No llevaba ni dos semanas Rodríguez Zapatero al frente de su primer Gobierno cuando, en un acto en Andalucía, Mariano Rajoy pidió poco más que abandonara la Moncloa. Mucho antes de los cien días de rigor, empezó una estrategia de acoso y derribo que tuvo uno de sus puntos álgidos cuando soltó en el Congreso “usted ha traicionado a los muertos”. La verborragia de Rajoy parece haberse esfumado ni bien alcanzó el poder, prodigándose muy poco por las Cortes e inaugurando un género: la comparecencia a través de la pantalla de plasma.
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