Hemos pasado las vacaciones en un estado de apnea: como los buceadores, tratando de ver algo desde una perspectiva más profunda. Conteniendo la respiración. Tomando distancia de la superficie. Esperando que otra luz iluminara la realidad. Aspirando a otra existencia. Pero nada.
Sacamos la cabeza de debajo del agua y la vida sigue igual, como si nos hubiéramos quedado atrapados en un hit de Julio Iglesias. Apenas nos hemos frotado las gotas de los oídos y Rajoy, que inaugura el curso político, nos los tapona de nuevo con sus palabras burbuja: "Podemos estar orgullosos de lo que ha hecho nuestro país a los ojos del mundo y en un tiempo récord". No sabemos a qué se refiere: ni cuál es el orgullo que podemos sentir, si nuestro país está cada día más destruido; ni a qué ojos se refiere, dado que el mundo nos mira con creciente conmiseración; ni cuál ha sido ese tiempo record, como no sea el que ha durado nuestra ingenua inmersión estival. Si el presidente del Gobierno aceptara preguntas, que sería lo natural, habría que preguntarle a qué se refiere, entre otras muchas cosas. Pero no, preguntas no acepta.
De hecho, Rajoy habla únicamente entre los suyos, en actos como el de Soutomaior, en Pontevedra, en los que sus palabras solo admiten el aplauso por respuesta. "A mí no me preocupa lo que digan otros", proclama. Viniendo de un gobernante, tal proclama puede considerarse toda una declaración de principios: solo a los tontos o a los autócratas les trae al pairo la opinión general. Para contrarrestar, deduzco, semejante declaración (que es de suma importancia aunque se haya puesto traje de frase inane) el Presidente recurre a la pomposidad: "Como tantas veces ha quedado demostrado en la Historia, la victoria siempre acompaña a los que luchan por ella". Se diría un mariscal dirigiéndose a sus tropas. Pero a su alrededor solo vemos a un auditorio de jovenzuelos sentados en sillas de merendero, ellas con vestidito ligero y ellos en mangas de camisa, cuchicheando, por cierto, mientras habla su jefe y aplaudiendo después.
A qué victoria se refiere el orador Rajoy es un misterio. La que más cuadra es la pírrica, dadas las circunstancias de lo que él denomina su lucha: los afectados por las preferentes, que le abuchean allá donde va, retenidos por la policía a un kilómetro del castillo de Soutomaior; su otrora más que amigo Bárcenas, de vacaciones en la cárcel; una considerable mayoría de militantes y políticos de su partido, incluyendo miembros del Gobierno, con los pelos de punta (y los de Rajoy, teñidos, by the way) por la espiral de escándalos -el último, el de los ordenadores sin disco duro, propio ya de serie B, como la contabilidad del PP-; la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, convertida en forúnculo en las posaderas del Presidente ("Estoy muy orgulloso de todos y cada uno de los miembros de mi Gobierno", miente Mariano, sin embargo); las encuestas reflejando el derrumbe del PP. En fin, que la victoria a la que alude más parece la de Samotracia, pero al revés: solo le queda la cabeza. La cabeza, teñida, de Rajoy.
Así que sacamos la nuestra, nuestra cabeza, de debajo del agua y la vida con Rajoy sigue igual, como si emergiéramos de la ilusión de las profundidades a un remoto festival de Benidorm. Apenas nos hemos sacudido el pelo empapado y Rajoy nos escupe de nuevo: "Hoy se habla de que pronto saldremos de la recesión". Son pocos datos para un mandatario. Se habla, dice. Pero, ¿quién, quién habla, quiénes? ¿La joven de la sandalia plateada que le aplaude o el anciano con gorra de visera que le abuchea? ¿Dónde, dónde se habla? ¿En el jardín del castillo de Soutomaior o a un kilómetro del castillo?. "Tenemos una mayoría sólida, un Gobierno estable, y el apoyo de una gran fuerza que es el PP. Contra viento y marea vamos a culminar con éxito esa tarea", se lanza sin botella Rajoy.
Se lanza porque el de la apnea es él. El que aguanta la respiración pero se está quedando sin pulmones. El que está hundido en unas simas que no son estivales, en un descrédito que no es estacional. El que hace tiempo en el fondo, esperando que se calmen unas aguas que ya son ponzoñosas. Nosotros sacamos la cabeza del agua del verano y la vida, con Rajoy, sigue igual. Pero él se ahogará. Por mucho que asome un tanto la suya y acierte a regurgitar: "En solo 12 meses España ha levantado cabeza y está dispuesta a conquistar su futuro". Pero el futuro de España no será el suyo. Porque la apnea no puede ser eterna. Y Rajoy se ahogará.