En Hollywood todo son risas hasta que llega la hora de los temidos screenings para calibrar la respuesta del público. Si salen rana, llega el enfrentamiento a cara de perro entre estudio y director por el derecho sobre el montaje final, un privilegio que sólo se concede a nombres como Coppola, Tarantino, Kubrick o los Coen. En los últimos años se han llegado incluso a explotar esas diferencias como reclamo publicitario para la venta de DVDs (véase la versión "prohibida" de Paul Schrader de El exorcista: el comienzo).
En esta larga historia de desencuentros a costa del final cut toca añadir un nuevo capítulo: Noé. Paramount quería su propia franquicia bíblica y Darren Aronofski, una reflexión en clave ecologista sobre el cambio climático. No parece una diferencia insalvable, al menos hasta ese último tramo de la cinta en que el director se aleja decididamente de la letra bíblica, o así al menos lo han hecho saber congregaciones cristianas de Arizona que ya han visto la película. Lo que hubiera sido una anécdota en 2003, puede herir de muerte a la producción. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?
Los alquimistas de Hollywood han transformado el fervor religioso en Estados Unidos -sobre todo en la región conocida como cinturón bíblico- en una potencial fuente de ingresos, en un contexto de crisis de dinero e ideas en el que más vale no renunciar a una cantera formada por millones de espectadores. El 77% de la población adulta, según una encuesta reciente de Gallup, se identifica con la religión cristiana. En su mayoría son protestantes, aunque hay un 23% de católicos. De ellos, más de dos tercios acuden al menos una vez a misa y, a juzgar por los 370 millones de recaudación que consiguió La pasión de Cristo a nivel local, están más que dispuestos a dejarse el dinero en las salas para ver películas que refuercen sus valores.
La industria no esperaba que la película de Mel Gibson se convirtiera en un blockbuster, pero desde entonces las majors han forjado una red de alianzas con productores y predicadores cristianos para explotar un nicho que habían ignorado en las últimas décadas.
En Paramount se las prometían muy felices con el estreno de Noé en 2014, pero se les olvidó un pequeño detalle: Aronofsky, como el personaje bíblico, llevaba años advirtiendo del "cataclismo", pero nadie en la compañía fue capaz de interpretar las señales, y no es que no hubiera dejado pistas.
Su obsesión con el diluvio bíblico le ha acompañado durante casi toda su vida. Con 13 años ganó un premio de poesía avalado por Naciones Unidas por un texto en el que recreaba el fin del mundo desde el punto de vista del personaje del Antiguo Testamento. Desde hace una década intenta llevar la epopeya al cine sin esconder su enfoque: "Es un tema muy actual, porque aborda un desastre medioambiental. Noé fue el primer ecologista".
El cineasta, con su amigo y colaborador Ari Handel, trabajó con el artista canadiense Nico Henrichon en una novela gráfica que bebía del guión cinematográfico y en la que se toma bastantes libertades con el mito bíblico. Los dos primeros volúmenes de la historia ya están disponibles en Francia y Alemania -pronto lo estarán en inglés-, pero nadie en Paramount se paró a leerlos para saber por dónde podrían ir los tiros.
Tampoco se tomaron muy en serio este post del blog de Brian Godawa, que tras toparse con una versión del guión, describía al Noé de Aronofsky como un ecologista radical. "Si esperabas una recreación fiel de la historia del marinero más importante de la historia y un cuento de redención y obediencia a Dios te sentirás decepcionado". Godawa, en clave de sorna, se preguntaba en su texto cómo fue capaz el hombre del Neolítico de causar un cambio climático antropogénico.
Los nuevos profetas
En la última década han proliferado compañías de relaciones públicas como Grace Hill Media, que actúan de enlace con los principales grupos religiosos para venderles las bondades de las películas de estreno y convertirles en inopinados responsables de marketing de cara a sus fieles. En sus trece años de existencia, Grace Hill Media ha trabajado con cerca de 400 películas y decenas de series. Además de sugerir a las productoras todos aquellos elementos que pueden atraer/repeler a las audiencias religiosas, también mueven el producto en cadenas y programas de televisión cristianas. Consultores de Grace Hill Media asesoraron a Mark Burnett y Roma Downey, directores de la serie televisiva La Biblia -emitida recientemente en el Canal Historia-, al tiempo que pasaban el guión a unos 40 teólogos para que comprobasen la fidelidad al texto original y recomendasen la serie. ¿El resultado? Más de trece millones de espectadores en su primer episodio y una media de diez para los restantes. Una audiencia capaz de plantarle cara a la todopoderosa The Walking Dead de AMC.
Bastante peor les fue con Sigo como dios (Tom Shadyac, 2007), otra de diluvios, sólo que en clave de comedia y con el protagonismo absoluto de Steve Carell. A las decenas de pases con la presencia de líderes religiosos -que le dieron su visto bueno- se unió la creación de la web ArkALMIGHTY.com, en la que se animaba a los fieles a utilizar su talento y habilidades para cubrir las necesidades de las iglesias cercanas. Cerca de 7.000 centros se unieron a la iniciativa. A pesar de los buenos augurios, la película no funcionó demasiado bien en taquilla. Y es que ni la buena fe garantiza milagros: en Universal se preocuparon más de no ofender ninguna creencia que de trabajar un guión que, la verdad, era bastante discreto.
Todas las grandes productoras de Hollywood pasan sin problemas por el aro. Disney (y luego Fox) realizó decenas de pases de las tres entregas cinematográficas de Las crónicas de Narnia para comunidades cristianas, aprovechando las referencias religiosas de la obra original de C.S. Lewis. En la promoción de Campeón para periodistas y blogueros cristianos, la propia Disney fue aun un paso más allá mandando unas invitaciones en las que podía leerse: "La película está dirigida por Randal Wallace, que no es sólo uno de los directores de mayor éxito de todos los tiempos, también es un cristiano devoto".
Hasta una película tan inofensiva en apariencia como Never say never, que sigue los pasos del ídolo adolescente Justin Bieber durante diez días de su gira de 2010 fue proyectada en centros religiosos. Para no dejar ningún cabo suelto, tanto en el metraje como en entrevistas promocionales Bieber se encargó de dejar clara su fe a prueba de bombas.
Hollywood ha conseguido involucrar a los líderes de las congregaciones religiosas y estos están más que dispuestos a devolverle el favor. Han asumido que las campañas públicas contra determinadas películas por su contenido ofensivo no solo tienen un efecto limitado en sus fieles, sino que además avivan el interés del resto de espectadores. Ahora se han entregado a una estrategia más efectiva: exhibir su músculo de consumidores para apoyar aquellas películas que muestran valores con los que se sienten reflejados.
En 1973, el predicador Hal Lindsey alertaba sobre El exorcista, película que formaba parte de un presunto plan para "la llegada de Satán". 32 años después, El exorcismo de Emily Rose fue mucho mejor recibida en los mismos círculos. ¿Qué ha cambiado? Detrás de las cámaras ya no se encuentra el malencarado William Friedkin, sino Scott Derrickson, cristiano confeso, como se hartó de recordar a publicaciones como Christianity Today. "En mi opinión, el género de terror (...) distingue y articula la esencia de lo bueno y lo malo mejor que cualquier otro género. No trata de hacerte sentir bien, sino de enfrentarte a tus miedos".
Pero no todos aceptan la nueva política de guante blanco de buen grado. Aún perviven organizaciones como Christian Film and Television Comission, un lobby que pretende presionar a directores de cine y televisión para que acojan en sus producciones los valores cristianos y no ataquen, ignoren o ridiculicen su fe. Uno de sus últimos blancos ha sido el director Paul Verhoeven, que lleva años intentando levantar una película basada en su libro Jesús de Nazaret, en el que no hay sitio para milagros o resurrecciones. El asunto no hubiera pasado a mayores sino fuera por un sórdido detalle: en el libro del holandés Jesús es el fruto de la violación de su madre por un soldado romano.
El Mesías de Krypton
Los guiños a la comunidad religiosa no entienden de géneros y alcanzan incluso a las franquicias superheroicas que están reventando la taquilla. En Thor (Kenneth Branagh, 2011) los guionistas se encargan de dejar muy claro que el dios de la mitología nórdica con aspecto de estrella del glam-rock imaginado por Stan Lee, Larry Lieber y Jack Kirby en 1962 pertenece en realidad a una raza alienígena.
En la reciente El hombre de acero (Zack Snyder, 2013), Warner no solo no camufló los evidentes paralelismos entre las figuras de Superman y Cristo, sino que los convirtió en una oportunidad de negocio. El ilustrativo plano en que el kryptoniano desciende a la Tierra con los brazos en cruz una vez aceptado su papel de salvador de la humanidad es consecuencia directa de una muy publicitada lectura de la Biblia por parte del guionista David Goyer.
La página manofsteelresources.com, diseñada por Grace Hill aprovechando el estreno de la película, incluye el cuestionario Jesús: más que nuestro Superman, en el que se adoctrina a los niños a partir del filme. La web, que alberga "todo lo que se necesita para educar y edificar a tu congregación", también incluye un documento de nueve páginas que los predicadores pueden usar en sus sermones con el nombre de Jesús: el superhéroe original.
Las grandes productoras no solo se cuidan de no ofender ninguna creencia mayoritaria. También han pasado directamente al ataque, auspiciando películas en las que se refuerza el mensaje religioso. De momento, y para cubrirse las espaldas, se trata de producciones de presupuesto muy limitado, sin estrellas de relumbrón y con guiones discretos, que se estrenan directamente en televisión o en DVD y Blu-Ray. FoxFaith, división de la Fox dirigida a la comunidad evangélica, se creó para lanzar en formato doméstico La pasión de Cristo, y desde entonces ha auspiciado una docena de títulos. No parece probable que Paramount pueda repetir la experiencia con Noé.