La sensibilidad está a flor de piel. Justo el día que publicábamos la rabia y las exigencias de los familiares de los cuatro militares que se fueron al fondo del mar en un helicóptero de rescate frente a Gran Canaria; justo el día en que se cumplía el 37º aniversario de la tragedia de Los Rodeos, y justo cuando alcanza el máximo nivel de ebullición la búsqueda de los pasajeros y tripulantes de un avión perdido en el Índico, una falsa alarma disparada en Gran Canaria hacía temblar al país entero durante dieciocho dramáticos minutos. Todo pareció por un momento ser verdad: el artefacto visto sobre el mar parecía un avión, los medios oficiales de emergencias lo calificaron de accidente aéreo, algunos pilotos decían haberlo avistado, y los testigos presenciales lo ratificaban in situ. No vamos a comentar aquí nuevamente la noticia, de la que se hicieron eco los periódicos nacionales y algunos extranjeros, pero sí los pormenores no suficientemente aclarados por las partes que tuvieron que ver con este colosal malentendido, y las consecuencias de credibilidad que puede reportar. Lo primero, quién dio la voz de alarma. La ministra de Fomento, casualmente en Canarias en visita oficial, ha atribuido el error a la llamada de un ciudadano. Falso. Un ciudadano puede y debe llamar a los servicios de emergencia cada vez que considere que se está produciendo alguna. No corresponde a él la exigencia de la máxima precisión y el contraste de lo que ve, sino la obligación de comunicar un suceso. No es el ciudadano el que activa los dispositivos de emergencia, ni el que pone un tuit en la Red para que el resto del mundo se entere de lo que está pasando. Por lo tanto, mal por la ministra.
¿Quién avisa a emergencias?
Los servicios de emergencias canarios se tomaron unas cuantas horas después del bochorno para ofrecer al mundo una versión meditada de lo que ocurrió. El tiempo que no se había tomado a mediodía quien, casi de inmediato, informó vía Twitter de lo ocurrido en la cuenta oficial del 112. Primer error fatal. Las ansias por informar y ser los primeros en hacerlo no corresponde achacarlas en este caso a los medios informativos, que sin excepción nos fiamos de un portavoz oficial, como no podía ser de otro modo. Pero en su descargo, el Centro Coordinador de Emergencias (Cecoes) tiene grabaciones que confirman que el contraste les vino de quien debiera tener una información de calidad sobre un accidente aéreo: el Centro de Control Aéreo de Canarias, es decir, los profesionales que separan los aviones, los colocan en el aire, los posicionan para aterrizar y los siguen en sus pantallas. O el aeropuerto, porque a estas alturas no está confirmado que el centro de control de Canarias tenga una terminal Tetra de emergencias en sus dependencias. Dicen extraoficialmente los controladores canarios que ellos jamás informaron de un accidente aéreo, que a lo más que llegaron fue a decir al 112 que varios pilotos habían comunicado que avistaban un avión en el mar. Y dicen que lo hicieron a reclamo de los servicios canarios de emergencia, no motu proprio. Una afirmación que hay que poner en remojo tras escuchar los audios. El Cecoes-112, tras revisar las grabaciones de la jornada, informó por la tarde de que fueron tres, no una ni dos, tres, las llamadas que recibió del Centro de Control, al menos una a través del sistema Tetra, exclusivo para informar de emergencias. Por lo tanto, no es cierto que el 112 llamara a confirmar, sino que recibió al menos una alerta de quien tiene la información. Tampoco están obligados los servicios de emergencia a comprobar la veracidad de un dato que le ofrece otro organismo oficial: se pasarían la vida confirmando antes de mandar una puñetera ambulancia. Cierto es que los controladores jamás dijeron que se les había caído un avión, que hubiera desaparecido un vuelo de sus pantallas, sino que al menos un piloto había avistado uno en el mar. Y pidieron que se activaran los efectivos para estos casos.
Dos llamadas
Para salir de dudas, hemos escuchado dos de las tres llamadas realizadas desde el aeropuerto de Gran Canaria. La primera de ellas, a las 14.50, se produce a través del sistema de radiocomunicaciones Tetra. Al otro lado se escucha a alguien excitado que no se identifica como controlador. Está en el aeropuerto, de eso no hay duda, pero no queda aclarado si pertenece a Aena Aeropuertos (gestión de terminales) o a Aena Navegación (controladores, gestión del tráfico aéreo). Esta es la conversación:
Aeropuerto (voz masculina con acento canario): Cecoes, ¿me copiaste?
Cecoes (voz femenina con acento canario): Adelante aeropuerto, adelante
Aeropuerto: Por favor, ¿me confirmas que me copias?
Cecoes: Ahora sí, afirmativo, se le copia, proceda, Aeropuerto de Gran Canaria
Aeropuerto: Mira, te comento, estamos viendo, efectivamente, ha caído un Boeing 737 en el agua, frente a Las Terrazas, en Jinámar, y está flotando, repito, está flotando, no se ha hundido, por favor, movilicen todos los medios disponibles.
Cecoes: Aeropuerto de Gran Canaria, ¿confirma usted que es un Boeing?
Aeropuerto: Afirmativo, Boeing 737, está flotando, no se ha hundido, movilicen todos los medios disponibles, por favor.
Cecoes: Aeropuerto de Gran Canaria, le confirmo: todos los medios disponibles están acudiendo a la zona.
Aeropuerto: Copiado, muchísimas gracias
Exactamente un minuto después, a las 14.51, pero esta vez por vía telefónica, el Cecoes 112 recibe una nueva llamada de alguien que se identifica como controlador del aeropuerto. Este es su contenido íntegro:
Controlador (voz masculina con acento peninsular): Hola, buenas, ¿con quién hablo?
Cecoes (voz masculina con acento canario): Con el jefe de sala.
Controlador: Soy controlador aéreo de la torre de Gran Canaria, era para [decirles] que el último avión que ha despegado ha confirmado que es un avión grande lo que hay en el agua a la altura de Jinámar.
Cecoes: Vale, ¿tienes datos de algo?
Controlador: No, llevamos un rato pensando qué avión es, parece que es un TUI, está avisado el SAR, el buque de rescate y también los bomberos.
Cecoes: Vale, yo avisé desde la primera alerta, a y veinticinco… hace veinticinco minutos, a Salvamento Marítimo, y están mandando también, ¿vale?, están mandando una embarcación.
Controlador: Vale, gracias
Diez minutos después, a las 15.01, el 112 informa del accidente a través de su cuenta en Twitter: “Control Canarias confirma caída al mar de avión a 2 millas costa #GRANCANARIA a la altura de Jinámar. Se desconoce número de pasajeros”.
Dudas más que razonables
A la vista de esta transcripción afloran algunas dudas que no han quedado despejadas:
Un discurso sin unanimidad
Ocurrió este jueves en la sede de Presidencia del Gobierno de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife, donde se celebraba el solemne acto de imposición de las Medallas al Mérito de la Justicia en Canarias a los operadores jurídicos del partido judicial de Las Palmas de Gran Canaria por su acreditado empeño en conseguir el nuevo edificio de los juzgados, inaugurados recientemente. En nombre de los distinguidos habló la ex vocal del Poder Judicial Inmaculada Montalbán, a la que se reconocía, junto a su ex compañera Concepción Espejel, su dedicación a Canarias durante su recién expirado mandato en el órgano de gobierno de los jueces. Desposeída ya de la púrpura del cargo y de sus correspondientes tiranías, Montalbán hilvanó un discurso comprometido, de los escasamente habituales, sobre la trastabillada justicia que nos toca padecer ahora; sobre la calamitosa ley de tasas, sobre las dificultades de los ciudadanos para acceder a ese derecho constitucional, sobre la violencia machista y sobre la pérdida de derechos que se ha institucionalizado. Fue, a pesar de su dureza, un discurso elegante, en el que no mencionó a nadie expresamente, ni a los que fueron su fuente de inspiración ni a los que eran destinatarios de sus críticas. Pero todos los presentes la entendieron perfectamente, en especial el fiscal jefe de Las Palmas, Guillermo García-Panasco, y la ya mentada Concepción Espejel, que no disimularon lo más mínimo su incomodidad negando a la interviniente el más cortés de los aplausos. Su influencia conservadora y las carreras políticas que ejecutan paralelas a sus destinos jurisdiccionales pueden haberles obligado a tan clamorosa abstención. Y eso que en el caso concreto de Panasco, su presencia en el acto era meramente simbólica, porque quien aparece firmando los acuerdos del siglo pasado con los operadores jurídicos no es él, sino su antecesor, Juan Guerra. En el caso de Espejel, es evidente que no quiere incomodar a quienes le pusieron y ahora le descabalgaron.