Sherlock Holmes descansaba plácidamente en un cómodo sillón de su club londinense cuando fue abordado por un botones que le comunicó que tenía una llamada de Madrid (Spain). Estaba acostumbrado a recibir llamadas de cualquier lugar del mundo. Impertérrito, sin muestra de sorpresa alguna, se dirigió a la cabina. Al otro lado del teléfono una voz con un inglés horripilante, según los esquemas clásicos del afamado detective, solicitaba sus servicios para aclarar unos misteriosos acontecimientos que, al parecer, estaban sucediendo en un edificio de la calle Génova de Madrid, sede de un importante partido político.
↧