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Encuestas olímpicas

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Dos eran los argumentos que machaconamente repetían los defensores de Madrid 2020: uno, que ya teníamos las infraestructuras construidas (dudoso argumento este: el momento en el que los miembros del Comité Olímpico Internacional vieron que nos habíamos gastado ya 300 millones en una Caja Mágica vacía e infrautilizada sin saber si íbamos a ser sede olímpica tuvo que ser eso, “mágico”). Y dos, que Madrid 2020 gozaba de un apoyo popular prácticamente unánime. Los discursos oficiales de Rajoy y del príncipe Felipe en Buenos Aires reincidieron en ese segundo punto. Según ellos, “todos” los madrileños y españoles estábamos deseosos de que el COI nos permitiera conseguir el sueño de ser al fin ciudad olímpica.

Al parecer, había datos que confirmaban la existencia de este consenso ciudadano. Unos días antes de la decisión final del COI, la candidatura hizo públicos los resultados de una encuesta realizada por la empresa de marketing Mediapost: nada menos que el 91% de los españoles apoyaba a Madrid 2020.

El problema es que en ningún sitio nos dijeron qué es exactamente lo que se preguntaba a los encuestados: si creían que postularse como sede olímpica era una buena idea, si preferían Madrid a Tokio o Estambul, o si creían que está bien priorizar los gastos asociados a la candidatura olímpica frente a otras necesidades de la ciudad. No hay que ser un experto en análisis demoscópico para darse cuenta de que estas preguntas no son equivalentes, y que los resultados variarán mucho según preguntemos una cosa u otra. Pero ni Mediapost, ni el Comité Olímpico Español, ni ninguno de nuestros representantes políticos consideraron pertinente decirnos qué estaban contestando exactamente ese 91% que en teoría apoyaban con fervor Madrid 2020.  

Por supuesto, los datos de esta encuesta no están disponibles al público y seguramente nunca lo estén. Déjenme contarles a este respecto mi lamentable experiencia con esta candidatura modélica y ejemplar que hizo todo inmejorablemente bien y que fue tan injustamente tratada por el COI en Buenos Aires. Como en el dosier oficial figuraban los datos de una encuesta que daba un amplio apoyo ciudadano a la candidatura (en ese momento el “apoyo” era del 80%; la pregunta en ese caso era si le gustaría que Madrid fuera elegida como sede de los Juegos Olímpicos, algo que como discutiré después es problemático considerar como medida de “apoyo”), intenté varias veces contactar con ellos para, en mi condición de investigador, poder examinar con detalle esos datos.

Después de varios mensajes que nunca recibieron contestación por su parte, al fin logré una respuesta en la que no me enviaban ni los datos ni el cuestionario con el enunciado de las preguntas, sólo una escueta nota de prensa con una selección de los únicos resultados que ellos consideraban relevantes. Sí, ya sé que esa encuesta la hemos pagado usted y yo, y que no es de recibo ese oscurantismo en la gestión de datos de opinión pública obtenidos con el dinero de todos, pero recuerde que aquí los únicos no transparentes en toda esta historia son los miembros del COI que nos eliminaron en la primera ronda. (Más tarde descubrí que en la red–aunque no en la página de la candidatura– se podía obtener un documento con las preguntas y los resultados de la encuesta, aunque no los datos en bruto).

He estado buscando otras fuentes y lo único que he encontrado son dos preguntas realizadas por la encuesta “Clima político y social de la ciudad de Madrid” realizada por la empresa Metroscopia (a diferencia de Mediapost, una empresa reputada y bien conocida en el ámbito de los estudios de opinión) en mayo de este año. La encuesta está circunscrita a la ciudad de Madrid, y tiene una muestra de 600 entrevistados. En ella, además de preguntar a los madrileños cuál pensaban que iba a ser la ciudad ganadora, se pedía la opinión sobre las consecuencias para la ciudad de ser sede olímpica. El enunciado exacto de la pregunta de Metroscopia era: “Si Madrid es finalmente elegida como sede de los Juegos Olímpicos de 2020, ¿será o no beneficioso para la ciudad de Madrid?”. Un 76% consideraba que sería beneficioso, y un 17% opinaba lo contrario.

El problema es que resulta algo atrevido, por no decir incorrecto, interpretar la respuesta a la pregunta sobre las consecuencias de la elección como “apoyo” a la candidatura (algo que no hacía Metroscopia, pero sí El País en este artículo). Primero, porque a la gente se le pregunta sobre si la ciudad se beneficiaría, no sobre lo que personalmente opinan de la candidatura. Y segundo y más importante (y esto afecta también a la pregunta que usaba Mediapost en los datos incluidos en el dosier oficial), porque lo verdaderamente relevante es saber cuánta gente apoya que la ciudad de Madrid se embarque en esta aventura, no si el hecho de ganarla es bueno o malo.

Si un 91% de encuestados reconocen que vivirían mejor si les tocara el gordo de la Primitiva, ¿podemos deducir que el nivel de apoyo a los juegos de azar es del 91%? Que Madrid 2020 era una apuesta arriesgada no era difícil de ver: bastaba con consultar las casas de apuestas y comprobar que Madrid nunca fue una seria aspirante a destronar a Tokio, la gran favorita.

Existían preguntas sencillas, directas y objetivas que hubiesen medido mejor el apoyo ciudadano a la candidatura olímpica. Aquí va una: “¿Está a favor o en contra de que la ciudad de Madrid haya presentado una candidatura para organizar los Juegos Olímpicos de 2020?”. Lamentablemente, nadie hizo nunca esa pregunta ni a los madrileños ni a los españoles, así que probablemente nunca sabremos con cuánto respaldo ciudadano se embarcaron los gobernantes madrileños en esta costosísima pesadilla.



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