Leopold von Sacher-Masoch era austríaco y también hijo de un Jefe de Policía de Lemburg lo que, según su contemporáneo Freud viene a explicar muchas cosas. La Venus de las Pieles (1870) era parte de un proyecto más ambicioso llamado El legado de Caín, inspirado en La Comedia Humana (donde nosotros tenemos Los Episodios Nacionales, los franceses tienen a Balzac). Su ambición era producir seis libros sobre seis temas fundamentales: el amor, la propiedad, el estado, la guerra, el trabajo y la muerte. El primero fue La Divorciada; el segundo fué La Venus de las Pieles.
La trama es sencilla y retorcida. Severin von Kusiemski -un nombre que adoptará más tarde la protagonista de Belle de Jour- relata su historia de amor con Wanda von Dunajew, a la que ha seducido con malas artes para que le someta a una serie de humillaciones sexuales. El libro es digno hijo de la escuela vienesa del fin de siglo: hay cuero, tacones, interpretaciones psicoanalíticas irresponsables y, por supuesto, pieles, que la donna deberá llevar cuando se sienta "especialmente cruel". Abundan las infidelidades en plena cara y está la firma de un contrato vinculante, un recurso que se extiende hasta 50 sombras de Grey. Finalmente, el largo, inmenso y racional desarreglo de todos los sentidos acaba pervirtiendo a la que fuera inocente y Wanda le abandona por otro, para ser dominada por él.
Aquel affair estaba inspirado en el que tuvo el autor con la escritora Fanny von Pistor, incluyendo el contrato original. Su Venus cambió para siempre el significado de la palabra esclavo y dió lugar al popular genero que ha infectado la cultura occidental desde entonces, desde la fantasía autodestructiva Historia de O a las fetichistas fotos de Ellen Von Unwerth. También cambió la vida de Sacher-Masoch, que nunca acabó su gran proyecto porque, con la publicación de su libro, llegó la fama y el escándalo. Pronto empezó correspondencia con una mujer llamada Aurore Rumelin, que ella firmaba como Wanda y con la que se casó en 1873, para infelicidad de ambos. Su fama se amargó del todo en 1879, cuando Richard von Krafft-Ebing publicó su famoso Psychopathia Sexualis, un manual de trastornos psiquiátricos donde usaba su nombre como todavía lo hacemos ahora, para designar a aquellos que buscan placer erótico a través del dolor.
El arte de desnudarse adaptando una adaptación
El original de Sacher-Masoch ha sido adaptado por mucha gente, de Werner Fassbinder a Jess Franco pasando por el genial dibujante italiano Guido Crepax, pero no por Roman Polanski. La suya es la versión cinematográfica de una adaptación teatral que David Ives llevó a Brodway con éxito inmediato en 2010. Al polaco le gusta el minimalismo que trae el teatro; su última película fue una adaptación en inglés de Le Dieu du carnage de Yasmina Reza, un ejercicio de economía escénica donde dos parejas de mediana edad que se despedazan entre ellos durante hora y media sin salir del salón. Aquí el reparto se recuce a dos personas; un director demasiado intelectual y una atriz demasiado intensa que luchan en el escenario y gana Sacher-Masoch.
"No se cómo poner una relación sadomasoquista en escena sin que parezca ridícula -explicaba David Ives en una entrevista. - Saqué todo lo que no era conflicto, incluyendo todos los personajes que no son los centrales y puse a los dos protagonistas en colisión entre ellos y con el texto original". En la película, Thomas Novacheck (Mathieu Amalric), dramaturgo y director, se desespera buscando una actriz madura, sexy e inteligente para su adaptación de La Venus. Quiere a alguien "capaz de pronunciar inextricable sin ayuda de un entrenador" y sus plegarias son atendidas cuando, de la noche y la tormenta, como corresponde a las apariciones fantásticas, llega Vanda Jordan y le fuerza a hacerle una audición. Le siguen 90 minutos de jugosa batalla dialéctica que oscila maravillosamente entre la comedia de enredo y el slasher matrimonial Lunas de Hiel.
La actriz parece exáctamente lo contrario de lo que quiere Thomas: es vulgar, inculta y piensa que el libreto es una novela guarra basada en la canción de la Velvet. Mientras leen, Vanda discute las motivaciones de la obra, de los personajes y del propio director, al que transforma en Severin sacando de la bolsa una casaca vintage, en cuya etiqueta se lee Siegfried Müller, Viena 1861.
El nombre de Müller, comandante de las SS, no puede ser casualidad, como tampoco es casual que sea éste el primer papel protagonista que Polanski le da a su mujer Emmanuelle Seigner desde Lunas de Hiel. No es casual que su personaje se llame Vanda, o que lleve el guión en el bolso sin que nadie sepa cómo llegó hasta allí. Pero lo que resulta del todo imposible pasar por alto es la última vuelta de tuerca en un relato basado en la novela masoquista original: Polanski invoca a su mujer en escena para que domine a su propio doppelgänger, un Mathieu Amalric que no sólo se parece a Polanski sino que se peina, se viste y hasta habla como él. Pero en mucho más joven.