Vivir rápido e intenso vuelve a ser el carpe diem de Hollywood. Y en este cóctel no puede faltar el recurrente affaire con el alcohol y las drogas. En la trastienda del glamour hay una fecunda reserva de todo tipo de sustancias que truncan la carrera de los más grandes. El último en padecer las consecuencias ha sido el actor Philip Seymour Hoffman, muerto el domingo por una supuesta sobredosis, según informó The New York Times. Los agentes de la Policía de Nueva York encontraron en su vivienda más de 50 papelinas de heroína, jeringuillas y botellas de medicamentos.
La heroina campa a sus aires por las calles de EEUU y refleja un problema social que estremece. Hace décadas, esta droga, comúnmente conocida como "caballo", era sinónimo de opulencia y alto estilo de vida. Más tarde sufriría un éxodo a las zonas del extrarradio. Ahora camuflada regresa al corazón de las ciudades, pero tan letal como siempre. Muchas veces es una alternativa barata para los estadounidenses que son adictos a los inaccesibles opiáceos con receta. En esta ocasión, lo barato termina saliendo caro pues muchas veces las papelinas están adulteradas con una mezcla mortal.
Esto no hace más que evidenciar un infierno que sólo se hace eco en los medios cuando tiene el peor de los finales. La heroína, el viejo antagonista del Hollywood de los años 70 y 80, hace que esta realidad reaparezca en escena. Y con ella los reconocidos artistas a los que se ha llevado por delante. Lo preocupante son precisamente los casos que se mantienen en la sombra. Y aquellos que aunque salen, no trascienden. La muerte de Seymour Hoffman ha activado los mecanismos de búsqueda en hemerotecas aunque, lamentablemente, no hacía falta remontarse a hace mucho.
Las estrellas que sucumben
De nada sirve perseguir los fantasmas de las prácticas individuales de los que ya no están. Los coqueteos con las drogas son una práctica común entre las bambalinas de los artistas. Ya lo dejaba claro el recientemente fallecido Lou Reed en su canción Heroin, pocos se resisten a ella, y muchos se marchan demasiado pronto por caer en sus garras. Junto a Seymour Hoffman, otro de los futuros más prometedores era Heath Ledger, que nos dejaba en 2008. Una desafortunada mezcla de antidepresivos fue la causa de un final que convulsionó el mundo.
Otra de las muertes más prematuras fue la del intérprete de Glee, Cory Monteith. El consumo fatal de heroína y alcohol terminó con una adicción que le llevó a internarse varias veces en clínicas de rehabilitación. Los excesos han protagonizado obituarios y tabloides desde hace años. Marilyn Monroe, Judy Garland, Montgomery Clift o River Phoenix dieron a conocer al verdugo que va apagando estrellas en Hollywood.
El renacer de la heroína
Hace pocos meses, Philip Seymour Hoffman confesó a TMZ que de joven "consumía todo lo que pasase por sus manos". Según admitió el actor, que tuvo que retomar la rehabilitación después de llevar más de 23 años limpio, comenzó de forma gradual con pastillas hasta llegar a la heroína.
El consumo de este polvo, derivado de la morfina, ha causado estragos. El uso más común en las décadas de los 70 y 80 era como alternativa a los medicamentos opiáceos, que provocaban 15.000 muertes al año. En esta época, debido al uso compartido de jeringas, la población neoyorquina sufrió una fuerte expansión del virus del sida. Más tarde la heroína cedería el paso a la cocaína, cuyo consumo aumentó de forma drástica a partir de los ochenta.
Sin embargo, después de este descenso de la adicción al "caballo", las autoridades de Nueva York registraron escalofriantes datos como que el consumo había aumentado en un 84% entre 2010 y 2012. La epidemia regresaba de la zona rural para asolar de nuevo la metrópoli. Según la policía neoyorquina, el precio de la heroína en las calles es de 4 euros la papelina. Una alternativa barata y fácil para los fármacos derivados del opio como el OxyContin o Vicodin, que necesitan receta médica. Estos medicamentos son altamente adictivos y conseguirlos puede costar más de 140 dolares en EEUU.
En la casa de Philip Seymour Hoffman se encontraron varios sobres marcados "As de Espadas" y "As de corazones", lo que indica la procedencia y la pureza de la droga. Esto es importante porque muchas de las muertes son provocadas por el consumo de papelinas adulteradas y pueden indicar a los investigadores el paradero del traficante.
El Instituto Nacional de Abuso de las Drogas informó de que más de cuatro millones de estadounidenses probaron heroína al menos una vez en su vida. Se estima que el 23% de ellos se convierten en dependientes y que casi la mitad de los consumidores vive en la Gran Manzana.