Adolfo Suárez tuvo el mérito de venir del Movimiento franquista y trabajar para ir a la democracia. En los años de la Transición, en España había fuerzas que querían una democracia capada –sin la legalización del PCE– y otras que entendían que no se podía hablar de un sistema de libertades sin el partido de Carrillo en libertad.
Frente a la idea de que las libertades las trajeron, en exclusiva, el Rey y Suárez, hay que reivindicar el hecho cierto de que las libertades fueron conseguidas, sobre todo, por la clase obrera, por los estudiantes, por la izquierda, por el PCE.
La transición a la Libertad se fraguó cuando, en enero de 1977, el PCE respondió con un silencio revolucionario al fusilamiento de cinco abogados laboralistas en Atocha a manos de la ultraderecha. De haber pagado el PCE con la misma moneda, muerte contra muerte, posiblemente no hubiéramos llegado a las libertades que hoy tenemos, aunque nos parezcan aburridas.
La obsesión compartida por Suárez y Carrillo era evitar cualquier situación que nos devolviera al clima que propició la Guerra Civil. De ahí la legalización del PCE por Suárez –que supuso la dimisión del ministro de Marina, el ultra redundante Pita Da Veiga–, de ahí la aceptación de la bandera bicolor por Carrill, que tantas lágrimas trajo a los veteranos militantes del PCE, atentadamente republicanos.
La transición de la dictadura a la democracia no fue del Rey y de Suárez, fue del PCE, de los sindicatos de clase y de la izquierda, que querían las libertades en medio de tanta sangre ultraderechista, en medio de la sangre etarra.
Es impagable que alguien que fue secretario general del Movimiento franquista, Suárez, pensara que había que ir a las libertades con los comunistas legalizados. Es más impagable aún que el PCE, que venía de la cárcel, del exilio, de la clandestinidad, de los fusilamientos, no aplicara ni un átomo de revancha contra quienes les fusilaron, les encarcelaron, les persiguieron con saña.
Periodismo y muerte
Hemos asistido estos días a la no noticia como noticia. Anunciar la muerte, que nos une a todos, antes de que la muerte se produzca. Anunciar la noticia , antes de la noticia, no deja de ser una aliteración conceptual.
El día que tenían que haber comparecido los médicos, salió el hijo del que fue presidente del Gobierno, con unidades de llanto y discurso flojito. El día que tuvo que salir el hijo y las hijas del muerto, salieron los médicos, con tono paternalista y campechano. Flojito.
Es brutal que le preguntes al Rey ¿tú quién eres?, como le dijo Suárez a Juan Carlos. Es brutal esa enfermedad que sabemos que se lleva por delante al que la padece y a quiénes le rodean, en este caso, las hijas de Suárez. Siempre las hijas.
Suárez ha estado en la vida, incluso después de haber vivido. Fue importante en el trabajo colectivo de traer las libertades, pero ni él ni el Rey fueron los que las trajeron. Vinieron de los años de lucha de la izquierda, de los trabajadores, de los estudiantes, de los partidos que creían en la libertad y dieron la vida y la cárcel por ella.
Descanse en paz Suárez y que les den a todos los pesados que se inventan el pasado como si hubieran sido colegas de pupitre o de mili con él, quitando Fernando Ónega y un par de ellos más, el resto son puro postureo.