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Mucho más que Warhol y Lichtenstein

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"El pop art es popular, efímero, prescindible, barato, producido en serie, joven, ingenioso, sexy, divertido, glamouroso y un gran negocio". Así definía Hamilton, en una carta a sus compañeros del Independent Group en 1957, la corriente con la que estaban revolucionando el panorama artístico de su época. No queremos ser nosotros los que pongamos un pero... aunque hoy tenemos que añadir que el pop art es mucho más.

Para empezar, el pop art va mucho más que los omnipresentes –tanto en museos como en la memoria colectiva– Warhol y Lichtenstein. No es un arte banal ni superficial (ni mató la pintura como muchos le recriminaron a Warhol) sino que, más allá de ese mito, cuenta con más lecturas y poso social y político de lo que puede aparentar. Pero, además de la forma tan novedosa y aparentemente sencilla de hacer del arte algo cercano y atractivo para el público usando su propia realidad, está intrincado con la tradición pictórica. Esas son las lecturas que dibujan la exposición Mitos del pop, que se inaugura mañana en el Museo Thyssen de Madrid y que se podrá ver hasta el 14 de septiembre. Una muestra que trae a la capital, tras más de 20 años sin que esta corriente artística protagonizara una exposición en los grandes museos, una revisión de los inicios de este movimiento artístico haciendo dialogar a los pioneros ingleses con la explosión americana y los representantes alemanes, franceses, italianos o españoles, muchos grandes desconocidos para el público, de la expansión que vivió el pop art en Europa. Y todo ello tirando de esa relación con la historia del arte.

"El pop fue un movimiento revolucionario. Rompió con el espíritu subjetivo y elitista de las vanguardias anteriores. Se fijó en el entorno en un momento en el que estaba cambiando y las ciudades se llenaban de imágenes publicitarias, televisores, cines, eslóganes, eso que se llama mundo de la imagen. La reflexión que hicieron esos pioneros ingleses y americanos fue cómo incorporar esa cultura visual al mundo artístico", aseguraba la comisaria Paloma Alarcó. Y la respuesta es que, añadía, "nos han enseñado a mirar nuestro entorno. Una de las claves del pop fue saber comprender la mitomanía de la sociedad y convertirla en arte".

Utilizaban el mundo que les rodeaba. Eso que hoy llamamos cultura pop pero que en la década de los 50 estaba en pleno boom. El cine, las celebrities, la publicidad, las marcas, los cómics, los medios de comunicación... Y se ganaron no pocas críticas de sus antecesores, los expresionistas abstractos, porque consideraban el arte pop de todo menos arte. Quizás porque llegaron comiéndoles un terreno que habían tardado mucho en conquistar en cuanto a público y coleccionistas. Y también porque hacen del arte algo que está al alcance de todos, fácilmente reconocible y comprensible. El resultado fue una reinterpretación de la imagen de la cultura contemporánea que hoy sigue teniendo prácticamente la misma vigencia porque todos, en mayor o menor medida, bebemos de esa cultura pop.

Mitos del pop llega, por tanto, con discurso narrativo novedoso y muy interesante. Es arriesgado, como explicaba Paloma Alarcó, pero efectista en ese descubrir algo más. La exposición, que se centra en los inicios del movimiento (de los 50 a los 70) no se estructura de forma cronológica o por artistas sino que son ocho ejes temáticos los que nos contraponen a los pintores y técnicas a partir de los grandes géneros de la historia del arte. "La relación del pop con el arte contemporáneo es palpable y se ha estudiado mucho pero, sin negar este hecho, queremos mostrar la revolución que lo cambió todo y su relación con los géneros y las obras icónicas de la historia del arte. Medir el pop con tradiciones artísticas da muchas claves", afirmaba Alarcó.

Así, Detalles de pinturas renacenistas de Warhol, obra que abre la exposición tras traspasar su gran mural Flores, es una versión de El nacimiento de Venus Boticelli. Tampoco es igual, pero guardan una estrecha relación, las versiones de Mickey de Warhol, Lischtenstein o el Equipo Crónica. Y, por supuesto, quien busque aquí la parte más conocida, ya decíamos que la muestra era efectista en su concepción y está llamada a convertirse en una de las exposiciones del año junto a la retrospectiva que el Museo Reina Sofía dedica a Hamilton (27 junio a 13 octubre y con venta entrada combinada para ambas muestras pop), encontrará una amplia variedad de Warhol y Lichtenstein. De hecho, ambos son los pintores con más obras entre las 103 de la exhibición, con 24 y 10 respectivamente. Pero, aunque lo parezca, no todo el pop art son ellos.

Aquí comenzó todo

¿Qué es lo que hizo que los hogares de ayer fueran tan diferentes y atractivos? Es 1956. Richard Hamilton había creado hace cuatro años en Gran Bretaña el Independent Group. Aunque se adjudica al crítico Lawrence Alloway la elección del nombre pop, fue Hamilton el que lo etiquetó así en este collage que puede considerarse el punto de partida del pop art. La exposición muestra en su arranque, y dentro de eje llamado Collage, publicidad, cómic, una versión de 1992 donde la palabra pop (un fragmento de la marca de caramelo American Tootsie Roll Pop) aparece en un chupa chups. Pero también aquí ya encontramos también las claves de todas las fuentes de las que bebería esta corriente artística. Está la pin up, el hombre musculado, la televisión, la música, las marcas de coches, los neones del cine, los periódicos, la aspiradora, el cómic... Todos esos objetos que se iban haciendo básicos en la sociedad de consumo que se estaba imponiendo.

Junto a esta obra, no faltan esos momentos iniciales que representan los collages de papel couché Paolozzi o los protagonizados por James Dean, de Johnson, pero si algo nos llama la atención de ese arranque son los bocetos de zapatos de Warhol. Su trabajo como publicista y ilustrador fue clave para su manera de entender el arte. Y en las cuatro obras sobre zapatos que se pueden observar (trabajó para la firma Miller Shoes) vemos esos inicios de Warhol en el pop art bajo el influjo de su profesión. Son un tanto abocetados, antiguos, casi toscos pero ya están cargados de una segunda lectura (el título À la recherche du Shoe Perdu quiere evocar a Proust). "Aquí Warhol está aprendiendo a hacerse a sí mismo", nos dice Alarcó.

En Estados Unidos el pop art irrumpe con fuerza en la década de los años 60 y si hay un punto de partida lo marca Warhol y Lichtenstein y esta obra. Su Look Mickey convierte en arte algo que nunca se había llevado a un lienzo o una galería como es el cómic. ¿Había algo más transgresor y común al ciudadano de a pie? Pero va más allá y carga obras como esta, Forget It! Forget Me! o Mr. Bellamy de un simbolismo que busca retratar esa nueva América en la que imperan los mass media y el consumo de masas.


Marcas, logos, neones y todo lo que se pueda vender

La publicidad es un filón para los artistas y una forma de comunicación hiperdirecta con el espectador. La marca y el eslogan son ya, no el reclamo para vender productos, arte. La sala llamada Emblemas es una de las que más va a llamar la atención del visitante y no solo por ser tan reconocible y ver la Coca-Cola, la sopa Campbell y la caja de Heinz de Warhol. Estos son nuestros primeros impactos al entrar pero, además de descubrir una de las primeras obras en las que empieza a utilizar algo que se convertirá en su seña de identidad: las repeticiones (S&H sellos verdes pero también lo vemos en Mantra Pool de Tilson, otro de los pioneros del pop británico), Robert Indiana es el que captura nuestra atención. Su EAT con luces de camerino o de esos carteles de cine de antaño funcionan hoy tan bien como reclamo como antes. "Indiana utilizó principalmente palabras y números que se imponen de una menera repetitiva e icónica en sus obras", cuenta Alarcó. 

¿Qué sería del mundo sin celebrities?

Del mundo y del pop art. The Beatles, The Rolling Stones, Marilyn o Liv Taylor fueron el objeto de las obras de Blake, Hamilton, Warhol o Rotella respectivamente. Iconos que reinterpretados y manipulados por los artistas pop se convierten aún más en objetos de veneración. Junto las obras más icónicas, encontramos la versión de Lauren Bacall de Alez Katz o el enorme collage Solo para hombres. Protagonizada por MM y BB de Peter Philips, donde combina folk art británico con recortes de revistas con el rostro de Marilyn y Brigitte Bardot junto al texto She is a doll (Ella es una muñeca) y cuatro strippers en claro símbolo de la atracción sexual. Y sí, hay una protagonista indiscutible en esta sala dedicada a los Mitos. Y no es otra que Marilyn Monroe.

Este soy yo (o no)

El pop art también llega, como decíamos al principio, para reinterpretar los géneros artísticos clásicos y el retrato es uno en el que los artistas dejan con más pasión su huella. La técnica se torna subjetiva, se cuestiona la individualidad y se busca el estereotipo o el anonimato. Lo vemos en los varios que hay de Warhol (Autorretrato con luz negra es el más poderoso de todos y marca el punto de inflexión en el que el retrato se convierte en imagen visual, aunque no faltan los que hizo a finales de los 60 introduciendo temas como la muerte en su concepción personal) pero también en los hechos con fotos y recortes de revistas como el Autorretato con guitarra azul de Hockney, con un componente autobiográfico, una técnica que juega con el espectador sobre los límites de la realidad y la pintura e inspirado en el poema de Wallace Stevens El hombre con la guitarra azul y El guitarrista ciego del periodo azul de Picasso, o el desfigurado y abstracto Hombre reflejado de Jones.

Mis paisajes

Si alguien utilizó como fuente de inspiración los paisajes, los bodegones y las naturalezas muertas ese fue Lichtenstein. De hecho, descubrimos en el recorrido por la exposición su Cielo amarillo, con sus característicos puntos benday, que beben del postimpresionismo y el puntillismo pero aquí se congelan y mecanizan. Esta es una de las salas más interesantes en cuanto a diversidad de estilos y descubrimientos de obras. Nada tienen que ver el Jónico de Ed Ruscha con El camerino de Valerio Adami o las Tres máquinas de Wayne Thiebaud, un californiano que pintaba objetos utilizando una técnica muy potente e icónica y pinceladas elaboradamente gruesas. Nos detenemos ante la reinterpretación de Wesselmann de las naturalezas muertas. Lucky Strike, Coca-Cola, el batido de fresa o las muffins (¿nos creíamos modernos, no?) nos proponen un discurso artificial que choca con la tradición pictórica más realista e idealista.

¿Sexo o sexy?

La publicidad también llegar para crear los mitos de género que perduran (aún) hoy. Muchos artistas pop como Warhol, Wesselmann, Rosenquist o Lindner participaron en 1966 en la exposición Erotic Art 66 de Nueva York bien para poner esta obsesión en el punto de mira o bien, y visto con la distancia de los años, para perpetuarla.

En Erotismo urbano nos topamos con una de las pocas artistas pop de la exposición. Pauline Boty coloca sobre el lienzo en su Es un mundo de hombres II a esa mujer objeto ideal que venden los medios y le agrega el eslogan ad hoc que da título a la obra aludiendo a un mundo dominado por la visión masculina.

Junto a ella, destacan los desnudos americanos de Wesselmann (para los que utiliza los colores de la bandera estadounidense, símbolos nacionales e imágenes de personajes históricos) con claras reminiscencias de Tiziano, Goya, Manet o Matisse, las apariencias desdibujadas de Richter o la crítica a la deshumanización de la sociedad moderna que Lindner hace con su descomunal y travestida amazona/domadora (en la imagen).

Historia y política

Los referentes a la política americana no faltan en la iconografía pop. En esta parte de la exposición predominan referentes como la llegada del hombre a la Luna o el asesinato de Kennedy, representado en su viuda Jackie por obra y gracia de Warhol, y su canonización del americanismo. El patriotismo de la posguerra también aparece en las obras Rauschenberg o en la escultura de Fahiström. El sueco contrapone en su balancín rojo repleto de figuras de plástio lo precario del equilibrio mundial con iconos como el Papa, Nixon, referencias a la guerra de Vietnam, la estatua de la Libertad o King Kong.

Pero si algo merece ser destacado aquí son los múltiples y comprometidos ejemplos de arte pop español. La crítica mordaz contra el franquismo, la amnesia colectiva o el exilio están presentes en obras de Eduardo Arroyo, Equipo Realidad o El abrazo de Genovés, todo un símbolo de la transición que inspiraría el momumento a los Abogados de Atocha y que no ha visto las paredes de una sala (se ha exhibido intermitente y mínimamente) desde hace demasiados años.

El arte sobre el arte

La historia del arte pasa de ser un motivo de inspiración a uno artístico en el pop. Es revisitable, criticable, modificable y, además, sirve para analizar la evolución del arte y cómo lo percibe la sociedad. "Pienso que he tenido una relación permanente con el arte del pasado, con momentos de pasión y de enfriamiento", aseguraba Hockney para reivindicar que "el arte del pasado todavía está vivo". Su manera de demostrarlo fue versionando un retrato de un niño de perfil de Piero della Francesca en Cabeza renacentista. Y Warhol, de nuevo, sería el gran impulsor y quien convertería esta reinterpretación de los clásicos al estilo pop en un género en sí mismo.

En esta parte final de la muestra no está presente el icono americano pero encontramos los ejemplos más destacados entre los artistas pop españoles. Las Meninas de Velázquez adaptadas por el Equipo Crónica español en La salita denuncian, metiédolas en una estancia contemporánea, cerrada y asfixiante, el retroceso y la opresión de la dictadura. Luis Gordillo con su Caballero cubista aux larmes también retrocede, tirando de iconografía sacada de los medios, el cómic y la publicidad y con un trabajo entre la abstración y la figuración, al Siglo de Oro y al cubismo para criticar la alineación del hombre en las urbes mientras que el excepcional Vestido bajando la escalera de Eduardo Arroyo denuncia la devoción por los artistas vanguardistas parodiando a Duchamp.









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