1.- Para quienes piensan que los resultados explican el carácter de una rebelión, es preciso recordar que las revueltas egipcias de 2011 ocurrieron a pesar de los Hermanos Musulmanes, y que en ellas no se demandaron ni jeques, ni burkas, ni gobiernos islámicos, sino la caída del régimen de Mubarak y “pan, libertad y justicia social”.
Estallaron en un contexto marcado por la represión y la falta de libertad, pero también por el aumento de la brecha entre ricos y pobres, por la subida de precios de productos básicos y por políticas neoliberales que recortaron sueldos, empleos, servicios públicos.
2.- Los Hermanos Musulmanes no impulsaron las revueltas pero se aprovecharon de ellas y jugaron con ventaja en las elecciones legislativas y presidenciales.
Frente a movimientos políticos completamente nuevos que hasta entonces apenas habían podido actuar por encontrarse en la clandestinidad, la organización religiosa tenía a sus espaldas décadas de existencia y una estructura sólida. Frente a nuevos partidos que apenas contaban con dinero ni estructura, y cuyo nombre era aún desconocido, la Hermandad tenía las de ganar.
Pero además las elecciones de 2011 se celebraron en un clima de absoluta represión e impunidad. Fuimos muchos los testigos de los ataques violentos (vídeo) de las fuerzas de seguridad contra los manifestantes tan solo días antes de la jornada de votación. En aquellas protestas murieron decenas de personas.
El mismo Ejército que había atacado a manifestantes estaba días después en los centros electorales supervisando el proceso de votación. Hubo irregularidades, casos de fraude y cambios de última hora en los números asignados a cada candidato, lo que provocó confusión en un país con un porcentaje importante de analfabetismo.
En las presidenciales Morsi solo obtuvo el 11% de los votos en la primera vuelta de los comicios y finalmente ganó con un raspado 51% y una elevada abstención.
3.- Un año después del inicio de la presidencia de Mohamed Morsi su popularidad ha descendido notablemente. Como ya indicaba en un artículo a finales de 2011, las políticas de caridad de la Hermandad podrán aliviar pero no resolver la pobreza, la desigualdad y el desempleo que sufre un porcentaje muy elevado de la población, en un país donde el 40% de la gente vive con menos de dos dólares diarios.
Hasta el pasado año los Hermanos Musulmanes nunca habían estado en el gobierno. Sus promesas, su retórica, sus discursos contra el régimen anterior, han quedado en entredicho en este primer año en el poder, durante el cual no solo no se han resuelto los problemas existentes, sino que además hay cortes de luz diarios incluso en El Cairo, desabastecimiento de combustible y una grave situación económica.
En los últimos meses se ha creado un clima muy conservador que afecta a la libertad individual y social de la población -sobre todo de las mujeres- y se ha impulsado una persecución judicial, vía fiscalía, de periodistas que critican al gobierno y a la Hermandad.
4.- En este contexto surge el movimiento Tamarod (rebelión), que asegura haber reunido más de 22 millones de firmas pidiendo la dimisión del presidente Mohamed Morsi y que ha coordinado las protestas de estos días, a través del recién fundado Frente 30 de Junio con la intención de “proponer una hoja de ruta para el periodo de transición tras la salida de Morsi”.
El clima de confrontación, palpable hasta ahora en la atmósfera, llega al asfalto y existe el temor a que se enquiste. Seguidores de la Hermandad anunciaron la creación de unidades civiles para proteger edificios institucionales contra los manifestantes. (Vídeo: partidarios de Morsi en el barrio cairota de Naser City):
Entre el domingo y el lunes murieron 16 personas y cientos resultaron heridas. Desde las oficinas de la Hermandad musulmana en el barrio cairota de Moqatam se emplearon armas de fuego contra los manifestantes que se congregaron fuera y que hicieron uso de cócteles molotov: Las oficinas ardieron y hubo al menos ocho muertos, varios con heridas de bala. (Vídeo difundido por el colectivo Mosireen).
5.- Según el ministro del Interior egipcio, el pasado domingo salieron a la calle entre 14 y 17 millones de personas para pedir la dimisión del presidente (Egipto tiene 85 millones de habitantes). Fueron manifestaciones realmente multitudinarias e históricas que sin duda suponen un gran varapalo para la organización islámica egipcia. Este lunes las protestas continuaron en diversos puntos del país.
En ellas participan sectores muy diversos que, en muchos casos, no comparten más que su oposición al gobierno actual: Se mezclan movimientos sociales revolucionarios y grupos de izquierdas con liberales, partidarios del Ejército o feloul, término que se emplea para nombrar a los simpatizantes del régimen anterior.
6.- Como era de esperar, el Ejército ha aparecido en escena dando un ultimátum a las fuerzas políticas para que actúen “respondiendo a las demandas del pueblo”. Algunos movimientos que impulsaron las revueltas de 2011 son muy críticos con las fuerzas armadas egipcias, que siguen recibiendo de Estados Unidos una ayuda anual de 1.300 millones de dólares, y que muchos ven como el gran aliado de Washington en el país.
En un intento por secuestrar la 'revolución egipcia', fueron los generales lo que tomaron el poder tras la caída de Mubarak y hasta las elecciones que dieron la victoria a Morsi. Bajo su mandato se vivieron meses de represión e impunidad, con ataques sistemáticos a manifestantes (en esta página web se documentan ataques durante el mandato del Consejo Superior militar en 2011).
Uno de los episodios más trágicos se vivió en octubre de 2011, cuando los militares atacaron una protesta protagonizada por cristianos. Murieron más de veinte personas.
Entre los grupos revolucionarios existe el temor a que, si la situación se complica, los militares traten de sacar provecho.
“No llevará mucho tiempo derrocar a los Hermanos Musulmanes, estoy seguro. Lo que venga luego es mi principal preocupación”, ha dicho el activista Hossam El Hamalawy, en referencia al papel que puedan jugar los militares.
“Un importante sector de la población egipcia sufre de un claro síndrome de Estocolmo en su relación con el Ejército”, adviertía ayer en su cuenta de Twitter el politólogo Adel Abdel Ghafar.
“El comunicado del Consejo Superior militar es de risa. Dicen que no serán parte del proceso político pero que en 48 horas anunciarán un plan como hoja de ruta y lo supervisarán”, opinaba anoche en las redes sociales la periodista Nadia El-Awady.
“Déjà coup”, escribía otra internauta egipcia, haciendo un juego de palabras con las expresiones déjà vu y coup d’etat (golpe de estado).
7.- En un acuerdo entre bambalinas gestado el pasado año, los generales aceptaron a Morsi como presidente a cambio de conservar sus grandes privilegios y su poder en la sombra.
Ahora no cabe duda de que las Fuerzas Armadas estarían dispuestas a intervenir de nuevo para reconducir la dirección política del país. Por eso diversos movimientos de izquierdas han expresado en las últimas horas su temor a que se produzca un “suave golpe de estado”.
Y por eso, como ayer recordaba la activista feminista egipcia Mariam Kirollos, el movimiento anti-Morsi, amplio y heterogéneo, no tiene por qué ser sinónimo de revolución.