebraba uno de los mayores homenajes actuales al lenguaje vacío: el debate sobre el estado de la nación. Gabilondo presenta su libro Por si acaso (Espasa), 209 páginas de aforismos, máximas o como el mismo autor define: "mínimas".
¿Le han dado ganas de levantar la voz ante las últimas polémicas de su sucesor en el cargo?
Por razones éticas, estéticas, institucionales y personales me parece que, cuando uno ha sido ministro, tiene que tener respeto y pudor. No me gusta la imagen de un ministro marisabidillo; entre otras cosas, porque le pueden decir: 'Pues haberlo hecho tú, que pasaste por ahí'.
Pero sigo creyendo en lo que creía y he seguido diciéndolo en todos los lugares que he estado, y no he cambiado de opinión. Creo en la estabilidad normativa y que no es buena la falta de participación ni la falta de consensos. Sólo a través del acuerdo habrá un cambio en el sistema educativo.
Usted pasó casi dos años tratando de pactar una ley educativa que acabó en frustración, y el Gobierno actual ha sacado la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) en solitario.
Sigo creyendo en lo que creía. Estoy en contra del activismo legislativo. Esta idea de pensar que se cambia el mundo cambiando las leyes. Creo más en la participación de todos para que realmente se modifique la realidad. Las leyes pueden modificar la realidad en la medida en la que son consensuadas y participadas, cuando son un acuerdo social.
¿Tiene una espina clavada por no haber logrado el pacto educativo?
Uno siempre prefiere ir más lejos y no pierde la esperanza de lograrlo, pero en estos sitios hay que saber que uno está de paso, no para pasar a la historia. Ni para que su historia pase por el lugar en el que está.
Lo que puedes hacer es recibir un legado y dejarlo en mejores condiciones. Se trata de no generar decepciones ni resentimientos. No soy de ese estilo. Hubo más espacio de entendimiento del que uno pudiera pensar. A veces hay que pensar con visión de porvenir y a veces los entendimientos no son muy explícitos. Hubo entendimiento con los agentes sociales y la comunidad educativa, y ahí se avanzó mucho.
Uno de los cambios más polémicos de la LOMCE es la inclusión de Religión en la nota media. ¿Cree que en España no se tiene en cuenta al que no cree en nada?
Nos cuesta mucho la verdadera tolerancia. El laicismo de verdad es el reconocimiento de la libertad de pensamiento y conciencia. Algo de lo que se habla muy poco y que son determinantes. Cada uno tiene sus opciones religiosas, políticas, de género, y hay que respetarlo. No necesito que todos vivan la vida que yo elijo. Algunos quieren uniformizar la sociedad y yo no creo en eso. Por eso el respeto a las convicciones de cada uno es la clave. No decir a la gente lo que tiene que elegir.
"Que nadie se apropie de la palabra creer. Ni de su concepto. Y menos aún de la vida de quienes viven sus múltiples formas". ¿Estaba pensando en el aborto?
Por ejemplo. Creo claramente que es un error. Prefiero una ley de plazos que de supuestos porque está más cerca de la libertad de conciencia y la libertad de elección de la mujer. Creo en la decisión de la mujer. La ética sería la creación de un espacio de libertad, lo otro es meterse en la libertad individual.
"Los días aburridos no son días tranquilos". ¿Quiere decir que está disponible para volver a la política?
Siempre he estado disponible. Cuando me hicieron rector, no es que yo desde niño quisiera ser rector, fue porque los otros lo pensaron, o cuando me llamaron para ser ministro. La llamada te viene de los demás. Esos que sienten llamadas desde dentro me producen mucha inquietud. Las llamadas vienen de quienes piensan que puedes hacer algo. Puedo decir que cuando me llaman escucho lo que me dicen, pero no llamo yo. No ando por ahí queriendo ser cosas.
Así que no se trata de un anuncio por palabras para decir que le apetece ser alcalde de Madrid.
Uno oye cosas, pero las llamadas ahora mismo socialmente están muy articuladas por los partidos políticos, y no soy de ningún partido político ni tengo carné. Ser independiente no significa ser indiferente. Todo el mundo sabe que no soy indiferente, que no atendería igual unas llamadas que otras. Si no estás en un partido político, no estás en las opciones de intervenir en los espacios políticos porque está todo muy intervenido y mediatizado por los partidos. Hay mil opciones de cosas que hacer pero, si no eres de los partidos, es muy difícil.
Pero si las primarias son abiertas a la ciudadanía, los candidatos también deberían serlo.
Lo que puedo decir es que no reúno los requisitos de ser candidato de nada porque no soy de ningún partido político en este momento, y no pienso que eso vaya a cambiar. Una de las condiciones para ser candidato de un partido es ser de un partido. Para presentarse a las primarias de un partido, hay que ser de un partido. No hago juicios.
"La identidad es una relación. Por eso tiene tanto que ver con la diferencia". ¿Es un mensaje para Cataluña?
El que se aísla de lo común no es diferente, es indiferente. Y por eso la identidad nunca puede ser indiferencia, es diferencia. Por eso sólo puede ser en el seno de lo común. Fuera de lo común eres indiferente. Cataluña tiene su identidad en un espacio común. Por eso el debate es de unidad y diversidad. Ambas se fortalecen. No temo a la diferencia, pero se ejerce dentro de lo común.
"En caso de duda, no todo va mal". El libro parece un alegato de la duda o una crítica a los fundamentalistas.
Quien no duda es peligroso pero quien sólo duda, también. Vivimos en espacios de incertidumbre que exigen mucha deliberación, debate, decisión y participación. Gobernar es elegir, discernir, decidir…, y para eso es necesaria la participación, porque eso es la democracia.
¿Le desesperan los tópicos y el lenguaje vacío de la política?
Lo que me incomoda no es que de vez en cuando busquemos refugio en los tópicos. De hecho, oí a alguien decir que en el mundo político o dices un tópico o dices una tontería. No estoy de acuerdo con eso. Pero el que sólo dice tópicos o sólo tira de argumentario político y nunca dice lo que no toca decir y no oyes nunca su palabra... Sólo oyes argumentos, tópicos, eslóganes, titulares. ¿Dónde está tu palabra? ¿Qué tienes que decir?
Todos alguna vez decimos algún tópico; por ejemplo, esté que acabo de decir. Cuando en una reunión alguien habla mal –'Vamos al grano, joder…'–, se le tiene como una persona sincera y, si eres cuidadoso, resulta que eres engatusador, sibilino, de no fiar.