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Mentiras edulcoradas para verdades que duelen

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Esta semana nos ha traído nuevas tergiversaciones de la realidad. Puede que por voluntad de trabajar al servicio de unos intereses determinados, puede que simplemente por pereza intelectual, lo cierto es que se han redactado algunas noticias sobre Ucrania un tanto distorsionadas. Tal es así que, leyendo la portada de algunos diarios, pareciera que los llamados prorrusos fueron responsables de su propia combustión, que un edificio se autoincendió por arte de magia y que más de 30 personas fallecieron así, sin más, sin que nadie sea responsable de su muerte.

Luego está lo de Cospedal, diciendo, sobre el recorte de las pensiones, que “no se puede mentir a los ciudadanos y nunca lo hemos hecho”. Los jubilados sufrirán una caída de poder adquisitivo de más de tres puntos -3.000 millones de euros- de aquí a 2017, pero el PP se siente legitimado para decir lo que no es.

También estos días González Pons ha afirmado que “en materia de impuestos podremos presentarnos con el programa cumplido”. El Gobierno ha creado 10 nuevos impuestos, ha subido el IRPF o el IVA entre otros, las empresas del Ibex 35 han pagado un 8,4% menos en impuestos en 2013, pero el PP ha cumplido su programa. Ahí queda eso.

Otro episodio interesante de esta semana ha sido lo de la editorial Anaya contando en un libro de texto de primaria que Antonio Machado “se fue a Francia con su familia. Allí vivió hasta su muerte” y que Lorca, “poco después de terminar su última obra de teatro murió, cerca de su pueblo, durante la guerra en España”.

Muertes endulzadas, las han llamado algunos medios que han informado sobre ello. Habría que hablar más bien de realidades falseadas. Ha habido internautas biempensantes que han defendido semejante relato, diciendo que a los pobres niños es mejor mentirles que hablarles de fusilamientos o exilio.

El problema es que a los estudiantes de 16 años tampoco se les transmite la magnitud de lo que fue la represión franquista, y así este país -el segundo después de Camboya con más desaparecidos en el mundo- desconoce su propia historia. Casualmente, el mismo día en que estallaba la polémica en torno al libro de texto de Anaya, la Audiencia Nacional se negaba a extraditar a Billy el Niño, acusado de ser uno de los mayores torturadores franquistas.

La relación entre la desmemoria, la ocultación de nuestra propia historia y la falta de justicia para las víctimas del franquismo es más que evidente. La democracia española se asienta sobre una impunidad que ampara a los verdugos de aquél régimen mientras sigue dando la espalda a los miles de familiares y víctimas de la represión dictatorial.

Las cosas, desde la distancia, a veces se ven más claras. Hagamos la prueba inversa:

¿Qué nos parecería que los chavales alemanes estudiaran con libros de texto en los que se afirmara que “los judíos salieron del país con sus familias”, o que “Ana Frank escribió unas memorias juveniles antes de fallecer”?

Algunos internautas han afinado su sentido del humor estos días, y han redactado en las redes sociales parodias como estas:

 “Miguel Hernández cogió frío”, “Billy el niño, gran deportista, practicó el boxeo en las instalaciones de la DGS”, “Grimau sufrió un accidente de caza”, “Unos señores con uniforme construyeron a los judíos unas saunas para que no pasaran frío”, “Se tropezó con una bala diez veces seguidas”, “Azaña se fue a hacer turismo”, “A Luis XVI se le fue un poco la cabeza”, o “Juana de Arco se fue a una sala de rayos UVA a tostarse”.

Sin embargo, el asunto es muy serio. Afortunadamente, poco después de que estallara la polémica, la editorial Anaya anunciaba que retirará el libro de texto, lo que demuestra que señalar y denunciar es útil. Este es tan solo un pequeño ejemplo de que sí se puede, siempre y cuando se intente, se despierte.

Aún así queda mucho para desenterrar la historia reciente de España. La impunidad del franquismo sigue viva y sobre ella se ha construido esta democracia que sigue excluyendo de los libros de texto de escuelas, institutos y universidades buena parte de los crímenes de la dictadura. Y así vivimos como seres mutilados, desprovistos de guías útiles para evitar que la historia se repita, para distinguir los abusos y saber enfrentarlos.

Quizá por eso es tan fácil hacer uso de esas puertas giratorias que hoy te hacen político y mañana integrante de un consejo asesor de una empresa con un sueldo elevadísimo. Quizá por eso a las personas se nos niegan derechos fundamentales, como el acceso a una vivienda digna, mientras se rescata con dinero público a los bancos. Y por lo mismo se da una medalla a una virgen, se indulta a banqueros y traficantes de droga, se da prioridad a los fondos buitre y se transmite la idea que los derechos son privilegios cuando los ejerce la mayoría de la población y no solo las elites.

En medio de este expolio desde el poder se intensifica la táctica de edulcorar la realidad, en un intento por evitar la respuesta y la acción de los ciudadanos. Y hay quienes aún prefieren refugiarse en el desconocimiento para no asumir la verdad, que a veces duele. El saqueo es de tal dimensión que resulta increíble. Como dice la canción de Calle 13, “dentro de la lógica de la humanidad nos creemos la mentira y no aguantamos la verdad”. Lo cierto es que pretenden sumergirnos, como en el libro 1984, en una mentira dulce y constante.









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