Hoy las cosas hubieran sido muy diferentes, pero en 1974 Nick Drake murió invisible a los 26 años, en el más absoluto anonimato, sin discos vendidos y sin que la prensa musical notase su ausencia. Un misterio que solo dio una docena de conciertos en vida, que no concedió casi entrevistas, del que no hay imágenes grabadas y cuyo legado se resume a tres álbumes oficiales para la prestigiosa Island, además de algo de material disperso. Después llegó la mitificación, las reediciones y el rescate de grabaciones perdidas, el peregrinaje de cientos de fans a la casa de sus padres, y con todo ello, su figura se despegó para siempre de la realidad como una pegatina vieja para convertirse en otra estampa mucho más atractiva, la del poeta romántico muerto joven y bello en la misma época de Jimi Hendrix, Jim Morrison y Janis Joplin.
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