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"Hay un hilo que conecta la tradición republicana con el socialismo y el 15M"

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Alberto Garzón (Logroño, 1985) llega a la carrera a la cita. El diputado de IU lanzó su nuevo libro, 'La Tercera República' (Península), el martes, un día después de que el rey Juan Carlos I anunciara su abdicación. Desde entonces, los actos y entrevistas se han multiplicado. También la actividad política. Garzón saluda la renuncia del rey y la coincidencia, pero se apresura a explicar que las fechas estaban elegidas con mucha antelación.

¿Los sucesos de la última semana confirman la pertinencia del libro?

Es una casualidad, terminé de escribirlo en navidades. Pero entraba dentro de las probabilidades, porque tarde o temprano iba a ocurrir. La abdicación manifiesta que existía un fenómeno político de fondo que ha sido disparado por los resultados de las elecciones europeas, que dieron un resultado de severo castigo al bipartidismo, que ha sido siempre un pilar fundamental de la monarquía y del sistema político del 78. Este sistema está en quiebra, está erosionado, y es lo que ha precipitado la decisión del rey. Ahora se abre un escenario de posibilidades, entre ellas la república.

En el ensayo diferencia entre la república como forma de Estado y el republicanismo como sistema político-social. ¿Cuáles son esas diferencias?

La república es una forma de Estado que se caracterizaría por el procedimiento para elegir al jefe del Estado: en una monarquía se hereda y en la república hay una decisión democrática.

La tradición política republicana va mucho más allá. Concibe la política como una forma de participación ciudadana sin limitar la democracia al voto cada cuatro años para que el resto del tiempo los ciudadanos sean un sujeto pasivo. En vez de entender la política de forma delectiva, en la que el ciudadano delega sus decisiones en representantes que son los que ostentan de forma efectiva la soberanía, defiende un planteamiento de mayor participación democrática donde el ciudadano sea un sujeto político activo durante todo el mandato.

Este planteamiento echa por la borda el mantra de que da igual república o monarquía ya que lo importante es que haya una democracia.

En el momento de la Transición no hubo un debate entre monarquía o república, sino entre dictadura y democracia; y la democracia venía en un pack con la monarquía incluida. Ahora hay que elegir entre una democracia limitada o construir una mucho más participativa, de máximos, que se enfoque hacia la república. Ese es el dilema: si seguimos en la vieja política, la de la corrupción, las redes clientelares y el caciquismo, frente a una nueva política con nuevas formas de entender las reglas del juego.

En este contexto, dice que la democracia española sería más formal que real. ¿España no es una democracia plena hoy en día?

Habría que definir primero qué es una democracia. Si atendemos a las cuestiones puramente procedimentales, al conjunto de reglas que permiten que unos partidos se presenten y los ciudadanos voten cada cierto tiempo de forma recurrente, en España hay una democracia. Aunque incluso desde este punto de vista es una democracia de mínimos, porque no permite la participación ciudadana sistemática.

Pero si atendemos a una visión de la democracia según la cual la democracia es también que la gente tenga vivienda, que tenga acceso a la sanidad, a la educación y que tenga empleo, hoy podemos constatar que no existe democracia. Si las decisiones se toman por parte de sujetos políticos que no son la mayoría de la población, como el BCE, o no podemos votar la Jefatura del Estado, en ese sentido no estamos en una democracia.

En 'La Tercera República' intenta refutar también la teoría del fin de la historia que se promovió tras la caída del Muro de Berlín y el fin de la lucha de bloques. ¿Cree que los acontecimientos últimos indican que ese fin de la historia no ha llegado todavía?

Se trata de constatar que la tesis del fin de la historia es errónea. La pelea, la lucha ideológica, sigue vigente. El modelo de sociedad sigue siendo una cuestión a discutir y debatir y el enfoque ideológico es muy notable. Hemos estado durante mucho tiempo dominados por el neoliberalismo, que es una forma de entender la propia civilización, y ahora se construyen alternativas sobre la base de ideologías como socialismo o comunismo y de democracia radical. Existe una opción de construir una sociedad alternativa. Hay una lucha ideológica que se efectúa en todos los niveles: desde el cotidiano hasta los medios de comunicación o el Parlamento. Son ideologías enfrentadas que han resituado el imaginario español: la forma de ver la política hoy es totalmente distinta a hace 30 años.

Recoge en el libro que tras el 15M mucha gente empezó a plantear preguntas que tienen que ver precisamente con los déficit de participación política. ¿Cree que hay un antes y un después del movimiento también en la reivindicación de una república en España?

Sí. La cultura de la Transición son las lentes a través de las cuales vemos la realidad política y social. Nos hablaba de consensos obtenidos entre las grandes élites, entre unas pocas personas elegidas por delegación que en determinados despachos y en determinados restaurantes cerraron los grandes pactos de Estado.

El 15M rompe con eso porque nos plantea la necesidad de mayor participación ciudadana y nos habla de nuevos mecanismos para hacerlo. Esa nueva cultura del 15M es la que impregna el ánimo republicano, la que recupera la tradición republicana de participación en contraposición a la tradición más liberal y de élites de la Transición. En este proceso, el republicanismo tiene una vigencia extraordinaria porque el 15M no es un proceso adanista, no es algo que no ha pasado antes, sino que recupera la tradición histórica republicana. Hay un hilo que conecta esa tradición republicana con el socialismo y el 15M.

En el ensayo también habla del fracaso de la socialdemocracia en su intento de reformar el capitalismo en los últimos tiempos. ¿Ese fracaso se ha visto reflejado en las últimas elecciones europeas?

Sí, pero no es una cuestión de fracaso político en el sentido de los partidos políticos que se dicen socialdemócratas, sino en el espacio teórico. La arquitectura de la UE ha sido diseñada de tal forma que obstaculiza, cuando no impide, la posibilidad de mantener unas políticas socialdemócratas. Cuando tienes un BCE que solo se preocupa por la inflación y es independiente, si tienes libertad de movimiento de capitales y competencia fiscal entre los países del euro, realmente las políticas socialdemócratas tienen poca cabida. En ese sentido vemos comportamientos políticos como el de [François] Hollande [presidente de Francia] o del SPD [partido socialdemócrata alemán], que acaban actuando como la derecha; o el comportamiento de Zapatero durante los dos últimos años de su Gobierno.

Ese es el problema de fondo: puede llegar al Gobierno un partido que se dice socialdemócrata pero no puede aplicar políticas socialdemócratas si el tablero de juego es el que actualmente tenemos.

¿Hace falta pedagogía política para que la gente que ve que la sociedad no funciona entienda por qué no funciona?

Hace falta mucha más pedagogía. El problema no es la existencia de la democracia, que es un diagnóstico que abre la puerta al fascismo. El problema es la ausencia de democracia, de mecanismos de participación de la ciudadanía. Y el problema no es la política, sino una determinada forma de ver la política. Necesitamos explicar a la gente que tenemos herramientas para transformar la sociedad y para impedir que una minoría se apropie de nuestro trabajo y de nuestro dinero, que es lo que en última instancia está ocurriendo.

Necesitamos pedagogía y formación para que las ideas que van a operar en nuestra contra no las interioricemos con facilidad. Los medios de comunicación emiten un mensaje muy concreto que te da una visión del mundo. Si uno no está atento puede absorber esa visión del mundo a pesar de que le esté moviendo hacia una acción política en contra de sus intereses como trabajador o usuario de la sanidad pública, por ejemplo.

El libro se cerró en navidades, pero ya en él se menciona que existe un proceso constituyente en marcha para una restauración borbónica. ¿En qué consiste este proceso?

Hay un proceso de transformación económica previsto para España que dirige la troika y que se llama reformas estructurales. Tiene como objetivo salvar al capitalismo de su propia crisis con un incremento de la explotación laboral y de la regresión social en términos de educación, sanidad y servicios públicos. Eso necesita un sostén político y se lo otorgan, sin lugar a dudas, el PP, el PSOE y la Casa Real; es decir, el sistema político del 78. A este proceso de intentar apuntalar el sistema, que está en crisis y pierde apoyos, se suma una estrategia que podríamos llamar de restauración borbónica que pasa por intentar mantener las bases del mismo proceso. Porque la troika no puede aplicar sus políticas si no hay un sostén político detrás.

La coronación de Felipe VI será el día 19 de junio. Da la sensación de que los tiempos se han acortado. ¿Las prisas son buenas para quienes reclaman un cambio?

Lo hacen muy rápido precisamente para evitar el desgaste de que las manifestaciones republicanas proliferen, el desgaste que supone que la gente se dé cuenta de que están apuntalando el sistema político. Nosotros somos partidarios de ir más despacio: que abdique el rey y que se abra una consulta al pueblo.

¿Una consulta de qué tipo?

Un referéndum no vinculante, que entra dentro de la ley, que nos permita a los ciudadanos optar entre república y monarquía. ¿Que sale monarquía? Desafortunadamente para nuestras coordenadas ideológicas, tendremos que seguir haciendo más pedagogía. ¿Que sale república? El pueblo ha hablado y el Gobierno tendrá que administrar un proceso constituyente para adaptar las normas jurídicas y la Constitución a la nueva realidad. Es un proceso de radicalización democrática que excluye las prisas.

No parece que el referéndum vaya a celebrarse. ¿Esto provocará que el debate político hasta las próximas municipales y autonómicas esté centrado en esta cuestión?

No creo que sea un elemento definitorio de las elecciones municipales, pero estará ahí. Si Felipe de Borbón va a ser definitivamente Felipe VI, el contexto social y económico en el que accede al trono va a hacer que sea Felipe VI el breve. Estamos ante una tesitura muy particular en la que todo esto es parte de apuntalar un proceso de transformación contra el que está la gente. Y creo que las siguientes elecciones manifestarán el declive del bipartidismo, lo que va a minar el sostén político de la propia monarquía y también del proceso de transformación económica dirigido por la troika.

¿Y qué iniciativas tomará IU en favor de esa ruptura hacia la república?

La república no es solo una forma de Estado, sino unos principios, unos valores y una nueva forma de entender la política. Hay que hacer pedagogía para explicar que monarquía es vieja política: monarquía es corrupción, es amiguismo y enchufismo. Casos hay de sobra para acreditarlo. Y república es una nueva política: es participación, es deliberación; una forma de involucrar a la ciudadanía en las actividades políticas. Esa será la tarea de IU.

En su día también se habló de Juan Carlos I, el breve,¿qué errores cometieron los republicanos entonces para que no se cumpliera la premonición?

Es una circunstancia completamente distinta. En la Transición la monarquía iba en el pack que apostó por la democracia. Santiago Carrillo, como dirigente del PCE, lo aceptó en un contexto en el que ni siquiera pudo consultar a las bases porque no los podía ni reunir. Después llegó el pacto de silencio para no desvelar las actividades que está realizando el rey. La Casa Real no solo ha estado implicada en el caso Nóos, sino que ha torcido las instituciones del Estado, ha recurrido a la sanidad privada cuando la población sufre recortes en la pública, hemos visto los safaris para cazar elefantes, hemos visto que hace de intermediario comercial para las grandes empresas y se dice que recibe comisiones, el Gobierno no nos responde las preguntas... Son circunstancias que han visto la luz cuando se ha roto el pacto de silencio. Felipe llega en unas condiciones y contexto totalmente diferentes y no le va a ayudar en absoluto porque no cuenta con la legitimidad que tenía su padre para parte de la ciudadanía por la supuesta gestión del 23F, que tampoco podemos conocer porque los documentos están clasificados.

Hay personas que defienden que en la Transición no hubo un pacto, sino un chantaje sin alternativa.

Es que fue un proceso de transición, no de ruptura con el régimen anterior. Estuvo tutelado y dirigido por los militares y la monarquía. Recordemos que en las primeras elecciones al Senado, el rey eligió a 50 senadores a dedo. Fue un proceso tutelado por una monarquía que participaba ideológicamente de un derechismo muy claro. No hay una revolución. La izquierda hizo lo que pudo pero no logró romper el cordón umbilical con el franquismo. Ahora hablamos de otra cosa distinta: aprovechar las circunstancias, y que han pasado 40 años, para trasladarnos a un nuevo escenario político.









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