El Parlament de Catalunya solicitará al Congreso de los Diputados el traspaso de la competencia para organizar la consulta soberanista del próximo 9 de noviembre. Aún a sabiendas que la petición no tiene ninguna posibilidad de prosperar por el rechazo frontal de populares y socialistas, la cámara catalana ha aprobado este jueves la propuesta defendida por CiU, ERC i ICV-EUiA con 87 votos a favor, 43 en contra de PP, PSC y Ciutadans, y tres abstenciones de la CUP, que se descolgó del sí el miércoles pasado.
Al margen de la importancia simbólica que supone la votación para las ansias independentistas catalanas, la noticia es el desafío que ha supuesto para el PSC que tres de sus veinte diputados hayan roto de nuevo la disciplina de grupo y hayan votado a favor de la iniciativa. El gesto, interpretado como una desautorización de su primer secretario, Pere Navarro, pone en evidencia una vez más la profunda crisis política que el debate soberanista está provocando en los socialistas catalanes, así como la incapacidad de su dirección para encontrar una salida que no sea la purga de la disidencia interna.
De los seis parlamentarios que a principios de esta semana cuestionaron el voto contrario de la dirección del PSC, al final sólo tres han decidido votar en conciencia asumiendo las consecuencias de su rebelión. Son la exconsejera de Salud y diputada por Girona, Marina Geli, el alcalde de Vilanova i la Geltrú, Joan Ignasi Elena i la responsable de la federación socialista de las Terres de l’Ebre, Núria Ventura. Los otros dos diputados díscolos –Rocío Martínez-Sampere i Xavier Sabaté- han obedecido a Navarro a regañadientes aunque Martínez-Sampere ya ha anunciado que deja su cargo en la ejecutiva socialista como también lo hará Laia Bonet. Por otro lado, el alcalde de Lleida, Àngel Ros, renunció el pasado miércoles a su acta de diputado.
Después del pleno, donde los tres parlamentarios socialistas han recibido una fuerte ovación por su gesta, tanto Geli como Elena y Ventura han defendido su voto afirmativo por una “cuestión de país y de conciencia”, y han remarcado el perfil plural de los socialistas catalanes. “Si el PSC no es plural, no es PSC”, ha insistido la exconsejera. Para el alcalde de Vilanova i la Geltrú está claro que “el PSC no es patrimonio de nadie” y ha recordado que “hay una mayoría de socialistas que creemos que todas la fuerzas del catalanismo deben estar unidas y que el PSC debería liderar el proceso del derecho a decidir”.
Aunque nada más salir del hemiciclo, el portavoz socialista, Maurici Lucena, ha pedido a los tres diputados que entreguen sus actas, lejos de amedrentarse, Marina Geli ha aprovechado la presencia de la prensa para hacer llegar un aviso a Pere Navarro. “En el PSC tenemos que caber todos. Esto no es un debate de los tres diputados que hemos roto la disciplina. Nosotros tres sólo ponemos la cara, representamos a mucha gente”, ha remarcado.
El problema no es, efectivamente, una simple indisciplina interna como se ha querido hacer ver hasta ahora, sino una rebelión en el amplio sentido de la palabra de una parte muy importante de los socialistas catalanes situados fuera del radio de influencia de los dirigentes pro-PSOE de Barcelona y de su cinturón rojo. Estos dirigentes territoriales ven con desesperación como la actual dirección dilapida todo el patrimonio político y electoral del PSC y, al mismo tiempo, tienen la responsabilidad de representar a sus bases, que les exigen una posición explícita a favor del derecho a decidir de Cataluña.
La pelota está ahora en el tejado de Pere Navarro. De su cintura política para encajar la discrepancia interna e integrarla en un proyecto político claro, transversal y sin caudillismos, dependerá ahora que el PSC que dirige remonte el vuelo o se estrelle rompiéndose en mil pedazos. A pesar de las voces que exigen medidas disciplinarias ejemplares, como es el caso del responsable de Acción Política y alcalde de Cornellà de Llobregrat, Antoni Balmón, Navarro no puede olvidar que los tres diputados rebeldes no están solos y que el castigo que les aplique puede desencadenar un tsunami de consecuencias imprevisibles entre la hasta ahora mayoría silenciosa del PSC.