Ya saben ustedes cómo funcionan estas cosas. Dos tíos a los que les gustan las motos. En vaqueros apretados. Y un garaje. Uno le pide al otro que le pase el destornillador. Beben cerveza. Una cosa lleva a la otra, las manos que no se están quietas y acaban montándoselo porque en el fondo todo era un paripé para follar. Así es el porno: importa el contexto, porque de él nace el morbo, pero las razones son lo de menos. Durante toda la escena suena una música de sintetizador que lo mismo podría funcionar en una película de ciencia-ficción que en un corto experimental. Música cósmica aplicada al sexo, menudo viaje.
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