En el cuarto de Ana Frank, en Ámsterdam, donde escribió su famoso diario, uno se encuentra con una ventana que da al patio del centro de manzana. Paul Auster en La invención de la soledad afirma que desde ese sitio, a través de esa ventana, se pueden ver al otro lado del patio las ventanas traseras de la casa en la que vivió René Descartes. Auster imagina a una Ana Frank, sobreviviente de la guerra, leyendo a Descartes, quien no se cansaba de alabar a ese país por la inmensa libertad que le ofrecía.
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