Se esfuerzan estos días los padres, hijos y cuñaos de la Constitución en defender la vigencia del texto, y en convencernos de dos ideas principales: que no es tan mala como algunos creen; y que en su día fue la mejor posible dadas las circunstancias. ¿Y saben qué les digo? Que tienen razón. Pero eso tampoco la hace válida a estas alturas. Me explicaré.
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