Rajoy y su PP pasarán a la triste historia como los creadores de las comparecencias presidenciales en plasma, las ruedas de prensa simuladas y en borrador, y por el aplomo con el que mienten cuando quieren ocultar la verdad.
No hace falta que concluya la legislatura para llegar a esta conclusión que se nos actualiza, comparecencia a comparecencia, con el "ehhh, la segunda y tal", casi gilesco, como penúltima entrega.
Hace el PP una política que camina a horcajadas entre la consideración de los españoles como idiotas y la certeza de que hay que repetir la mentira hasta que, por saturación, sustituya a la realidad, esa que tanto le molesta a Rajoy para gobernar.
Esta estrategia sirve para no reconocer que se hacen cosas muy distintas, contrarias, a las que se prometieron en campaña electoral, para justificar los recortes y el retroceso brutal en derechos y condiciones de vida, para hacer creer que mandamos en Europa o para vender que estamos saliendo del socavón.
En coherencia con esa política, tenemos las huidas de dirigentes del PP de los medios de comunicación --sonada la de Rajoy en el Senado--, sus silencios ante los periodistas y, lo que es peor, esa forma que tienen los mandos del PP de entrar y salir de los sitios, rodeados de una guardia de korps que reparte mandobles a los periodistas, les empuja, les agarra del antebrazo, les aparta los micrófonos les impide, en definitiva, realizar su misión.
La imagen se repite hasta la saciedad y no deberíamos acostumbrarnos a ella, como si fuera lo propio, un elemento natural del paisaje.
Sea en el Congreso, sea en la FAES, en cualquier tipo de acto, la escena se repite hasta la náusea: los dirigentes del PP no contestan a ninguna de las preguntas que les hacen los periodistas, huyen. (Ayer, Rajoy se paró a hablar con algunos y eso fue noticia).
Para impedir el acceso al dirigente de turno, un grupo de gentes del aparato del PP, en algunos casos periodistas, rodean al miembro del PP, lo ponen a salvo de los periodistas que quieren preguntar y para ello les empujan y les tratan con hostilidad y desprecio.
Una rueda de prensa sin preguntas es, debería ser, algo tan impropio como la nieve negra, sin embargo ya forma parte de la rutina, se asume, se toma con más chanza que con irritación, y se da por bueno. Una comparecencia desde el inaccesible púlpito del plasma, es la negación del derecho a estar informados. El que se empuje a los periodistas que intentan preguntar a los silentes del PP es cualquier cosa, menos una practica democrática.
Me consta que hay compañeros indignados por estas practicas reiteradas, pero también se que otros se han resignado a sufrirlas.