Antes de dedicarse por completo a la música, Mikel Izal trabajaba como ingeniero de telecomunicaciones. La creencia global de que los que opten por cualquier rama de la ingeniería notarán menos la crisis no desalentó al músico navarro, que junto a cuatro compañeros decidió lanzarse al mundo de la música.
Izal es un grupo de treinteañeros que ha crecido gracias al directo y los festivales. Que ha podido sacar dos discos (Magia y efectos especiales y Agujeros de gusano) gracias al crowdfunding. Que, además, ha tenido un single de éxito y nunca ha contado con el respaldo de una multinacional. Y cuyos miembros hasta se encargan de diseñar los carteles de sus conciertos.
La banda actúa este viernes 7 de febrero, con las entradas agotadas, en la sala La Riviera de Madrid.
Han lanzado su segundo trabajo gracias al crowdfunding. ¿Sigue siendo necesario sacar un disco para darse a conocer?
Siempre hemos visto el disco como la tarjeta de visita de un profesional. Lo grabamos para que la gente sepa lo que puede encontrarse en un concierto. Es el medio de nuestro trabajo, y lo tienes que enseñar de alguna forma; lo podríamos colgar sólo en internet, en plataformas digitales, pero a la gente le interesa seguir comprando el objeto; también hay mucho melómano al que le gusta oler el disco o el vinilo. Al final es la materialización de algo abstracto, que es la música.
¿Se respeta menos al músico que no saca disco y cuelga todo en internet?
No, son formas de trabajar totalmente diferentes. Me parece respetable no sacar un disco y dejarlo todo en internet; sinceramente, creo que se puede llegar al mismo número de gente que teniendo disco físico, porque la red manda, y, con tener tus canciones ahí, tienes el suficiente escaparate. Aun así, el disco físico es algo que hace ilusión al seguidor de ese grupo.
¿Lo de sacar un disco lo tenían claro desde el principio?
Siempre lo pensamos. El primero no lo sacamos creyendo que iba a estar en las tiendas. Queríamos tenerlo, venderlo en nuestros conciertos… Y luego llegó nuestro éxito y nos hace mucha ilusión encontrarlo en la tienda.
¿Dónde estarían sin el crowdfunding?
Seguramente no habríamos estado en una multinacional con el primer disco, porque no se interesaron por nosotros. Hubiésemos tenido varias opciones: no sacar el disco por no tener dinero, pedir ayuda a padres, amigos, incluso pedir un crédito, o convencer a una multinacional para que nos pusiera la pasta. Si esto último lo hubiésemos hecho en aquel año donde no teníamos nada de nombre, las condiciones habrían sido peores que las del banco.
¿Con sus sueldos de entonces no les habría bastado?
No ganábamos lo suficiente como para hacer un disco. No creo que haya que gastarse un dineral en un disco, pero hay unos mínimos. Yo antes pensaba que no tenía importancia gastar más o menos en hacerlo pero, si te gastas la pasta, acabas teniendo un cuerpo de sonido mucho mayor.
Entra en juego la electrónica, los cacharros que cuestan 8.000 euros que dan el color a las canciones... Un disco no se graba con 1.000 euros, salvo que tengas a amigos con todos los cacharros que hacen falta para grabarlo. Pero si quieres el sonido del disco que te ha flipado de Arcade Fire o de Muse, prepárate para gastar. Se puede grabar un buen disco sin dinero, pero no con la calidad total.
¿Son conscientes de que se están esforzando muchísimo por algo que luego va a piratear y a descargarse la mayoría de la gente?
A mí, sinceramente, si alguien viene al concierto y me dice que se ha descargado el disco, estamos en paz. Porque me lo dice en un concierto, ha pagado la entrada, y lo ha hecho porque se lo ha descargado y le ha gustado.
Al final nuestro trabajo como músicos es tocar. Antes la gente compraba el CD y se daba cuenta de que sólo valía el single porque el resto era relleno. Y a nosotros nos pasa al contrario: la gente se lo descarga, y luego lo compra en el concierto.
Eso va en contra del interés de una discográfica.
Si aquí estuviese sentado alguien de una discográfica, te diría que eso está muy mal porque es el producto por el que ellos viven. Lo entiendo perfectamente. No van a ver un duro por nuestros conciertos, aunque insisto en que nuestro trabajo es tocar.
Pero entiendo la otra postura del sello discográfico que apuesta por un grupo, por una distribuidora que ha hecho sus esfuerzos para vender un disco. Y es normal, porque ellos no se benefician de esa descarga ni del concierto. Pero si vienen al concierto los que se lo descargan, no tengo ningún reproche que hacerles.
¿Cree que las multinacionales siguen obcecadas con sacar discos físicos?
No lo sé, porque no hemos tenido mucho contacto con ellas. Distribuimos el disco en tiendas con una distribuidora independiente, pequeñita, y su trabajo es posicionar el disco en tiendas y que se venda. Es normal que apuesten por esta vía porque es de lo que viven. Pero también se encargan de la distribución digital; no se han quedado anclados, porque saben que los discos no se venden en la estantería de una tienda.
Yo sigo pensando que el objeto es necesario, aunque se vendan menos que antes. Y no me gustaría nada que desapareciera. Yo, por ejemplo, no tengo libro electrónico. Me gusta más tener la opción de que el escritor me lo pueda firmar. Con los discos, igual. Pero eso sí: hay que darle un par de vueltas a lo de sacarlo para que aporte algo más que un simple libreto y un CD.
¿Pueden vivir gracias a los conciertos?
Sí, pero de mileuristas. Es una preocupación que tenemos, porque no sabemos qué pasará cuando tengamos 50 años, si habrá que correrse una última gran juerga o si aún habrá gente dispuesta a escucharnos.
¿El músico de éxito se ha convertido en un currito?
Ahora mismo, sí. En nuestro caso no sé qué pasaría si creciéramos más, si ganáramos más dinero. La realidad es que ahora mismo somos mileuristas, y no lo decimos por ser humildes. Ojalá en un año podamos decir que hemos dejado de serlo.
¿Están pensando qué harán con el tercer disco? ¿Seguirán con el crowdfunding o debutarán en una multinacional?
Lo ideal sería que lo pudiésemos financiar nosotros, dejando de lado el crowdfunding, para quitar esa carga a nuestros seguidores y que puedan destinar ese dinero a otro proyecto de un grupo que esté despegando. Pero ahora no podemos hacerlo. Y en cuanto a las 'multis'... No tenemos un prejuicio gratuito hacia ellas, siempre que tengan muy claro que la parte artística es intocable. A partir de ahí nos sentaríamos a hablar con cualquiera.
¿Cómo vivieron la subida del IVA cultural al 21%?
El IVA subió justo cuando empezábamos a tener algo de nombre. Es una barbaridad. La cultura al final es un alimento más, para experimentar algo. Es tan necesario comer, beber y dormir como ver una buena película o escuchar música cuando vas a trabajar por la mañana. Es otra forma de tomarte un café. De vivir.
¿Bajarían el IVA o apostarían por el acceso a ayudas para el que quisiera dedicarse a la cultura?
Lo que hay que hacer es trabajar en el ciudadano. Lo que tiene que hacer el que te representa y te gobierna es mirar por su gente. Da la sensación de que ocurre lo contrario. Parece que se toman medidas muy a la ligera. Los que gobiernan tienen que trabajar más que nadie.
No voy a decir a la ligera que haya que subvencionarse todo, porque entiendo que el dinero es público. Pero para eso tienen que ponerse a currar todos los días: para ver cómo se puede mejorar la calidad de vida de la gente con eso que pagamos todos.
¿El Gobierno ha ido contra la cultura?
Por lo general, la gente de la cultura siempre es crítica con todo. No con la derecha o la izquierda, sino con todo. Quizá alzamos más la voz, porque hay cosas por las que alzarla. También es un gremio maravillosamente incómodo. Pero ahora eso se ha trasladado a toda la sociedad. En cualquier sitio la conversación es crítica.
El estilo
¿Les ha beneficiado cantar en castellano?
A mí sí, porque puedo decir lo que pienso. Si tuviera que hacerlo en inglés, no tendría la capacidad lingüística suficiente para decir las cosas que quiero decir. Ojalá supiese bien otro idioma, como el inglés, porque tiene unos fonemas muy agradecidos. Seguramente me gustaría explorarlos, porque son muy musicales.
¿Tenían claro que iban a cantar en castellano?
El proyecto nació en castellano, y así seguirá. No somos un grupo que pensase en el inglés. Cuando salgamos de gira europea, que ojalá lo hagamos, lo vamos a pasar mal [risas].
¿Creen que existe un boom del rock español?
La gente estaba cansada de oír lo mismo. Venimos de unos tiempos donde se escuchaban los mismos temazos siempre. Entonces, de repente, viene una ola de gente que hace lo que le da la gana, y creo que es un soplo de aire fresco que el aficionado ha agradecido. Un contrapunto a toda esa bolsa de temazos que se siguen repitiendo.
¿Tenían algún referente al empezar?
Siempre he pensando en Queen, como un sueño inalcanzable, como un mito, o como una leyenda. Siempre digo que hay que ponerse grandes metas, porque nunca las conseguirás, pero lo bonito es el camino que se recorre persiguiéndolas. Sería muy triste levantarte un día y decir “ya está”, “he tocado en todas partes”, y sentir que no tienes nada que alcanzar.
Un ejemplo es Extremoduro: dónde ha llegado esa banda y cómo ha evolucionado hasta el día de hoy. Son lo más indie que existe. Hacen lo que les sale de los cojones cuando les sale de los cojones. Y eso es el indie. No es una forma de vestir, o de hablar. Para nosotros es independencia creativa, no tener a quien rendirle cuentas.
¿Este último disco, Agujeros de gusano, es más melancólico?
Es algo más oscuro, sí. Le hemos dado más vueltas que al primero, ha habido más trabajo en el local, más guitarra eléctrica, atmósferas más trabajadas… Lo hemos hecho como queríamos. No hay un tema, Qué bien, que coloreaba mucho el primer disco y daba ese punto de jolgorio y que es nuestra canción más popular. Pero quizá no sea excesivamente representativo de lo que hacemos.
¿Se ha inspirado en algo para componer?
Compongo por lo que se me pasa por la cabeza. Una canción es muy independiente de otra. Tengo pensamientos, y los desarrollo como cualquiera de nosotros cuando va en el metro o el autobús. Y de ahí encuentro cosas que decir a través de las canciones.
¿Cuál es el perfil de su público?
Siempre hemos flipado con la heterogeneidad de los que vienen a los conciertos. Creo que se ha rejuvenecido un poco en los últimos meses, porque los veinteañeros están más al tanto. Pero creo que tenemos el mismo nivel de seguidores de entre 18 y 25 años que de entre 26 y 35. En los conciertos lo vemos. La gente de 30 se pone más atrás en los conciertos y los jóvenes, en primeras filas. Eso es una maravilla, porque hacemos algo que no tiene edad ni sexo.
¿Han notado el fenómeno fan?
[Risas] Sí, empezamos a tener anécdotas. Ya tenemos nuestro primer sujetador. Nos lo lanzaron en un concierto, y lo tenemos enmarcado en el local de ensayo. Quizá sea cosa del público más joven, que te piden que les firmes el hombro y cosas así, pero no es la tónica habitual.
También recibimos muchos mensajes de cariño, en plan que alegramos el día a alguien, o muchas parejas que nos cuentan que se conocieron gracias a una de nuestras canciones... No hay nada mejor que algo que te permita comer y pagar el alquiler, y que encima haga feliz a la gente.
¿Empiezan a estar saturados de tanto concierto?
Las vueltas los domingos tras los conciertos cada vez son más duras, y eso que nos portamos igual de mal o de bien por la noche que antes. Pero el físico comienza a resentirse, y empezamos con esas frases de mierda como “ya no tengo 20 años”, que si me duele la espalda… Antes montábamos nosotros el escenario, y la idea es que tengamos la capacidad económica para no destrozarnos cargando amplificadores. Y la mente también se resiente.
No nos gusta quejarnos mucho, porque nos sentimos privilegiados, pero hay gente que se piensa que esto es llegar a un hotel, meterte en el jacuzzi, dar el concierto, volver al hotel… Y no, te vas pronto por la mañana en la furgoneta, te metes siete horas de viaje, llegas hecho un cristo al sitio donde tocas, haces la prueba de sonido, si hay suerte te da tiempo a ducharte en el hotel, y sales al escenario. Aparte de la tensión que acumulas.
Cuando sé que voy a tocar antes 10.000 personas, eso me genera un estrés, ¡y bendito estrés! Pero sé que eso va a terminar desgastándome. Y cuando tienes una noche mala, sea por tu culpa o no, te afecta algo más por el cansancio. Pero con la experiencia eso pasará.