Hace ya unos diez años, al concluir una entrevista, un corresponsal en Barcelona de un periódico europeo me confió con asombro y disgusto que no se entendía con sus compañeros destinados en Madrid. Sus visiones sobre la situación española y la vida pública en general eran totalmente contrarias, como si viviesen en dos países distintos, en dos realidades diferentes.
No se trata meramente, pues, de que la prensa manipule la realidad al servicio de unos intereses u otros sino que los periodistas verdaderamente suelen participar de la ideología dominante en la sociedad. Resulta evidente que el distanciamiento entre la percepción de las cosas desde un lado y otro ha aumentado enormemente pero esa discontinuidad, ese vivir en realidades distintas tiene más alcance que dos países llamados Madrid y Catalunya.
Dentro del territorio español vivimos en esferas ideológicas y percepciones de la realidad distintas y en ello juegan un papel fundamental los medios de comunicación. Se puede comprobar con facilidad en un día como hoy, donde esa escenificación de la política que es el debate de la nación ocupa todas las portadas de las cabeceras de prensa. Todas las cabeceras de prensa madrileñas muestran el optimismo de un Rajoy que afirma que la crisis queda atrás, otros periódicos que me caen más cerca, uno de A Coruña y otro de Santiago, transmiten una imagen semejante. En cambio veo que las cabeceras vascas, de las históricas a las más jóvenes, hacen un resumen más complejo y con más ángulos. Lo mismo que las catalanas.
Como el posicionamiento de prácticamente todos los canales de televisión de ámbito estatal encaja en la corriente mayoritaria, constato que quitando en Euskadi y Catalunya, al resto de la ciudadanía española le llegan unos medios de comunicación favorables a este gobierno.
Tras la muerte de Franco la prensa estuvo más suelta, ensayó caminos y buscó su lugar en una sociedad que cambiaba, hubo un tiempo en que el quiosco de prensa era una fuente de libertad de expresión. Hoy aquellas voces están atadas y repiten las palabras de su amo.
En cierto sentido se trasladó a Madrid el modelo que Fraga ensayó antes en Galicia y que perdura desde entonces: el control absoluto de los medios de comunicación para eliminar la libertad de prensa y mantener ahogada a la sociedad. En el fondo eso ocurrió por los mismos motivos: porque las empresas pasaron a depender económicamente del poder político, comen de su mano, porque carecen del sentido de la profesión y, simplemente, porque son de derechas. Este último motivo es determinante, una empresa periodística española puede convivir y compadrear con una administración que no sea del PP pero, en último término, acabará mostrándose identificada con la ideología y los intereses que representa ese partido.
Si no queda prensa tradicional que ejerza el periodismo de un modo independiente es por el mismo motivo por el que en España la derecha no es democrática, por el mismo motivo por el que no hay una derecha liberal en el sentido original y europeo del término.
Pero eso tiene consecuencias devastadoras para la sociedad, hace que un país se sitúe fuera de la realidad y se mantenga sonámbulo. Alienado.
Salvados jugó hace unos días con nuestro sentido de la realidad, su programa sobre el 23-F desestabilizó el sentido de la realidad de muchos espectadores. Pero, tras el desconcierto, la cadena reafirmó el relato existente sobre el golpe de estado cuando emitió a continuación un programa que creo que se puede resumir en “el Rey nos salvó”. Estamos salvados. Pero el programa de Évole dejó en el aire un gas de irrealidad que ha hecho sentir a mucha gente que la vida social y política son una alucinación. Nos recordó a todos que desconocemos cual es nuestra realidad como país, que somos niñas y niños perdidos y temerosos que viven dentro de un cuento infantil. Una sociedad encogida y sonámbula.
Solo así se puede tolerar esa representación estúpida que fue el debate del estado de la nación. Una representación de normalidad que niega nuestra anormalidad. Ya no me refiero a que nos movemos dentro un sistema político que está podrido y roto, sino a que ocupa el Gobierno un partido que se ha comprobado que está corrupto, que ha extendido la corrupción y que gobernó gracias a ella.
Y hay mucho de onírico en el escenario del “debate de la nación” de este año. A estas alturas de la historia una representación protagonizada por Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba es tan irreal que marea. La política de los dos partidos y sus actores se han alejado tanto de la vida de la gente, sus actores se han confundido tanto con el personaje que ya nadie cree que sean personas como los demás. Lo que hay de teatralización en la política y en la vida pública en general se ha tragado absolutamente a todo lo demás: es puro teatro. Otra cosa es a quien le pueda interesar esa obra tan revenida y de una estética más que obsoleta, tan falsa que repugna.
No se trata exactamente de una obra teatral escrita por un escritor fantasma pero lo parece, se podría llamar "Desesperación". La desesperación le correspondería a una sociedad enferma y triste y lo desesperante le correspondería a esos dos actores principales del elenco artístico.
La vida pública y la política española es una fantasmagoría grotesca e increíble, sólo se sostiene porque a ese obsoleto escenario lo amplifican unos medios de comunicación que tienen sus intereses en que esa fantasmagoría se mantenga. Naturalmente que existe internet, donde hay cabeceras que son pura trinchera sectaria de una facción y otras, como ésta, que intentan ofrecer a la sociedad informaciones que se les niegan. Pero no pueden escapar de una situación tan lamentable, sólo llegan a un sector social, creciente pero minoritario, que es crítico y se esfuerza por conocer lo que se le oculta.
Creo que es necesario preguntarse si en España existe libertad de prensa. Y también quien la ahoga.
Fraga fue un político al que su temperamento desenfrenado le impidió triunfar en la política como él habría querido pero su idea de España finalmente se ha realizado. Rajoy, también por temperamento, no se llevaba bien con Fraga aunque compartiese su idea reaccionaria de España y finalmente ha resultado ser su delfín histórico y realizar el modelo del patrón.