El abuso sexual contra niños y niñas es un crimen mucho más extendido de lo que parece. Posiblemente nos quedaríamos pasmados si supiéramos cuántas mujeres de las que conocemos tienen recuerdos bloqueados o dolorosamente conscientes de un padre, un abuelo, un hermano o un amigo de la familia que la daba besos un poco más cerca de la boca de lo normal, de una mano que se posaba descuidadamente en el muslo y desde ahí subía mucho más de lo que ella encontraba normal, o de episodios directa, brutal y claramente sexuales. O quizá no se produciría ese pasmo que supongo; quizá se sepa y no importe, porque lo cierto es que el secreto ayuda a ignorarlo y a no convertirlo en una preocupación social, tampoco personal. Mientras siga siendo un secreto seguirá estando, naturalmente, muy extendido.
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