El 13 de octubre de 1931 el presidente del Consejo de Ministros de España, Manuel Azaña, declaró en un largo discurso ante las Cortes Constituyentes republicanas que España había dejado de ser católica. Se estaba buscando una solución al llamado problema religioso y al excesivo peso que, según la izquierda y el centro laico, tenía la Iglesia Católica en la educación española y en la sociedad. Se afirmó aquella sentencia que entonces, e incluso ahora, podría considerarse excesiva.
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