EEUU entrega anualmente 3.000 millones de dólares al Ejército de Israel y 1.300 millones al Ejército egipcio. Son la primera y segunda mayor ayuda que Washington da a unas fuerzas armadas en el mundo. Se trata de la recompensa tras la firma de los acuerdos de paz de Camp David entre Israel y Egipto en 1979, en los que EEUU actuó como mediador.
Estos acuerdos supusieron el fin de la unidad del mundo árabe. Egipto recuperó el Sinaí que Israel había ocupado ilegalmente años antes, e Israel se comprometió a detener la ocupación de Gaza y Cisjordania, algo que no cumplió y que sigue incumplimendo de forma sistemática a día de hoy. El Cairo reconoció el Estado de Israel, a pesar de que Tel Aviv seguía ocupando los Altos del Golán sirios y Jerusalén Este.
Los países árabes sintieron que el presidente egipcio, Anuar el Sadar, había negociado al margen de los intereses del mundo árabe y solo en función de los suyos propios. Egipto fue expulsado temporalmente de la Liga Árabe, que trasladó su sede de El Cairo a Túnez (hasta que en 1989 volvió a ser readmitido) y Anuar el Sadat fue asesinado poco después en un atentado mientras presenciaba un desfile militar.
Tras la firma de los acuerdos de Camp David el Ejército de Egipto se convirtió en garante del cumplimiento de los mismos por el lado egipcio, y Tel Aviv y El Cairo iniciaron una relación cordial.
Israel se vio libre de su mayor enemigo regional hasta entonces -las Fuerzas Armadas egipcias son el décimo ejército más numeroso del mundo- y tuvo vía libre para impulsar la ocupación ilegal de más territorios palestinos, a pesar de la letra escrita en los acuerdos. La discriminación y opresión que Israel ejerce contra la población palestina no ha impedido que los generales egipcios se mantegan leales a Camp David.
La importancia de la ayuda económica estadounidense al Ejército egipcio fue mencionada por la embajada de EEUU en El Cairo en 2009, en cables publicados posteriormente por Wikileaks:
“El presidente Mubarak y los líderes militares ven nuestro programa de asistencia militar como la piedra angular de nuestra relación y consideran los 1.300 millones de dólares en ayuda anual una “compensación intocable” por la creación y mantenimiento de la paz con Israel. Los beneficios tangibles de nuestra relación son claros: Egipto sigue en paz con Israel y los militares de EEUU gozan de acceso prioritario al Canal de Suez y al espacio aéreo egipcio”.
Por eso estos días se está abordando en la prensa estadounidense el debate sobre el mantenimiento de la ayuda económica al Ejército egipcio por parte de Washington.
Estados Unidos ha evitado llamar golpe de Estado a lo ocurrido en Egipto, precisamente para poder continuar con la financiación a las Fuerzas Armadas egipcias a pesar de que la ley estadounidense prohíbe entregar ayuda económica a un país en el que se haya producido un golpe. El objetivo de Washington es mantener Egipto bajo su órbita de influencia, y los generales son para ello su principal baza.
Algunos humoristas de la televisión estadounidense no han podido evitar mofarse de los equilibrismos lingüísticos de la Casa Blanca:
“Creemos que podemos esquivar nuestra propia regla sobre golpes de Estado si simplemente conseguimos no usar la palabra golpe de Estado. Esto es como un concurso. Tu reto es describir la actual situación en Egipto pero si usas la expresión golpe de Estado, perderás todo”, decía entre risas esta semana el humorista John Oliver en el Daily Show de John Stewart.(Vídeo:)
Según el diario Haaretz, propio gobierno de Israel ha pedido a Estados Unidos que no retire esta ayuda que garantiza de algún modo el compromiso de los generales egipcios con Israel.
Y es que entre los intereses israelíes está la “estabilidad” de la península egipcia del Sinaí, que comparte frontera con Gaza e Israel. Para ello Tel Aviv necesita la colaboración del Ejército egipcio y de un gobierno en El Cairo dispuesto a incluir esta tarea en su lista de prioridades. No es casualidad que precisamente tras la caída de Morsi se hayan registrado varios ataques de grupos armados contra objetivos militares egipcios en el norte del Sinaí.
De momento, y a pesar de los últimos acontecimientos, Washington ha seguido adelante con la entrega a Egipto de cuatro aviones militares F16. Y mientras tanto, tras el derrocamiento de Morsi, Estados Unidos ha decidido impulsar el reinicio de las conversaciones de ‘paz’ entre israelíes y palestinos, que llevaban tres años congeladas.
La cuestión del Sinaí
La agencia AP, citando fuentes de defensa, seguridad e inteligencia, menciona el papel clave que ha jugado la cuestión del Sinaí. “El nivel de discrepancia entre Mohamed Morsi y el jefe del Ejército, el general El Sisi [ejecutor del golpe militar] sugiere que los militares habían estado planeando durante meses tomar más control del reinado político en Egipto”, ha relatado AP.
Uno de los más profundos desacuerdos entre el jefe del Ejército y Morsi, según estas fuentes citadas por AP, giraba en torno a la península egipcia del Sinaí, fronteriza con Israel y Gaza. Poco después de que Morsi asumiera la presidencia en 2012, un grupo armado mató a 16 soldados egipcios.
Israel se apresuró a condenar a grupos palestinos de Gaza y Hamás negó su implicación en reiteradas ocasiones. Morsi prometió actuar contra los responsables de estos ataques, pero también habló públicamente de la necesidad de templanza y diálogo.
Según las fuentes citadas por AP, en noviembre de 2012 Morsi ordenó a los militares que detuvieran una ofensiva en el Sinaí que estaban a punto de iniciar. Los generales protestaron, y volvieron a hacerlo cuando Morsi se opuso a otra operación militar en marcha.
En medio de aquellas tensiones surgió el movimiento Tamarrod, que comenzó a recoger firmas pidiendo la marcha de Morsi. Sobre ello, AP indica:
“Parece que aquello fue una oportunidad de oro para El Sisi para deshacerse del presidente. Los militares ayudaron a Tamarrod desde muy pronto, comunicándose con la organización a través de terceras personas, según los oficiales [consultados]”.
La agencia también señala que “cuando Tamarrod dijo que había recogido dos millones de firmas por la caída de Morsi, los militares se interesaron y trabajaron a través de terceros que conectaron al grupo con liberales y empresarios vinculados a la oposición que lo financiarían [al movimiento], según dos altos oficiales del ministerio del Interior”.
La importancia de la cuestión del Sinaí también ha sido mencionada por un brigadier general egipcio retirado. En una entrevista con la BBC, este militar, Ayman Salama, afirmó que Morsi “amenazó los intereses más elevados en materia de seguridad nacional y militar por colaborar con Hamás en contra de los intereses del Ejército, especialmente en el Sinaí”.
Salama también reiteró “la importancia de la cooperación mútua entre los Ejércitos de Israel y Egipto en materia de seguridad e inteligencia”.
En el ideario colectivo de la sociedad egipcia siempre ha existido gran solidaridad con los palestinos y repulsa a la ocupación israelí. De hecho los movimientos que impulsaron las revueltas egipcias de 2011 nacieron en muchos casos al calor de la solidaridad con la Segunda Intifada palestina a principios de este siglo. Un Egipto realmente libre y democrático, fuera de un marco neocolonial como el actual, podría dar la espalda a Israel mientras éste siguiera violando las leyes internacionales.
Pero de momento la campaña que ciertos sectores egipcios están impulsando contra los palestinos y el aumento de las restricciones impuestas a los palestinos para entrar a Gaza por territorio egipcio, contribuyen a situar lejos de la realidad aquél dicho que sostiene que “el camino hacia una Palestina libre pasa por El Cairo”.