Entre la producción hollywoodiense ha germinado una coherente filia por las obras del estandarte de la literatura estadoundense de los últimos tiempos, Cormac McCarthy. El crítico literario Harold Bloom descubrió al escritor como "un genio de estirpe shackesperiana" y le situó en el cómodo limbo de las letras modernas junto a autores de culto como Thomas Pynchon, Don DeLillo y Philip Roth. Incluso se ha comparado su prosa, en el caso particular de La carretera, con la del gran Herman Melville y su Moby Dick. También, el celo con el que ha tratado su vida personal y ofrecido con cuentagotas sus aparaciones públicas se equipara al del misterioso eremita J.D. Salinger.
Pero en esta última década de producción literaria y colaboración cinematográfica, McCarthy se acerca más a la línea de Willam Faulkner que a la de los antes mencionados. Ambos, grandes ejemplos para los eruditos de las letras. Ambos, sin reparo en prestar sus obras para una industria con un cincuenta por ciento de probabilidad de desvirtuarlas o encumbrarlas a lo más alto del género de la adaptación. Un peligroso riesgo desencadenante de otros peores, como el de convertirse en escritor propiedad de Hollywood o el de acceder a ser atrapado en la telaraña de Oprah Winfrey. Con razones más o menos honorables, el octogenario creador ha ofrecido a los magnates del celuloide unas publicaciones envenenadas.
El debate de si estas adaptaciones son fidedignas o esperpénticas no es el que nos ocupa. Lo que es innegable es que el estilo lacónico y cáustico del escritor, especialista en pomposos y geniales soliloquios y en profundas reflexiones internas, casa más con unas interpretaciones teatrales que con una proyección de fotogramas. Puede que esta sea la razón por la que las películas con el sello McCarthy hayan estado lejos de ser laureadas como la obra original.
Las osadas adaptaciones
"Los vaqueros los conocieron por su modo de montar los caballos y les llamaron caballeros e intercambiaron con ellos material de fumador y les hablaron del país." All the prety horses.
La primera obra en ser adaptada a la gran pantalla fue Todos los caballos bellos en el 2000 de la mano del director Billy Bob Thornton. Esta sosegada historia de western contaba con Matt Damon y Henry Thomas para poner cara a la pareja de leyenda compuesta por John Grady Cole y Lacey Rawlings. La novela es el tercer eslabón que se suma a la llamada Trilogía de la frontera, junto a Ciudades de la llanura y En la frontera. Al igual que el escrito, la cinta se regodeaba en los recursos paisajísticos y en la atmósfera pausada, técnica que no funcionó en el celuloide de la forma que sí convenció en las páginas.
"Cómo imponerse a aquello cuya existencia uno se niega a reconocer. ¿Lo entiende? Cuando yo entré en su vida, su vida ya había acabado. Ha tenido un principio, un desarrollo y un final. Esto es el final." No country for old men.
En esta lista, el ejemplo de solvencia cinematográfica lo representa No es país para viejos. La versión de Ethan y Joel Coen ha sido, sin lugar a dudas, la adaptación de una novela de McCarthy más aplaudida de la historia. El estilo minimalista del estadounidense y la carencia de florituras que le da a sus personajes no supusieron una rémora para el trabajo de los hermanos. Es una película dura que parte de un relato aún más duro, en la que destaca Javier Bardem en la piel del asesino a sueldo Anton Chigurh. Así, en 2007 el público cinéfilo se reconcilió con los directores que deforman grandes obras literarias y con los escritores que no convencen por acceder su propia corrosión.
"Black: Si lo he entendido bien, usted dice que cualquiera con dos dedos de frente... ¿debería ser un suicida?
White: Sí.
Black: ¿Está vacilándome?". The sunset limited.
Si elegimos una obra para disfrutar de los diálogos del imaginario de McCarthy, esta debería ser The sunset limited. Paradójicamente este guión, pensado por su artífice para ser una obra de teatro, se adaptó en una suerte de TV movie para HBO, un género denostado por el público y por los propios cineastas. Las reflexiones entre dos hombres sin nombre acerca de los designios vitales y sobre una existencia divina conforman el libreto. Y nadie mejor que dos emblemas de la ficción estadoundense, como Samuel L. Jackson y Tommy Lee Jones, para entrelazarse entre la complejidad del guión. El actor de El fugitivo se situó también tras la cámara en 2011 para contrarrestar la simplicidad visual con unos soliloquios que merecen el íntegro monopolio de la escena.
"Una música amorfa para la próxima era. O quizás la última música en la Tierra, surgida de las cenizas de su devastación" The road.
Llegamos a la niña bonita de Cormac, la que le supuso salir triunfante y con un premio bajo el brazo tan apetitoso como el Pulitzer. La carretera es una novela apocalítica de las que pegan tan fuerte como un puñetazo en la boca del estómago. Hay consenso en que esta adaptación, dirigida por John Hillcoat, es la más fiel de todas las filmadas bajo la atenta mirada de McCarthy. Viggo Mortensen hace un trabajo de verosimilitud y ofrece un abanico interpretativo que le da fuerza necesaria a este drama paternofilial. Entonces, ¿qué falla?. Quizá los sentimientos son tan profundos y detallados que ni la mejor caracterización les hace justicia en la gran pantalla.
"Consejero: Yo no tomo drogas.
Westray: Me alegro por ti, consejero. Porque lo que de verdad no te gustaría ver es lo que hacían después. No te pediré que utilices la imaginación porque sinceramente no creo que tu imaginación esté a la altura." The counselor.
Encontramos en esta obra una declaración de amor pública por parte del autor hacia el séptimo arte, ya que en esta ocasión escribe por él y para él. Todo parecía estar listo para hacer de El consejero una obra maestra. El guión escrito por McCarthy y filmado por el autor de obras de culto como Alien o Blade Runner, Ridley Scott, apuntaba alto. Las expectativas han caído como una losa encima del público que, lejos de vitorearla, ha salido con un sabor amargo de la sala de proyección. La confusión que ha creado este último libreto resuena entre la crítica como un rompecabezas desesperante. Recordamos que no es el único guión escrito por Cormac, pues ya publicó en los setenta El hijo del jardinero.
Maldiciones y proyectos
El último en atreverse a orquestar una novela de Cormac McCarthy entre fotogramas ha sido James Franco. El prolífico actor y promesa del cine norteamericano se ha puesto tras la cámara en Child of God, presentada en el último Festival de Venecia. En esta ocasión, el joven director ha decidido simplificar la estructura narrativa de una de las historias más despiadadas y delicadas del escritor. Puede que, aunque criticable, esta sea la receta del éxito de las adaptaciones.
Otras han tenido peor suerte, como es el caso de Blood Meridian. Considerada una de las narraciones más influyentes del siglo XX, Meridiano de sangre ha sido tildada de inadaptable tras ser el proyecto frustrado de dos directores de la talla de Ridley Scott y Todd Field. Demostración empírica de que no todo lo literario es carne de Hollywood.