Fija su mirada en el televisor. Un biombo, una pared y una muralla le resguardan. A él y a su mirada fija. Mientras, su voz se mueve, sube hacia el techo, encuentra un hueco, se filtra entre las mamparas, cruza hacia los reproductores de vídeo, dribla las cámaras, se adelanta hasta el foro y dispara: “Son las siete en punto. ¿Cuántos programas faltan por revisar?”.
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