Ni un cuarto de siglo ha pasado aún desde que
Aquellas culturas comprimidas en el corsé soviético –como suele pasar en todas las sociedades comprimidas, incluso en los cuerpos comprimidos- reaccionaron de variadas formas al sentirse sueltas. No recuerdo ninguna que se desparramara. Chechenia en buena medida de la que, por cierto, se terminó desgajando Ingusetia. La mayoría se asió con fervor a la bandera de los nacionalismos, a mirarse el ombligo de la diferencia y la nostalgia. Checoslovaquia, la primera en abandonar el comunismo, también se había partido en dos: Chequía y Eslovaquia. Y no se hundió el mundo. Partirse o sumarse no parece ser un problema irresoluble. El Este de Europa, Europa, ha experimentado numerosos cambios a lo largo de su vida y en particular en el último siglo. Las fronteras no hacen otra cosa que cambiar. Cuánto mejor derribarlas.
Ucrania o su precedente aproximado fue la nación más relevante de Europa en
Las wikipedias no anotan en el pasivo de Ucrania los estragos que dejaron en el país la obsolescencia soviética y la local. El accidente de
Ésta es la vida de las personas. La que también parecieron ignorar los turbios dirigentes que han padecido. Los que se envenenan y encarcelan unos a otros, por ejemplo. Y el último elegido democráticamente –o lo que se pueda parecer- Viktor Yanukóvich que incumple cuanto promete, vive enfangado en la corrupción y se modifica leyes para amparar sus tropelías. Pasa en las peores familias ¿a qué sí? El que se tenga que ir por piernas algo menos.
Prorusos y proeuropeos -¿de qué Europa?-. Nacionalistas, todo el arco de la ideología política con predominio de ultraderecha. Dispuestos a matarse por si al andar el camino Crimea es ucrania o vuelve a ser rusa o es simplemente autónoma. Qué más dará. Algo más, mucho más, influye quien maneja los hilos. Nacionalismo es creer que tu país es el mejor del mundo porque tú has nacido en él, concluye la mejor definición del concepto que conozco. Lo que no deja de ser una enorme casualidad. De haberlo sabido otros países, hubieran invitado a tu mamá a parirte allí.
Uno necesita raíces, al parecer. Y, al parecer, están en la tierra –que es el lugar más adecuado para ellas de una forma estable-. En la que se pisó y se olió. Más fuerte es la cultura que se respiró aunque tantos pasen por la vida con la nariz tapada. Y a la vista de cómo va todo, también deben hacer Patria los caciques y los desalmados. Los propios para la propia Patria. Pero ahí está el nacionalismo desatando pasiones ciegas.
Ucrania como tablero. Un interés geoestratégico. La llave de paso del gas esencial. Un enjambre de confluencias. La flota rusa no aparece de repente en el Mar Negro. Se ha derribado por la fuerza un gobierno. Sentimientos que se exacerban y manipulan como mandan los cánones. Pagar por todo –también ocurre en las peores familias-. Y Moscú en busca de pasadas influencias, cuando podía incluso establecer con dirigentes de países de su órbita, no con la gente, convenios de “soberanía limitada”. Y Washington que algo ha de decir si no quiere que le apeen del escenario de cuyo centro empieza a ser desplazado. Y Alemania que algo ha de hacer para que se note quién manda en Europa. Y
La tierra de Ucrania ya se ha regado con sangre. El enemigo real apenas nunca pisa el asfalto.