Adolfo Suárez fue un superviviente, un luchador contra la adversidad que un día se cansó y borró todo recuerdo. Las dificultades que afrontó, las traiciones incluso, fueron numerosas y de envergadura. Grandes triunfos ahogados de sinsabores. Y una obra que deja huella.
Una vida adulta que se inicia haciéndose cargo de su madre y sus cuatro hermanos, cuando el padre les abandona y huye de Ávila donde reside la familia por un escándalo económico. Adolfo ejerció todo tipo de profesiones, mientras estudiaba. Como vender lavadoras a domicilio hasta licenciarse en derecho acudiendo a
Conocer, en
Muerto Franco circula una terna para sustituir al triste Carlos Arias Navarro, empecinado en sus espíritus "asociativos" por toda libertad y un 3 de Julio de 1976 el Rey nos sorprende con el nombramiento de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno. Es entonces Ministro Secretario General del Movimiento, el peor aval para los demócratas. El Movimiento anquilosador y tenebroso era lo que menos queríamos. Pero Suárez sueña con otros mimbres: "Que los gobiernos del futuro sean resultado de la libre voluntad de la mayoría de los españoles". El líder del PCE, Santiago Carrillo, me comentaría en un reportaje: "Ese discurso no era el discurso de un fascista, era el discurso de un demócrata europeo como podía haber muchos en Europa". No, no era el de un fascista.
Aunque no lo percibiéramos con toda nitidez, ni fuera suficiente, había dado ya sólidas pistas en su etapa como Director General de RTVE. Su talante aperturista y sus habilidades políticas supusieron un cierto oasis de libertad. Incluso se prolonga, con insólitos nombramientos que él propicia ya como presidente del Gobierno, justo hasta la llegada de Calvo Sotelo que desmonta aquella primavera. El periodismo es esencial en el proyecto.
Tenía 43 años al acceder al cargo en 1976. 11 meses más tarde, el 15 de Junio de 1977, se celebran ya las primeras elecciones democráticas. El gobierno Suárez reedificó con resolución absoluta todo el entramado de las instituciones democráticas. Con tesón y astucia, -y no sin dura oposición- logra que las Cortes franquistas aprueben
Y sigue resoluto con las medidas elementales. Con el "puedo prometer y prometo" que cumplía. Amnistía a los presos políticos, supresión del Tribunal de Orden Público para delitos de opinión y manifestación o legalización de partidos políticos. Sucede lo que parecía impensable poco antes: se legaliza el PCE. Y en un país sacudido por el terrorismo de todo signo –desde ETA a la ultraderecha- donde hubo semanas con asesinatos cada dos días.
España ha vuelto a ser, formalmente, una democracia. Las reformas avanzan. Pactos económicos y sociales, ley de divorcio. Pero, como suele suceder con los regímenes autoritarios, el franquismo había dejado una herencia económica lamentable y un país muy atrasado en su desarrollo. Y a ella se suman las secuelas de
Suárez gobernó siempre en minoría. Quienes se habían aprovechado de su liderazgo, le ponían la zancadilla. Muchos le traicionaron. Tuvo que afrontar una cuestión de confianza en el parlamento de su propio partido y una moción de censura de los socialistas, que hicieron una férrea oposición.
El 27 de Enero de 1981, menos de un mes antes del golpe de Estado de Tejero, Adolfo Suárez presenta la dimisión. Palabras enigmáticas que para muchos aluden a fuertes presiones de los poderes fácticos: "Hay encrucijadas tanto en nuestra propia vida personal como en la historia de los pueblos en las que uno debe preguntarse, serena y objetivamente, si presta un mejor servicio a la colectividad permanecido en su puesto o renunciando a él. (…) "He llegado al convencimiento de que hoy, y en las actuales circunstancias, mi marcha es más beneficiosa para España que mi permanencia en
El día de su relevo, el
La vida le trató duramente, también en lo personal, al arrebatarle a su mujer y a una hija, víctimas del cáncer. De la política, se fue amargado. Hoy muchos de quienes le traicionaron le portan en sus banderas. Nada más injusto y miserable. La deriva política de este país que, tras tan larga carencia, se rindió de amor ante la democracia, también ha sido engañada y violentada. Y es ahora, y ya desde hace algún tiempo, cuando la figura de Adolfo Suárez se agranda, aunque entonces nos pudiera parecer mentira. Él cumplió con su cometido. España avanzó en materias fundamentales.
Cabe pensar si no hizo otra cosa que remontar la corriente, sorteando obstáculos, porque no podía hacer otra cosa. Y porque la libertad y la democracia sí anidaban como meta de corazón. Su memoria rota es el mejor símbolo de esta España que erró y yerra tantos pasos y que nunca parece terminar de encontrar su camino. Hasta su agonía la han convertido en circo de consumo. El recio superviviente se apeó un día de la carrera en la estación del olvido y hoy se ha ido. A su lugar en