Imaginemos qué habría sucedido si los personajes de esta trama intercambiasen sus papeles. Si fuese EEUU el espiado, si los correos electrónicos y las llamadas telefónicas de sus congresistas y diplomáticos hubiesen sido interceptados de forma sistemática por los servicios de inteligencia de Francia, España o Alemania. Si el 'Air Force One' de Obama quedase bloqueado 13 horas en el aeropuerto de Viena, sin permiso para despegar. Si Edward Snowden, en vez de para la CIA, hubiese trabajado para el servicio de inteligencia ruso y buscase asilo político en Occidente tras revelar secretos inconfesables de su organización. Si fuese China --o cualquier otro país con la misma pena de muerte que aplican en EEUU-- quien reclamase la busca y captura de Snowden. Si hubiesen sido multinacionales europeas, en lugar de Facebook o Microsoft, quienes entregasen a los servicios secretos de su país la intimidad de sus clientes. Si fuese un presidente republicano, y no el demócrata san Barack Obama, el Premio Nobel de la Paz, quien defendiese que el Estado tiene derecho a violar tu privacidad en su lucha contra el terrorismo internacional.
¿La última gran revelación de Snowden? Dejar en evidencia la sumisión perruna de Europa ante el poder de EEUU, demostrar quién manda en el mundo y la debilidad política de la UE. Europa no solo es incapaz de elevar una protesta coordinada más allá de esa inútil pataleta del inane Parlamento Europeo. También se muestra impotente para proteger a la persona que se ha jugado la vida al desvelar este abuso intolerable; incluso colabora en la caza del hombre, retorciendo para ello la legalidad internacional.
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