Un significativo número de escritores no firman durante la fiesta del libro de Sant Jordi en los stands de FNAC, quizás uno de los espacios más representativos junto a las paradas del Corte Inglés dentro de las grandes cadenas. ¿El motivo? La huelga convocada por los trabajadores de FNAC, debido a la precarización de las condiciones laborales y el paulatino aumento de los contratos temporales, a la que muchos consumidores se suman abogando por comprar en espacios donde presten atención al trabajador y, por extensión, al libro.
Desde una esquina casi se puede sentir la mirada conocedora de los libreros, contemplando una pequeña muesca más de escarnio a las grandes superficies. Casi se puede vislumbrar el letrero en neón, David contra Goliat, una vez más. Sea esta una imagen cierta o no, en los últimos tiempos lo que parecía una guerra perdida de las pequeñas librerías frente a las grandes superficies ha tomado algunos giros que hubieran resultado insospechados hasta hace bien poco. Como si de una pequeña aldea de bárbaros irreductibles ante el acoso romano se tratara, parece haber llegado la poción mágica, en forma de espacios nuevos de venta de libros. La Caníbal, Calders, Tipos Infames, Bartleby, Rafael Solaz. En los últimos años, en plena crisis económica y editorial, han brotado librerías con personalidad propia en diversas ciudades españolas, manteniéndose en pie frente a lo que se conoce como “la que está cayendo”.
¿Cómo es posible? ¿Quién es el insensato que, frente a la continua caída de la venta de libros -un 10% en el último año- y el fantasma del monopolio de Amazon abre un negocio voluble que requiere una inversión considerable? Es más, ¿funcionan?
El modelo de negocio
Montse Serrano, de +Bernat en Barcelona, una de las consideradas nuevas librerías renovadoras del panorama, desmitifica lo quijotesco de la situación. “La inversión inicial no es tan grande, con un monto relativamente conservador puedes abrir una librería. El gasto mayor es mantener el fondo y tener continuidad”. Serrano conoce bien el negocio, lleva siendo librera treinta años. En su caso, la librería no es nueva, pero ha sufrido una remodelación integral y una ampliación del espacio en la que la inversión de cincuenta socios a modo de cooperativa ha dado continuidad a un proyecto que tenía muchas dificultades para continuar como hasta entonces. “La crisis del sector del libro nos afectó como a todos, así que nos reconvertimos en un espacio multifuncional. Tenemos cafetería, hacemos presentaciones, sin perder de vista la venta de libros, que es lo más importante”.
Lo mismo advierte Alfonso Tordesillas, de Tipos Infames, en Madrid. “Crear un buen equilibrio entre fondo y novedades es muy importante, es lo que te mantiene y genera clientes que vuelven”. Por su parte, también desmitifica la importancia de la cafetería como generadora de ingresos. “No dudo que en otras librerías eso pueda ser una parte significativa de su facturación, pero no es nuestro caso. Piensa que no damos de comer, simplemente queremos que un lector asiduo pueda tomarse un café mientras hojea un libro”, añade.
La proximidad
La relación con el amante de los libros es clave para los espacios que empiezan o se reconvierten. “Tipos Infames no puede hablar de la incidencia de la crisis en la compra de libros porque llevamos tres años abiertos, en plena crisis, nosotros funcionamos bien en una zona en la que circula mucha gente y en un barrio que conocemos”, dice Tordesillas sobre su ubicación en Malasaña. Pese a que la tónica habitual cuando se piensa en librerías nuevas que surgen se cree que están en barrios “de modernos” o gentrificados de grandes capitales, lo cierto es que no es siempre así. “Que circule gente es importante, pero eso no asegura la venta de libros. Es mucho más rentable como negocio abrir una librería en una población más pequeña, de cien mil habitantes o menos, dónde no hay apenas competición, que en una ciudad grande”, explica Serrano.
Las nuevas librerías apuestan por fidelizar a un cliente a través de eventos y una selección adecuada que intentar llegar a todos. Todos estos negocios tienen entre tres y seis eventos semanales -entre presentaciones de libros, lecturas y cursos, por ejemplo, y hacen énfasis en poder aconsejar al que entra a buscar algo para que vuelva. “Eso es lo que nos distingue de Amazon o la venta por internet”, explica Luis Gallego, de La Fuga, una librería ubicada en Sevilla, especializada en movimientos sociales. “Esto que ahora se llama 'prescripción' es lo que genera interés y nos salva, no las novedades. Lo que no hace FNAC precisamente es seleccionar libros, eso es como un supermercado. No hay que dejar que nos expropien el concepto de librería”.
La especialización
Anita especializada en libros infantiles, Hybernian en ejemplares de segunda mano en inglés, la librería La Pau especializada en psicología...La apuesta por crear tejido cultural y nutrirse de la relación con la ciudadanía se acompaña, en ocasiones, de especializarse en un sector para distinguirse y evitar la competencia. Este es el caso de Ubú, una nueva librería situada en Granada, dirigida al amante del teatro. “Nos especializamos en una temática quizás menos tratada por las grandes superficies para llegar dónde el otro no llega”, explica Marian Recuerda, una de sus dueñas. “Nos dimos cuenta de que internet y los portales desbordan mucho, no te puedes formar necesariamente un criterio a la hora de elegir. No se trata de decirle al cliente lo que tiene que leer, pero hacerle de réplica es algo que siempre se agradece”, aclara.
En los últimos años, esta parece ser una tónica a seguir: el amante de un género especializado agradece el sentimiento de comunidad y de diálogo. “Los eventos que realizamos son una manera complementaria de hacer que la gente se levante del ordenador y venga a la tienda”, finaliza Recuerda. Además, la mayoría combinan la presencialidad con el desarrollo de una web potente que aunque no compita con los grandes portales, tampoco lo pretende.
La continuidad
Pese al empuje y las ganas, no es oro todo lo que reluce. Serrano explica que las cifras que marcan el aumento de librerías -4.336 establecimientos según las últimas estadísticas- no son necesariamente las reales. “En muchos casos se considera librería al que tiene una cafetería con dos estantes de libros, y no es lo mismo. El que tenga un corner de libros puede aspirar a que alguien que pasa por allí se lleve un libro algún día, pero eso es otra cosa”, explica.
¿Por qué, entonces, el auge de un negocio como este? “En nuestro caso se trataba de aunar pasiones narrativas con el gusto por la lectura”, dice Tordesillas, de Tipos Infames. Serrano de +Bernat tiene una teoría que aunque suene descabellada, puede resultar plausible: “Hay mucha gente del sector editorial que se ha quedado en paro y, se trata de un ámbito muy endogámico. Como pasó con el cierre de la SEAT, que todo el mundo montó bares, ahora la gente monta librerías. Habrá que ver cuántas resisten”.